Viernes, 29 de Marzo 2024
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- Desaparecidos

Por: Jaime García Elías

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No es cierto que encontrar personas desaparecidas -como las correspondientes a las dos mil 100 denuncias que sólo en Jalisco se reportaron durante 2019- es tan difícil como encontrar una aguja en un pajar. Si se tiene la certeza de que está en el pajar, se incendia la paja (en la hipótesis de que sea tan importante hallar la aguja), y, al rato, en medio de la ceniza aparecerá la aguja. Encontrar personas desaparecidas es mucho más complejo porque -acotación perogrullesca- ordinariamente no se tiene la mínima idea de dónde puedan estar… y ni siquiera si están vivas o muertas.

-II-

Más para acallar protestas que para dar esperanzas a la sociedad -salvo prueba en contrario-, el Gobierno, personificado en este caso por el subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, Alejandro Encinas, prometió a familiares de desaparecidos “aportar recursos” para crear el Instituto Regional de Identificación Humana. Sus funciones, si se entendió bien, consistirían en cruzar datos con otras entidades -Colima y Nayarit, particularmente, por su cercanía con Jalisco…, pero lo mismo podría suceder con otros estados vecinos- para tratar de establecer la correlación entre cadáveres encontrados e identificados, y personas reportadas como desparecidas.

Recientemente, el coordinador del  Gabinete de Seguridad en Jalisco, Macedonio Tamez, aseveró que “la mayoría de los casos de desaparición forzada de personas, son perpetrados por el crimen organizado”… Así, sin mayores datos; sin puntualizar el porcentaje; sin precisar con qué propósitos las capturan (prostitución, integrarse a bandas de secuestradores, sicarios o narcotraficantes…); sin aclarar cuántas personas denunciadas desaparecen voluntariamente; sin señalar cuántas regresan, dónde estaban y en qué circunstancias desaparecieron; sin referir cuántas son encontradas vivas y cuántas muertas…

En efecto: demasiadas preguntas para las que no hay respuestas.

-III-

Entre lo impenetrable que es “el crimen organizado” y la incapacidad manifiesta de los organismos encargados -en teoría- de perseguir el delito y atrapar a los delincuentes, a la creación del prometido Instituto no se le ve ninguna utilidad práctica. No parece haber proyecto que lo anime. No parece haber estrategia que permita esperar resultados positivos de su parte.

Si todo va a consistir en almacenar en computadoras los datos consignados en las denuncias por desapariciones, y en “cruzarlas” eventualmente con informaciones complementarias, la promesa, de cumplirse, sólo se traducirá en más burocracia. Como si eso contribuyera a resolver el grave problema social que se denuncia y que aflige a miles de familias... Y, además, como si hiciera falta.
 

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