Viernes, 26 de Abril 2024

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- “Catastrofistas”

Por: Jaime García Elías

- “Catastrofistas”

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Va de cuento...

Unos años después de que Guadalajara celebrara el nacimiento de El Tapatío un Millón -el 8 de junio de 1964-, aparecieron los primeros “profetas de desastres” que osaron avizorar las calamidades que sobrevendrían en el corto y mediano plazos…

A contrapelo del optimismo generalizado y del triunfalismo de los discursos oficiales, que auguraban largos años de prosperidad para la ciudad y bienestar para sus habitantes, por haber dado -se decía- el salto cualitativo de “Pueblo Bicicletero” a “Metrópoli” en toda la extensión de la palabra, algunas voces vaticinaron los costos que ese salto implicaría.

-II-

Se hablaba de siete “pecados capitales”; a saber: 1) el crecimiento explosivo y anárquico de la mancha urbana, que absorbería -no necesariamente para bien- a varios municipios vecinos: Zapopan, Tlaquepaque, Tonalá, El Salto, Juanacatlán, Tlajomulco, etc.; 2) la crisis del transporte público, la saturación vehicular y el colapso sistemático de las vialidades; 3) la crisis del suministro de agua y el envejecimiento del sistema hidrosanitario de la metrópoli; 4) los crecientes problemas de recolección y manejo de la basura; 5) la crisis -cualitativa y cuantitativa- del Lago de Chapala, principal abastecedor de agua para la urbe; 6) la degradación, el abandono y la ruina del Centro histórico de la ciudad; 7) la desaparición y/o contaminación de los ríos y manantiales (Los Colomos, el Agua Azul…) vecinos.

El vaticinio -“catastrofista, decían algunos- no estaba asociado con maldiciones gitanas o determinismos históricos, sino con la falta de visión (y previsión) de seudo-gobernantes que durante varias administraciones se limitaron a nadar “de muertito”, esperanzados en que la Virgen de Zapopan (patrona de la ciudad, supuestamente contra todas las calamidades que pudieran amenazarla) les hiciera la tarea, y no les tronara en las manos ninguna de las bombas de tiempo que estaban activadas.

-III-

Lo que en su momento pudo haberse manejado a base de “un poco de gracia (entiéndase voluntad política) y otra cosita” (recursos económicos), ahora demandaría un esfuerzo extraordinario. Un ejemplo sería la Línea 4 del Tren Eléctrico Urbano, que, sin solucionar, aliviaría la atrofiada movilidad urbana; otro, el saneamiento del Río Santiago, “el más contaminado de México” (EL INFORMADOR, XII-16-18), lo que constituye un baldón para Guadalajara, una amenaza permanente para la salud y una agresión continua para la calidad de vida de cientos de miles de sus habitantes.

Lo que no se hizo cuando era difícil, tendrá que hacerse ahora que parece demasiado tarde... y casi imposible.
 

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