En la vida moderna, comer con prisas o mientras se resuelven problemas es cada vez más común. Sin embargo, diversos estudios científicos han demostrado que alimentarse en estados de estrés o ansiedad no solo afecta la digestión, sino que también puede contribuir al aumento de peso. Y no se trata solo de lo que comes, sino de cómo y cuándo lo haces.Cuando el cuerpo experimenta estrés (ya sea por una situación emocional o mental), se activa el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, lo que produce un aumento en los niveles de cortisol, una hormona relacionada con la respuesta de alerta.Este incremento de cortisol tiene varios efectos:En un estudio publicado en la revista Biological Psychiatry, investigadores de la Universidad Estatal de Ohio descubrieron que las mujeres que habían vivido eventos estresantes recientes quemaban 104 calorías menos después de una comida rica en grasas, comparadas con quienes no estaban bajo presión emocional. Esto equivale a unas 11 libras adicionales al año si el patrón se mantiene constante.Sí. El cuerpo reacciona de manera distinta al mismo alimento si estás tranquilo o estresado. Esto se debe a que el sistema nervioso simpático (el que se activa bajo estrés) ralentiza la digestión, altera la liberación de insulina y cambia la forma en que se almacenan los nutrientes. En resumen: aunque comas lo mismo, tu cuerpo lo procesa peor.Además del efecto metabólico, el estrés influye en las elecciones alimentarias. En estados de ansiedad, solemos:Evitar este ciclo no se trata de hacer dieta estricta, sino de cambiar el entorno emocional en el que comemos. Aquí algunos consejos prácticos:Comer bajo estrés no solo cambia tus hábitos, sino también la forma en que tu cuerpo responde a los alimentos. Científicamente está comprobado que el estrés puede añadir calorías “invisibles” a tu dieta, incluso si no comes más. La buena noticia es que con pequeñas acciones de conciencia y autocuidado, puedes romper este patrón y cuidar tu salud de forma integral.Con información de Universidad Estatal de OhioBB