La ansiedad es experta en disfrazarse de lógica. Susurra frases que suenan razonables, que incluso se sienten como verdades absolutas, pero que en realidad están alimentadas por el miedo, el agotamiento y la inseguridad. Identificarlas es el primer paso para desarmarlas. Aquí algunos pensamientos comunes que no son verdades, sino distorsiones generadas por la ansiedad:Este pensamiento mezcla inseguridad con necesidad de control. La realidad es que las personas a veces se ausentan por miles de razones: están ocupadas, distraídas, agotadas o simplemente necesitan espacio. No todo lo que los demás hacen (o no hacen) tiene que ver contigo.La ansiedad tiende a compararse constantemente. Este pensamiento ignora los matices de cada historia personal. Nadie muestra sus derrotas en voz alta, y muchas veces la comparación nace de una visión sesgada, amplificada por el perfeccionismo y la autoexigencia.En una cultura que glorifica la productividad, descansar puede sentirse como un lujo o una señal de debilidad. Pero el descanso no es una traición al deber: es una necesidad fisiológica y emocional. Descansar también es avanzar.Este pensamiento tiene raíces en la autoexigencia extrema. Lo “suficiente” no tiene una medida universal: cambia según el contexto, la energía disponible y las circunstancias personales. Aprender a reconocer tu esfuerzo en vez de minimizarlo es una forma de resistir la ansiedad.La ansiedad suele colocar el listón tan alto que cualquier error parece catastrófico. Este pensamiento paraliza y evita que tomemos riesgos sanos. Hacerlo imperfecto sigue siendo hacerlo. Avanzar, aunque sea con miedo, es más valioso que no intentar por temor al fracaso.Aquí habla el miedo al rechazo. Pensar que nuestras emociones son una carga invalida nuestras necesidades. Hablar, pedir ayuda o simplemente compartir lo que sentimos no es molestar: es ser humano.Este pensamiento transforma el malestar en identidad. Pero tener ansiedad o estar emocionalmente agotado no significa que estés roto o defectuoso. Es solo una señal de que algo necesita atención y cuidado, no condena.Reconocer estos pensamientos y cuestionarlos con amabilidad puede ayudarte a recuperar perspectiva. La ansiedad no tiene la última palabra, aunque a veces hable fuerte. Recordá: no estás solo/a en esto, y es válido pedir ayuda cuando la mente se llena de ruido.