Durante una conversación reciente, el cineasta destacó lo significativo que es para él expresar lo que siente. Aseguró que esa apertura emocional forma parte de su identidad: “Soy mexicano, así que la emoción es muy importante para mí. Creo que la emoción es muy escasa ahora mismo”. Considera que la sociedad actual tiende a ocultar lo que se siente y cuestionó la idea de que el cinismo se considere un signo de inteligencia: Para Del Toro, su trayectoria ha sido posible gracias a su disciplina y a la ausencia de miedo al fracaso. Por eso invitó a no rehuir el ridículo, pues lo entiende como un paso inevitable hacia cualquier logro: “Los románticos dieron un gran paso hacia la posibilidad del ridículo. Tienes que estar completamente abierto al fracaso si quieres alcanzar el éxito… tienes que estar listo para ser ridículo. Así que estoy listo para ser ridículo en todo momento”.El director había soñado por décadas con llevar a la pantalla la novela de Mary Shelley. Su versión, realizada con un enfoque artesanal y con la participación de Oscar Isaac, Jacob Elordi, Felix Kammerer y Mia Goth, marcó uno de los momentos más importantes de su carrera. Sin embargo, haber concretado este anhelo le generó un fuerte contraste emocional. Reconoció que, tras concluir el proyecto, experimentó una especie de vacío: una “depresión posparto”.Su vínculo con la criatura comenzó cuando tenía siete años, luego de quedar maravillado con la interpretación de Boris Karloff. Esa experiencia lo acercó definitivamente al universo literario de Shelley y a la sensibilidad del Romanticismo. Él mismo lo explicó con una anécdota personal: Aunque Frankenstein representó su mayor sueño como realizador, Del Toro afirmó que ya piensa en nuevos caminos. Por ahora se alejará del cine de monstruos para trabajar en propuestas distintas, entre ellas Fury, un proyecto que recupera “los aspectos de thriller de Nightmare Alley: muy cruel, muy violento”.La muerte ha sido un tema recurrente en su obra y en su pensamiento. Del Toro la aborda no como un final sombrío, sino como una puerta hacia nuevas interpretaciones de lo humano. En títulos como El laberinto del fauno, la muerte simboliza una forma de alcanzar una esencia auténtica, mientras que en Pinocho se convierte en una reflexión sobre cómo el fin de la vida le otorga sentido a lo que hacemos. Su mirada está fuertemente influida por la tradición mexicana, donde la muerte se entiende también como memoria, homenaje y trascendencia, así como por filosofías orientales como el wabi-sabi.Durante su participación en el Festival de Cine de Marrakech, en Marruecos, el director expresó una visión aún más directa sobre este tema. Ahí afirmó que observa la muerte con aceptación e incluso con cierto entusiasmo, algo que quedó recogido en Variety: Su obra cinematográfica suele retratar la muerte como un umbral hacia otras posibilidades y no como una fuerza meramente destructiva. Para él, es también un recordatorio de lo que hace valiosa a la vida cotidiana.La obra y el pensamiento de Del Toro continúan evidenciando una misma convicción: la creatividad se alimenta tanto de la sensibilidad como de la disposición a enfrentar —y aceptar— aquello que otros prefieren evitar.BB