Camila Sodi visitó la Feria Internacional del Libro de Guadalajara con el peso amable del cansancio y el vértigo de una agenda que no le dio tregua. “Desde la mañana estoy haciendo entrevistas. Estoy muy contenta”, confesó al comenzar la charla con EL INFORMADOR. Aún con la voz marcada por el viaje, hablaba con claridad sobre “El pequeño libro del duelo”, un título que nació de una herida íntima: la despedida de su madre, Ernestina Sodi. En esas páginas, la actriz transforma el dolor en un gesto de compañía, casi como si tendiera la mano a quienes atraviesan la misma oscuridad. El libro -pequeño en forma, vasto en emoción- surgió sin cálculo, escrito desde la urgencia de decir aquello que no cabía en el silencio. Y mientras lo cuenta, queda claro que para Sodi escribir fue mucho más que un acto creativo: fue una manera de seguir respirando.La actriz, cantante y modelo presenta su primer título editorial, un libro que -según explica- surgió sin planificación previa, casi como una necesidad inevitable. “Los libros han sido mis amigos, mis aliados, mi cobijo. Y entonces no me pareció algo fuera de lo normal empezar a escribir uno cuando parecía que ya lo tenía ahí, en la punta de la pluma, queriendo salirse”, señaló.Al hablar sobre la construcción del libro, Sodi recordó que llegó a la editorial con el manuscrito ya terminado. Fue entonces cuando surgió la conversación sobre su estructura. El editor le sugirió ordenar o replantear el texto, pero ella defendió la manera en que había nacido. “Es más, este libro tiene esto que se llama ‘stream of consciousness’: bajar la información sin filtro. A veces sin puntuación, saliendo todo como sale. Y entonces es una manera también de cómo pensamos”, explicó. Mantener esa voz era indispensable para no traicionarse. “Para mí era importante mantener la estructura que yo había escrito desde el principio, porque si no, me hubiera sentido que estaba traicionando a mi escritora”.La autora recordó el proceso de releerse ya con el libro impreso, una experiencia que describe como desconcertante. “Es distinto leerlo en papel, verlo armado… Me encanta oler los libros. Para mí, el formato era muy importante: que fuera chiquito, que tuviera esta textura. Y releerlo es un viaje, es regresar. Es casi que dices: ‘¿Y esta era yo?’”. Sobre el impacto emocional de revisitar su propio texto, reconoce que la escritura cumplió su función en su momento. Ahora, lo que continúa siendo revelador es la relación del público con la obra. “Lo que está siendo muy sanador es el viaje que está teniendo con la gente, la respuesta de la gente, lo que llegan a decirme”. Ha escuchado testimonios que describen el libro como una herramienta para navegar la pérdida. “Me dicen que ha sido una herramienta de sanación para ellos, para sus familiares. Me cuentan historias muy personales y, al final, hay una sensación de agradecimiento por compartir una herramienta más para transitar un lugar denso, que es el duelo”.En la conversación apareció inevitablemente la pregunta sobre si el proceso de escritura había removido recuerdos que creía enterrados. Sodi negó el gesto con una honestidad desarmada. “Soy mala con la memoria; no trabajé tanto con la memoria. Soy muy impulsiva, y más bien eran las imágenes que se me iban presentando y que yo iba enraizando un poco y haciendo palabras”, explicó, como si describiera un flujo espontáneo más que una búsqueda deliberada.También habló de la dificultad creativa que atravesó en algunos pasajes. Para ella, el reto no está en un capítulo específico, sino en el propio acto de sentarse a escribir. “Te cuesta lo que cuesta escribir, que es un ‘huevo’. Pero también, a la vez, es una cosa que fluye… hay algo que es muy difícil de hacer y algo que llega de arriba, como de las musas”, dijo. En su voz convivían el esfuerzo y el misterio, dos fuerzas que, juntas, hicieron posible el libro. CT