Viernes, 26 de Julio 2024

Un racimo de tragedias llenas de humor

El escritor Julián Herbert regresa al cuento, donde explora la autorreferencialidad

Por: El Informador

Julián Herbert. Es uno de los escritores más sólidos de su generación. EL INFORMADOR/E. Barrera

Julián Herbert. Es uno de los escritores más sólidos de su generación. EL INFORMADOR/E. Barrera

Julián Herbert (Acapulco, 1971) trae a la FIL su segundo libro de cuentos, titulado “Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino, publicado por Random House.

Esta novedad editorial presenta una colección de relatos donde el humor, la sátira a los gremios a los que pertenece Herbert y la violencia son protagonistas. Sobre el sentido del humor y la autorreferencialidad, el autor comentó en entrevista: “Es un libro donde aparecen muchos artistas, muchos periodistas, muchos escritores, un crítico de cine. Hay una autorreferencial. Hay un discurso autoirónico: muchos de esos personajes de los que me burlo en el fondo soy yo mismo. Un crítico de cine gordo, que no hace mucho y vive en provincia: un poco soy yo. Me gusta la idea de que nos podemos reír no sólo de nosotros mismos, también de nuestros colegas, los compañeros de viaje”.

En ese sentido, el humor tiene una función también: “Me gusta pensar el humor como una herramienta de conocimiento. Creo que el humor es algo mucho más profundo que lo que estamos acostumbrados en occidente. A veces no me creo la idea de que lo sublime o lo serio, solo puede suceder al margen de la risa. La tragedia sucede en medio de la risa, también. Las hecatombes llevan aparejado un grado de humor”.

"El lenguaje del humor no lo saco de los libros, lo aprendí siendo mexicano".

En particular, Julián Herbert resaltó el humor en México: “Los mexicanos somos muy buenos para eso, es algo que está en el ambiente. No es algo que aprendí en los libros. El lenguaje del humor no lo saco de los libros, lo aprendí siendo mexicano: viviendo en una tradición que tiene ese espíritu. Es una idiosincrasia que va por ahí. El humor siempre tiene un peso más profundo de lo que casi siempre admitimos”.

Un lenguaje palpable

Aunque no lo aprendió de los libros, el humor está presente en los escritores mexicanos que frecuenta: “Jorge Ibargüengoitia es un ejemplo magnífico de lo que se puede hacer. Algunos de nuestros autores más notables han abordado el humor desde muy diversas partes. ‘Pedro Páramo’ es una novela con momentos de verdadero humor, con escenas que pueden parecerle a alguien muy serias”. Aunque en ocasiones el canon de la literatura nacional vea a los clásicos como autores solemnes: “Yo creo que a veces decidimos no leer humorísticamente a nuestros autores, porque no son humoristas profesionales. Tampoco hay que ser un humorista profesional para tener sentido del humor. Rulfo tiene un sentido del humor extraordinario, en su literatura lo refleja en dosis moderadas, pero inequívocas”.

En cuanto a “Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino” y sus otros libros y novelas, Julián agregó: “Más que la diferencia entre una novela y cuentos, es la diferencia entre un libro y otro. Me gusta pensar los libros como lo que son, más allá de la literatura, como una experiencia de vida… Trato de dilucidar cómo trasladar mis obsesiones a una forma legible. Me gusta pensar que el lector de los libros que escribo no es complaciente, ni cínico, ni envidioso. Me gusta pensar en un lector que reta, que acepta ser retado y juega con el autor con la lectura. Al hablar de este libro tengo que hablar del lector, porque es un personaje. En otros no. Cuando escribí ‘La casa del dolor ajeno’ no pensaba en el lector, pensaba en la historia. En ‘Canción de tumba’ no estaba pensando en el lector, es una historia más íntima”.

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