Los museos no sólo generan y resguardan documentos administrativos fundamentales para su gestión, sino que también conservan otro tipo de archivos entendidos estos como archivos de objetos y archivos históricos que forman parte constitutiva de sus acervos. Sin embargo, la falta de normativas específicas y la escasa aplicación de la legislación archivística han dejado en un estado de vulnerabilidad a ambos tipos de archivos, afectando la preservación de la memoria cultural.Los museos, como instituciones culturales, producen documentos esenciales para su funcionamiento: oficios administrativos, correspondencia de directores, catálogos de exposiciones, registros curatoriales y museográficos, entre otros. Estos archivos documentan su historia y son claves para comprender la evolución de los recintos, la adquisición de colecciones y su impacto en la sociedad.Si bien la Ley General de Archivos (LGA) y otras normativas establecen principios para la gestión, conservación y acceso a estos documentos para los sujetos obligados, en la práctica muchas instituciones no los aplican rigurosamente. La falta de conocimiento del marco legal, la ausencia de normativas internas y la insuficiencia presupuestal dificultan su cumplimiento, dejando documentos esenciales en riesgo de deterioro o pérdida.Además de sus propios documentos administrativos, los museos conservan archivos históricos dentro de sus colecciones. Estos pueden incluir manuscritos, mapas, códices, correspondencia, fotografías y registros sonoros, entre otros. Son fuentes primarias de gran valor para la historia y la investigación, ya que documentan hechos, personajes y contextos específicos del pasado.A diferencia de los documentos administrativos, estos archivos suelen quedar relegados dentro de las colecciones, sin estrategias claras de clasificación, conservación y consulta. En muchos casos, carecen de digitalización y de acceso público, limitando su aprovechamiento como fuentes de conocimiento.Uno de los principales retos es que las instituciones deberían aplicar las normas de organización, tanto para los archivos administrativos como a los históricos, pues dejan a estos últimos sin un tratamiento adecuado o un plan eficaz que permita su clasificación apegada a la LGA. Mientras que los documentos administrativos cuentan con claves y registros para su identificación, los archivos en los acervos suelen almacenarse sin la aplicación de normativas claras, afectando su conservación y disponibilidad.A nivel internacional, países como Canadá y Noruega han implementado modelos de integración entre bibliotecas, archivos y museos para optimizar la gestión documental y fomentar la investigación interdisciplinaria. En México, en cambio, la falta de un esquema específico o su aplicación como lo marca la LGA para los archivos en los acervos museísticos ha dificultado su correcta conservación y consulta.Es imprescindible que los museos adopten políticas claras para el resguardo y acceso de sus archivos históricos y administrativos. La correcta aplicación de la Ley General de Archivos garantizaría la conservación de los documentos que dan cuenta de la gestión de los museos, mientras que estrategias específicas permitirían salvaguardar y difundir los archivos dentro de sus acervos.Si bien el panorama está cambiando con una mayor conciencia sobre la responsabilidad de los museos en la gestión documental, aún queda mucho por hacer para que los archivos en sus acervos y los generados por su labor institucional reciban la atención que merecen.Esta entidad está compuesta por aspectos de índole multicultural que durante su proceso evolutivo ha forjado de manera distintiva su identidad. Sus habitantes como parte esencial de sus componentes producen la herencia cultural material e inmaterial, representada por su entorno natural, arquitectura, urbanismo y tradiciones, los cuales, se encuentran sujetos a un proceso constante.