Viernes, 26 de Abril 2024

Las mujeres en tiempos desafiantes

Según datos del Inegi, en México una de cada cuatro niñas son abusadas sexualmente

Por: Viridiana Villegas

Obra. La autora presenta un relato estremecedor. CORTESÍA / Grupo Planeta

Obra. La autora presenta un relato estremecedor. CORTESÍA / Grupo Planeta

Más que tiempos difíciles, las mujeres atravesamos un momento desafiante, con cambios de paradigmas que hemos empujado desde distintas generaciones y trincheras; hemos gestado una revolución que no tiene vuelta atrás porque nuestra presencia hoy tiene mayor incidencia que antes y cada vez somos más conscientes de escuchar a la otra, de alzar la voz por ella y por nosotras mismas. Ahora tenemos el valor de salir a las calles a denunciar que “nos están matando”, que no es normal que los feminicidios y los abusos sexuales contra nosotras vayan al alza.

Según datos del Inegi, en México una de cada cuatro niñas son abusadas sexualmente y, si tomamos en cuenta que nuestros códigos penales dictan la prescripción de este delito a los 5 o 10 años, cuando las víctimas deciden hablar, la mayoría de las ocasiones ya no existe nada legal por hacer. Solo hasta agosto de este año, en nuestro país han sido abiertas más de 22 mil carpetas de investigación por delitos sexuales, mientras que el total de 2018 fueron casi 19 mil casos reportados ante las autoridades. Ante estas alarmantes estadísticas,  la justicia permanece indiferente.

De acuerdo con información de Animal Político, “de mil casos de abuso, solo se denuncian ante la justicia unos 100; de esos, solo 10 van a juicio; y de ahí, solo uno llega a condena. Es decir, la impunidad es de 99% y la cifra negra, aún mayor”. Uno de los puntos más preocupantes de esta situación es que a lo largo de la historia, cuando las víctimas de abuso sexual deciden denunciar, primero frente a sus familiares y después ante las autoridades, se enfrentan a cada paso con la incredulidad. En el momento en el que hacen pública su verdad, los demás dudan de ellas y de sus palabras hasta el cansancio. Nada debe ser tan humillante como aquello y la constante en su mente es: ¿Por qué no me creen?

Obra. La autora presenta un relato estremecedor. CORTESÍA / Grupo Planeta

El libro “¿Por qué no me creen?” (Planeta), de T. Christian Miller y Ken Armstrong, con traducción al español de Miguel Ros González -intitulado originalmente en inglés “A false report”, ganador del Premio Pulitzer 2016 en la categoría de Reportaje Explicativo como “An Unbelievable Story of Rape”-, es una clara muestra de que aún vivimos bajo un sistema de justicia escéptico y, al menos en principio, en contra de las víctimas.

Los autores, ambos periodistas estadounidenses, se dieron a la tarea de investigar el caso de Marie, una chica de 18 años que fue abusada por un hombre enmascarado que no dejó una sola huella en su cuerpo ni pista alguna que evidenciara la violación frente a los policías e investigadores. El caso fue cerrado e incluso fue acusada de inventar la historia para llamar la atención. Años después, dos detectives se dieron a la tarea de reabrir el caso y encontraron similitudes en el modo de operar del violador en serie. Las autoridades al final reconocieron que Marie no había mentido, que todo había sido verdad. El daño en su vida ya estaba hecho porque hasta entonces le creyeron. Hace un par de semanas, Netflix lanzó la miniserie “Inconcebible” (“Unbelievable”, 2019), así que esta historia universal la podemos disfrutar como lectura o como material audiovisual.

Adelanto editorial

CAZADORES

5 de enero de 2011

G o l d e n , Colorado

Pasada la una de la tarde del miércoles 5 de enero de 2011, la oficial Stacy Galbraith se estacionó junto a una larga hilera de edificios de departamentos iguales en la ladera de una suave colina. La nieve sucia y semiderretida cubría algunas zonas, y los árboles grises, desnudos en invierno, se recortaban contra las paredes naranjas y verde oliva del edificio de tres pisos. Hacía viento y un frío que calaba la piel. Galbraith había ido a investigar una denuncia de violación.

Un enjambre de uniformes se movía junto a un departamento de la planta baja. Los policías llamaban a la puerta de los vecinos; los técnicos de la División Científica sacaban fotos; los paramédicos llegaron en la ambulancia. Galbraith estaba en el centro de aquella escena caótica, mujer en una vorágine eminentemente masculina. Tenía la cara fina y el pelo lacio y rubio, por debajo de los hombros. Su complexión, esbelta y fibrosa, recordaba a un corredor de largas distancias. Sus ojos eran azules.

Se acercó a uno de los policías, que con un ademán le señaló a una mujer de abrigo largo y marrón, inmóvil frente al departamento, bajo la luz tenue del sol de invierno. En la mano llevaba una bolsa con sus objetos personales. Galbraith calculó que tendría veintipico años y rondaría el metro setenta. Era delgada y morena. Parecía tranquila, serena.

La víctima.

Tras acercarse, Galbraith se presentó. «¿Quieres que hablemos en mi coche?», le dijo. Allí no tendrían frío; era más seguro. Ella accedió. Ocuparon los asientos delanteros y Galbraith puso la calefacción al máximo.

La mujer se llamaba Amber y era estudiante de posgrado en una universidad de la zona. Estaban en plenas vacaciones navideñas y su compañera había vuelto a casa con su familia.

Fragmento del libro “¿Por qué no me creen?”, de T. Christian Miller y Ken Armstrong © 2019, Planeta.

Cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México.

*Viridiana Villegas, coordinadora de Prensa y RP para Grupo Planeta de México-EU y Centroamérica.

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