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Avignon, divinidad francesa

Ciudad con aire medieval y alguna vez refugio de los Papas, ahora es uno de los destinos más fascinantes que puedes encontrar en la Costa Azul

Ciudad donde la historia de lo divino y lo humano se dan la mano, Avignon es una parada obligada para todo viajero que busque conocer un rincón de la Costa Azul con alta belleza arquitectónica y espectaculares vistas.

Tenemos que lanzar una mirada al pasado para entender la importancia de Avignon (o Aviñón en castellano). Fundada en el siglo IV a.C. por comerciantes fenicios a los pies de la colina Rocher des Dom, fue habitada después por romanos y francos, aunque todos palidecen ante sus inquilinos más famosos: Los Papas.

Y es que Avignon fue la residencia de siete Papas entre 1309 a 1377, quienes dotaron a la urbe de un prestigio e importancia que no tenía ni siquiera París o Roma en aquella época. El mejor testimonio de la importancia que alcanzó la ciudad en este tiempo son las impresionantes construcciones religiosas que siguen en pie.

Avignon perteneció al Vaticano hasta 1793, cuando la naciente República Francesa, en pleno enfrentamiento con la iglesia católica, lo “confiscó”. Para entonces, la metrópoli había ido perdiendo importancia como centro religioso, aunque en las últimas décadas volvió a ganar lustre gracias ya no a los creyentes, sino a los turistas, que llegan en masa atraídos por la belleza silente de la localidad (cada año se calcula que llegan 4 millones de viajeros a conocerla).

El Centro Histórico de Avignon fue nombrado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1995, gracias a sus bien conservadas construcciones. Sus cinco edificios principales (por dimensiones, belleza e importancia histórica) son el Palacio de los Papas, la Catedral de Notre Dame Des-Doms, el Puente de Avignon sobre el Río Ródano (queda en pie la mitad), el Petit Palais y las murallas que rodean a la ciudad.

El Palacio de los Papas fue hogar de siete papas católicos y dos “Antipapas” (quienes protagonizaron el “Cisma de Occidente” en la Iglesia Católica). Luego de que los Pontífices decidieran regresar a Roma, el palacio pasó por épocas de menos ventura, llegando a ser cuartel y hasta polvorín. A principios del siglo pasado se decidió convertirlo en museo, lo que ha permitido su restauración.

Hoy sus 25 salas nos dan una idea de la fastuosa pompa con la que llegaron a vivir los papas medievales. ¿El rincón imperdible? El Patio de Honor, donde actualmente se celebra el Festival de Avignon dedicado al teatro. También vale la pena que subas a la terraza y disfrutes de una de las mejores vistas de la ciudad, con sus calles estrechas y adoquinadas esperando a ser descubiertas por los paseantes.

Aunque buena parte del turismo se concentra en los monumentos medievales, Avignon tiene otros rincones que vale la pena recorrer. Vale la pena que vayas a la Place de l’Horloge, animado espacio en el corazón de la urbe donde están el Ayuntamiento y la Opera, magníficos ejemplares de la arquitectura francesa del siglo XIX.

Para el recuerdo, no puedes dejar de visitar el Mercado Les Halles, rincón donde los turistas suelen reunirse para disfrutar de los sabores más tradicionales. La ciudad se encuentra en la región de la Provenza francesa, destacada por su gastronomía. Entre sus platillos más populares encontramos mieles, turrones y los papalines (golosina de chocolate, azúcar y licor de orégano). Prueba los vinos de la región, producidos por pequeños productores, realmente valen la pena como recuerdo y para expandir el horizonte de los sabores.

La Llegada

El aeropuerto internacional más cercano es el de Marsella, aunque hay manera de llegar a Avignon en tren o bus desde Barcelona. Descubre más de esta bella ciudad francesa en su página de internet www.avignon-tourisme.com.
 

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