Inteligencia artificial, amenaza u oportunidad
El debate sobre la inteligencia artificial suele estar cargado de predicciones negativas: millones de empleos destruidos, profesiones enteras eliminadas, trabajos humanos sustituidos por máquinas infalibles. Sin embargo, la evidencia más seria proveniente de Oxford, del Luxembourg Institute of Socio-Economic Research y de análisis de la OCDE y el FMI, dibuja un panorama distinto, más complejo y, sobre todo, más urgente para México: la IA no elimina el trabajo, lo transforma. Y la forma de esa transformación dependerá, en gran medida, de nuestras decisiones.
Tres investigaciones publicadas entre 2024 y 2025 ayudan a entender esta transformación. La primera escrita por Marguerit, D. Augmenting or Automating Labor? The Effect of AI Development on New Work, Employment, and Wages, demuestra que “la IA” no es un fenómeno uniforme. Existen dos IA con efectos opuestos sobre el empleo. La IA de automatización, diseñada para sustituir tareas humanas, reduce puestos de trabajo y frena la creación de nuevas ocupaciones. Sus efectos negativos se concentran en actividades rutinarias o de baja calificación, donde los salarios tienden a deteriorarse. En contraste, la IA de aumento, que complementa las capacidades humanas, eleva salarios, genera nuevos roles y expande la demanda laboral en sectores calificados.
Según este análisis la distinción es crucial: el impacto de la IA no depende de la tecnología, sino de las políticas que guían su adopción. La automatización avanza de manera natural en empresas y organizaciones; la evolución de la herramienta es inevitable. Lo que sí está en nuestras manos es decidir qué tipo de IA queremos promover y cómo regularemos su impacto en los mercados laborales, la educación y la desigualdad.
El segundo estudio de Mäkelä, E., & Stephany, F. Complement or Substitute? How AI Increases the Demand for Human Skills, revisó doce millones de vacantes laborales en Estados Unidos y encontró un hallazgo que desmonta los discursos fatalistas: lejos de desaparecer, las habilidades humanas se vuelven más valiosas. Juicio, creatividad, pensamiento crítico, comunicación, liderazgo y resiliencia son cada vez más demandados en entornos donde la IA está presente. Lo que la máquina automatiza son las tareas repetitivas; lo que vuelve indispensable es justo aquello que la distingue de nosotros: la interpretación, la capacidad de síntesis, la empatía, el análisis complejo.
La tercera evidencia proviene de organismos multilaterales. El informe Artificial Intelligence Impact on Labor Markets del International Economic Development Council (IEDC) advierte que la IA amplifica desigualdades si encuentra países con instituciones débiles, sistemas educativos rezagados o brechas digitales profundas. Los trabajadores de baja calificación —administrativos, operadores, personal de oficina o manufactura ligera— enfrentan mayor riesgo de sustitución. En cambio, los profesionales calificados —STEM, servicios especializados, análisis de datos, diseño— se benefician con mejores salarios y nuevas oportunidades.
Ante al cambio en marcha la pregunta clave para México es evidente: ¿qué estamos haciendo para evitar que la IA profundice las desigualdades que ya arrastramos?
Si el país adopta IA de automatización sin invertir en educación, capacitación o reconversión laboral, veremos más precariedad, más polarización salarial y más exclusión del mercado formal. Si, en cambio, promovemos IA que complemente al trabajador y diseñamos políticas activas de formación, la IA podría convertirse en el motor de una nueva productividad nacional.
México necesita decisiones estratégicas para apostar por tecnologías que complementen, no que sustituyan. Incentivos fiscales, compras públicas y marcos regulatorios deben privilegiar herramientas que aumenten el valor del trabajador, no sólo la eficiencia económica.
Por otra parte es oportuno lanzar una estrategia nacional de recualificación laboral. La formación en habilidades digitales, cognitivas y socioemocionales debe ser una política de Estado. La alfabetización tecnológica tiene que dejar de ser un privilegio.
Y por supuesto vincular la adopción de IA con una estrategia de desarrollo económico. El país debe orientar su uso hacia sectores de alto valor agregado —manufactura avanzada, salud, logística inteligente, energías limpias— evitando que se convierta en un mecanismo de precarización.
El futuro del trabajo no será una batalla entre humanos y máquinas. Será una competencia entre países que entendieron a tiempo la naturaleza de esta transformación y aquellos que se quedaron atrapados en las inercias de su viejo mercado laboral.