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Miss Universo, hecho en México

He de confesar que pocas cosas me parecen tan retrógradas y antediluvianas como el concurso Miss Universo. Pocas cosas cosifican y degradan tanto a la mujer como un concurso de belleza donde además se “evalúan” las capacidades intelectuales de una joven para hacer frente a los grandes problemas del mundo. Es patético por donde se vea, y sin embargo ha sido y sigue siendo un extraordinario negocio para los hombres que organizan y trafican con este concurso. En algún momento fue de Donald Trump (motivo suficiente para dudar de cualquier virtud de la organización). Desde hace dos años, el presidente de Miss Universo es un mexicano, Raúl Rocha Cantú, quien se asoció con la empresa tailandesa que poseía la marca y organiza el concurso.

De Tabasco para el mundo, la mexicana Fátima Bosh fue tres veces noticia en el certamen de 2025. La primera por rebelde, pues tras ser reprendida por uno de los organizadores del concurso por no hacer lo que tenía que hacer de acuerdo con el contrato, ella levantó la voz en redes y puso contra las cuerdas a la organización, en un acto que a primera vista parecía un gran gesto de dignidad y que ahora tiene otras lecturas que tienen más que ver con la prepotencia de quien se sabe protegida. El segundo momento fue la “coronación” de la “reina de la belleza”, que, independientemente de sus atributos físicos que coinciden con el estereotipo marcado por las industrias de la moda y la prostitución, tuvo de inmediato una lectura política: le dieron el primer lugar para quitarse de encima el escándalo por maltrato. La tercera vez que fue noticia el gran triunfo de la tabasqueña fue por la corrupción. No solo hubo denuncias internas de jueces y personal del concurso que dijeron haber recibido presiones para que ganara Bosh, sino que destapó una cloaca de relaciones corruptas entre el padre de la mujer más bella del mundo y el empresario regiomontano dueño del concurso de Miss Universo. En medio de este mapa de corrupción apareció, por supuesto, Pemex, la empresa más mexicana. 

Bernardo Bosh, el padre de la reina es un alto funcionario de Pemex que hizo su carrera en la paraestatal en los años del neoliberalismo. En 2019 fue acusado de corrupción por la Secretaría de la Función Pública. Le ganó el caso al Gobierno, no porque haya probado que no hubo corrupción, sino porque probó que la demanda estaba mal sustentada jurídicamente, lo que le permitió regresar triunfante a la paraestatal y finalmente convertirse, desde el 30 de octubre pasado, en subdirector. Hace apenas dos años, cuando supuestamente ya la corrupción había sido desterrada de la Petrolera, el empresario dueño de Miss Universo y de varias empresas del ramo energético recibió un contrato por adjudicación directa por 745 millones de pesos gracias a su amistad con Bosh. 

Ahí, dicen los malpensados -muchos de ellos parte de la organización del concurso- se selló la corona de Miss Universo 2025 y se hizo con el logo de Hecho en México.

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