Mezquindad y desaparición en la era de la 4T
El poder envilece, lo hemos visto y dicho una y otra vez. De todas las vilezas del poder, ninguna como cuando éste se usa para desacreditar y minimizar el dolor ajeno. Lo que hicieron Adán Augusto López y su jefe, entonces presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, para tratar de minimizar el fenómeno de la desaparición en México fue un acto de vileza digno de un tirano. Repetirlo, como lo hizo la presidenta Sheinbaum la semana pasada (“muchos de ellos se van por su propia voluntad”), es un acto de mezquindad para con las madres buscadoras.
La Presidenta prometió que esta semana abordaría el tema en la Mañanera, como un bizarro regalo de Navidad para miles de familias que sufren esta tragedia en nuestro país. Ojalá no lo haga, que algo se atraviese en el camino e incumpla tan vil promesa.
El fenómeno de la desaparición en México como mecanismo del crimen organizado para controlar territorios, eliminar enemigos, esconder crímenes o reclutar ejércitos está muy estudiado; no es nuevo y sigue creciendo. Que no se parezca o sea distinto a las desapariciones que se dieron en los años sesenta, setenta y ochenta no quiere decir que no exista, ni siquiera que el Estado no tenga responsabilidad, como lo han repetido una y otra vez desde el púlpito de la evangelización cuatotera la presidenta y su antecesor.
Efectivamente, no estamos ante un fenómeno donde el gobierno federal captura y desaparece a quienes considera sus enemigos políticos. Los mecanismos de persecución hoy son otros. Estamos ante un fenómeno donde el crimen organizado, en connivencia con autoridades municipales, estatales o federales, desaparece o recluta a jóvenes cuyo destino será una fosa clandestina o un ejército del crimen organizado. Va un ejemplo de cómo funciona este mecanismo para que podamos entenderlo todos. Adán Augusto López, gobernador de Tabasco, puso la Secretaría de Seguridad de ese estado en manos de Hernán Bermúdez Requena, un miembro destacado del crimen organizado, de acuerdo con lo dicho por el propio gobierno de Claudia Sheinbaum. Durante el sexenio en que el señor Bermúdez fue simultáneamente secretario de Seguridad y líder del crimen organizado, desaparecieron en Tabasco 1,999 personas. ¿De verdad quieren que creamos que Adán Augusto López Hernández, gobernador y luego secretario de Gobernación, no tiene responsabilidad alguna, que el Estado mexicano es ajeno a ello?
Las listas de desaparecidos pueden ser imperfectas y eso que llamamos desaparición engloba distintos fenómenos en los que el Estado tiene diferentes niveles de responsabilidad y que, por lo mismo, requieren distintas estrategias de búsqueda y contención.
El problema, Presidenta, no es que se vayan por su voluntad, sino que por voluntad de otro no puedan regresar a casa. Mientras esto no se entienda y se acepte, tampoco podremos solucionarlo.