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¿Y ahora, quién podrá defendernos?

De acuerdo con el reporte de las mismas autoridades de la Ciudad de México, 96 policías resultaron lesionados durante la marcha del 2 de octubre, los daños provocados a los comercios en los alrededores de Palacio Nacional -a los edificios y mercancía que fue robada- supera conservadoramente los 20 millones de pesos -sin que se hayan terminado los inventarios- y de la turba de encapuchados que alteraron el orden -que se estima fueron alrededor de 600- solo uno fue detenido.

Después del caos de salvajismo que se vivió y de los uniformados asignados a la manifestación a quienes se les ordenó que “no metieran las manos” para impedir que no se alterara el orden, la jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, reconoció “la valentía de las y los policías que resistieron provocaciones sin caer en confrontaciones, y aseguró que “a diferencia de 1968… la policía no reprime… sino que construye paz, protege a la ciudadanía y ha contribuido a la reducción de la inseguridad”. Hágame usted el favor, ¡qué estúpida declaración!

Entonces, ¿quién mantiene el orden y quien hace que se respeten las leyes? Y para colmo, anunció “un reconocimiento especial y la entrega inmediata de un bono de compensación” para los agentes que fueron asignados a la manifestación.

Pero no es de extrañarse, apenas el pasado 25 de septiembre una protesta de los normalistas de Ayotzinapa en el estratégico Campo Militar Número 1 de la Ciudad de México -zona federal bajo resguardo de la Secretaría de Defensa- jóvenes encapuchados lanzaron petardos, derribaron una puerta y quemaron un camión de mercancía para bloquear el acceso a las instalaciones. Y ¿cuál fue la respuesta de la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum? La misma: “Parece más una provocación. Entonces, no vamos a caer en la provocación, evidentemente, de que se busca que haya represión; no va a haber represión, porque estaríamos cayendo en esa provocación”.

Así que, continúen los desmanes, los destrozos, los saqueos, las agresiones contra la policía, el desorden, la anarquía y la impunidad. Y ante esa triste realidad, no nos queda otra cosa más que encontrarle un ángulo más agradable y recurrir a la popular frase de la televisión familiar, “Y ahora, quién podrá defendernos”.
Usted, ¿qué opina?

daniel.rodriguez@dbhub.net
 

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