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Veteranos que no se rinden

En el beisbol, como en la vida, las historias de resistencia y persistencia son las que más emocionan. El diamante es implacable con el paso de los años: los reflejos se acortan, la velocidad de la recta pierde un par de millas, la recuperación tras cada salida se alarga. Sin embargo, hay figuras que desafían el calendario, que hacen de su carrera una batalla contra el tiempo, y que, como viejos guerreros, se mantienen firmes en la trinchera. Justin Verlander, Max Scherzer, Clayton Kershaw y Aroldis Chapman son ejemplos vivos de que la edad no siempre dicta el final, y que la pasión por el juego puede, incluso, alargar la llama de la competitividad.

Mucho se ha pronosticando el ocaso de estos nombres. Y no es para menos: todos han pasado de la treintena larga y se mueven ya en esa frontera donde, históricamente, los lanzadores de Grandes Ligas comienzan a dar paso a las nuevas generaciones. Pero Verlander, Scherzer, Kershaw y Chapman parecen no haber recibido -o simplemente decidieron ignorar- la carta de retiro que el destino suele enviar a los veteranos. En vez de bajar el telón, han renovado su repertorio, ajustado su mecánica y encontrado en la experiencia un arma tan letal como la juventud que alguna vez les sobró.

Las Grandes Ligas son una trituradora que renueva plantillas con una velocidad implacable; siempre hay un prospecto de 21 años listo para ocupar tu lugar. Sin embargo, Verlander, Scherzer, Kershaw y Chapman han demostrado que la veteranía, lejos de ser una desventaja absoluta, puede convertirse en ventaja si se sabe capitalizar.

 No se trata de negar la realidad: el final llegará, como para todos. Pero el espectáculo de verlos aún sobre la loma, enfrentando a rivales que podrían ser sus hijos en términos de edad, tiene un sabor especial. No es solo nostalgia; es la constatación de que el talento, la disciplina y la pasión pueden estirar la carrera más allá de lo que la estadística o la fisiología indicarían.

Verlander es quizá el ejemplo más claro de resiliencia. Después de someterse a la cirugía Tommy John en 2020, hubo quien dijo que su carrera estaba virtualmente terminada. Sin embargo, regresó no solo a lanzar, sino a dominar.

Scherzer, por su parte, sigue siendo un competidor feroz. Aunque ha tenido que lidiar con lesiones y ajustes físicos, su capacidad para adaptarse y su ética de trabajo le permiten seguir compitiendo contra bateadores mucho más jóvenes.

Kershaw es otro caso notable. El zurdo de los Dodgers, cuyo dominio absoluto lo convirtió en leyenda hace una década, ha enfrentado con valentía los embates de problemas crónicos en el hombro y la espalda.

Y luego está Chapman, el “Misil Cubano”, que ha construido su carrera en base a rectas que rozan lo imposible. Aunque su velocidad ya no es la misma que en sus primeros años, sigue lanzando más duro que la mayoría.

Quizá dentro de una o dos campañas, alguno de ellos anuncie su retiro. Tal vez lleguen a ese momento de forma abrupta, por una lesión traicionera o por el simple desgaste natural. Pero, por ahora, siguen ahí, sólidos y luciendo. Y eso nos recuerda que el beisbol, más que un deporte de fuerza, es un juego de inteligencia, ajustes y corazón.

bambinazos61@gmail.com

@salvadorcosio1

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