Ideas

La prensa y los feminicidios

A María Luisa Díaz de León y sus hijas

Mujeres se manifestaron días atrás en el diario Reforma por la cobertura periodística del feminicidio de Ingrid Escamilla. ¿Reforma cubrió en forma indebida ese caso? La respuesta es no… pero también sí.

El salvajismo del asesino de Ingrid muestra que un perpetrador de feminicidio no está solo. Sabe que cuenta con la complicidad que eventualmente le darán policías y fiscales sin preparación, pero, sobre todo, sin empatía con la víctima, jueces rigoristas con las pruebas periciales más que con el afán de justicia y, cosa nada menor, una sociedad morbosa frente, o indiferente con, la víctima. Parte de esto último es responsabilidad de nosotros, de los periodistas.

Un día cualquiera vayan a la plaza central de una población media, digamos Tepoztlán. Pregunten cuántas Jornadas o Financieros o Reformas vende el voceador cada día. Todos los diarios serios no venden juntos el número de ejemplares del periódico (es un decir) que exhibe en sus portadas e interiores sangre y sexo.

El morbo, ya se sabe, es un negociazo. Y siempre habrá gente dispuesta a todo para vender. A final de cuentas, ¿qué negocio supera a la pornografía? Pocos.

La prensa de México está obligada a revisar sus paradigmas. Y su congruencia. Decir la prensa es decir dueños y periodistas. Y ojo, de esto no nos gusta hablar EN LA PRENSA a LOS PERIODISTAS. (No puse A LAS PERIODISTAS porque mucho me temo que ni siquiera las hemos tomado en cuenta para ello, ni para la autocrítica, pues).

La Organización Editorial Mexicana ha emprendido un interesante ejercicio de renovación. De unos años para acá contrató a periodistas sólidos y de buena reputación para rescatar unas páginas que aunque siempre tuvieron buenos cronistas y reporteros, eran vistas como parte del sistema priista de comunicación.

Pero esa organización, que ha recuperado terreno en la información seria, fue la misma que -como Reforma y El Universal- hace negocio con sexo y sangre.

Así como la prensa española ha venido desterrando de sus páginas los anuncios de prostitución que podrían estar inflando los negocios de la trata; de esa misma forma, en medio de la crisis de violencia en general, y de feminicidios y acoso a las mujeres en particular, nuestros medios más importantes (las más grandes televisoras y sus “chicas del clima”, entre otras reatas, perdón, entre otras aberraciones sexistas incluidas) han de iniciar una autocrítica de lo que hemos sido, y contribuido, para generar un ambiente donde el morbo, y no la empatía con la víctima, paga.

Esta no es una acusación. Con casi 30 años de laborar en medios formales he sido y soy parte del problema. Me he reído en redacciones de bromas sexistas y seguro también hice más de una. Toleré discriminación hacia las mujeres. Y nunca renuncié a mi salario en organizaciones que tenían un gran diario, presentable para las buenas causas de México, pero que por la puerta de atrás recibían carretadas de dinero de tabloides que nos provocaban carcajadas, y no indignación, con la “creatividad” para el albur y el sobajamiento, no de políticos poderosos o ricos emproblemados. Qué va. A diferencia de los tabloides de otros países, en nuestro terruño nos hemos burlamos básicamente de los más pobres, total, ni modo que nos demanden. ¿Quién demandaría a emporios norteños, o del Ajusco, o de Chapultepec o de Bucareli? Son pobres, no pendejos.

Reforma publicó una nota sobre la manifestación de mujeres frente a su edificio. Reportó que incluso recibieron y dialogaron con ellas. Lo que no dijeron los buenos periodistas que ahí laboran, es que Metro es una publicación suya. Ni que Metro un día quiso ser un buen tabloide para una gran metrópoli, pero que echaron a la editora en jefa que quiso hacer en esa publicación una buena cobertura de los problemas urbanos, pero que no se prestó a publicar “chichis pa la banda”.

Si eso es nuestro diario más importante, cómo estaremos los demás.

Reitero lo dicho aquí. Que nadie se engañe. No vivimos estos días “una crisis de AMLO”. Es una crisis de los hombres periodistas empoderados de todo nivel que no vimos problema en tener doble cara. Éramos parte de publicaciones prestigiosas, pero nuestras carteras se llenaban también de vender sangre.

Y no hemos hablado aquí de las notas falsas que portales periodísticos “serios” ponen para ver si caemos en el morbo de ver cuánto dinero tiene tal o cual personalidad, cuál fue el despiste (inventado) de zutanita que no nos podemos perder.

Los medios, es decir los periodistas, somos parte de lo que hoy indigna por las muertes y desapariciones de mujeres y niñas en nuestro país. O revisamos nuestros parámetros o pasarán de nosotros, porque no entendimos que estaba tan mal entonces, como ahora.

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