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La manía celular

La telefonía celular es un fenómeno del siglo XXI, aunque teléfonos celulares ya los había años antes. Siendo una realidad contemporánea resulta difícil valorarla, sobre todo para la gente nacida en el presente siglo y que no tiene comparativos de cómo se hacían las cosas antes de que surgiera este maravilloso aparato.

Por principio de cuentas tomemos conciencia de todas las máquinas, aparatos y artilugios que hoy día caben en esa diminuta tableta rectangular: teléfono, videograbadora, radio, tocadiscos, cámara fotográfica, telégrafo, calculadora, televisión, archivos fotográficos, archivos documentales, enciclopedias completas, y un largo etcétera a tenor de las capacidades de quienes los sepan manejar.

Que de pronto la comunicación y la información se vuelvan instantáneos, inmediatos, universales y sin fronteras, sin tiempos largos de espera, sin salir de tu espacio, con sólo manejar teclas, es una experiencia que inevitablemente modifica nuestra percepción de la realidad y las expectativas que del mundo actual tenemos, incluyendo lo que podemos o no esperar de las demás personas, es como si de pronto tuviéramos al mundo en la palma de la mano, es decir, Copérnico y Galileo hicieron que la humanidad se sintiera a bordo de una nave que gira en torno al Sol y sobre sí misma, pero sólo la tecnología del presente nos hace sentir el mundo en la mano, y vivir como si así fuera.

La inabarcable gama de posibilidades para el entretenimiento y la distracción modificaron la manera en que se vive la espera en un restaurante, en la parada del autobús, en una sala de aeropuerto o de médico, en un trayecto, y hasta caminando, o peor aún, manejando, con la inevitable serie de accidentes que hoy engrosan un expediente siempre abierto: muerte por uso imprudente del celular.

Pero, así como en su momento la bicicleta produjo el vicio de usarla a todas horas y para todo, así el celular nos envicia y nos vuelve increíblemente dependientes, de tal forma que salir de casa sin el celular es peor que salir sin ropa.

Este enviciamiento afecta hoy a todo mundo. Hasta antes de la pandemia, las generaciones mayores veían con reticencia este aparato, que además no se animaban por entero a manejar, pero luego del coronavirus aislante, hasta los ilustres miembros de la tercera y cuarta edad se vieron forzados a entrar y entraron tan de lleno, que ahora compiten jubilados con adolescentes en ese ensimismamiento que produce el ubicuo teléfono celular.

Ni siquiera el visionario Julio Verne predijo algo semejante, por lo mismo su universalización e increíbles potencialidades lo hacen portador de una nueva revolución tecnológica, y en especial, informática que necesariamente está modificando la conciencia humana sin que sepamos de momento en qué dirección.

Lo que algunos advierten es la necesidad de establecer equilibrios, por ejemplo, que los niños sigan yendo a la escuela a aprender, a aprender a convivir, a estudiar y hacerlo en común, no a estar embobados en sus celulares hasta en los recreos. Algunos países desarrollados han debido proceder a limitar el uso de los celulares en el aula, sobre todo en los niveles básico y medio, algo que en México apenas se está discutiendo en medio de ideas confusas acerca de los fines y los recursos que se busca implementar.

Desde el nebuloso mundo de la psicología se analiza el celular con relación a las posibles adicciones tecnológicas, sus efectos, y sus posibilidades para generar con mayor éxito psicópatas sociales, en fin, todo un fenómeno con un torrente de beneficios, no exento, como todo, de perjuicios que habrá que manejar.

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