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La clave en la popularidad del Presidente

Un asesinato cada 15 minutos en el sexenio más violento de la historia reciente. La promesa incumplida de resolver Ayotzinapa. Desapariciones masivas y pérdida de territorios a manos del narco. Crisis migratoria en la frontera. Récord de muertes en pandemia. Combate discursivo, pero no ejecutivo, de la corrupción. ¿Por qué nada golpea la popularidad del Presidente?

Primero hay que desmantelar el mito de su popularidad. 

La plataforma Oraculus promedia las principales encuestas públicas de aprobación presidencial desde Ernesto Zedillo. Con 56 meses en el cargo -a punto de cumplir cinco años- AMLO mantiene un 67 por ciento de aprobación. Sin embargo, Zedillo tenía en ese mismo momento un 66 por ciento de popularidad, es decir, ambos están empatados debido al margen de error.  La aprobación de Felipe Calderón estaba en 59 por ciento, Vicente Fox en 58 por ciento y Peña Nieto sotaneaba en el 23 por ciento.  

Si AMLO carece de un respaldo excepcional en comparación con la mayoría de sus antecesores, ¿en qué radica su fuerza? 

De entrada hay un mito que él mismo alimenta por la vía subjetiva y propagandística. Las redes sociales lo retratan como un gobernante cercano y querido por la gente. Si bien hay un impulso artificial de bots y evangelizadores digitales pagados, también se trata de un político que recorrió el país durante casi 20 años, por lo que se mueve bien a ras de suelo y en contacto con la gente. 

La otra parte del mito se complementa con las recurrentes referencias a su popularidad durante la mañanera. Hace unos días presumió la encuesta de Morning Consult que lo ubica como el segundo Presidente mejor evaluado del mundo, sólo después del ministro de la India. 

Sin embargo, este mito sobre sí mismo, alimentado y fortalecido por el aparato estatal, tiene un ingrediente del que carecen los Presidentes en sexenios pasados: la calidad del respaldo. 

Seis de cada diez apoyan a AMLO igual que en su momento a Zedillo, pero el tabasqueño ha conseguido una fidelidad mucho más incondicional entre sus seguidores. Esos seis no sólo contestan en una encuesta que respaldan al Presidente, lo defienden, salen a votar por su proyecto, pero sobre todo le creen y consienten sus dislates. Se puede ser un Presidente popular con una fidelidad débil o una preferencia volátil, muy distinto a tener “soldados” dispuestos a defender a un político y el movimiento que encabeza. 

Allí radica, creo, la diferencia entre la popularidad de AMLO y sus antecesores. 

jonathan.lomeli@informador.com.mx

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