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¿La IA nos vuelve brutos?

Cambié apenas de asistente. Tuve uno muy eficiente durante casi un año. Me ayudaba a buscar y organizar información, redactar correos, agendar eventos y recordatorios. Pero el nuevo asistente prometió más eficiencia.

Llegó el miércoles sin avisar. Lo recibí con entusiasmo. Repasamos algunas tareas básicas y me convenció. Nos pusimos manos a la obra.

En el transcurso del día recibí una invitación a un evento de la Secretaría de Educación Jalisco. Envié la invitación a mi asistente y le pedí agendarla -era el viernes siguiente-, y elaborar una presentación en Power Point con todo lo relacionado con el tema de la reunión. Lo hizo a la perfección.

El viernes llegué puntual al evento con mi carpeta bajo el brazo.

En la puerta del edificio de la Canaco Guadalajara pregunté por el Salón Zapopan. Tras un largo periplo di con el lugar; la puerta tenía una placa dorada con el nombre del salón que buscaba.

Entré sigilosamente. Todo era silencio. En una mesa en herradura, unas 20 personas estaban desayunando. Sólo había un lugar vacío, el mío. La señorita de la entrada me preguntó mi nombre y me indicó mi silla.

Pedí café. Me sirvieron un platito de yogur con frutas y semillas. Había huevitos, chilaquiles, jugo natural. Esa mañana había nadado y tenía mucha hambre.

Nadie hablaba. Miré al comensal de la derecha y parece que mi sonrisita lo animó a romper el hielo.

-Quiso que primero desayunemos -me dijo.  

Supuse que se refería al anfitrión, el secretario de Educación, Juan Carlos Flores.

Busqué algún rostro conocido, pero nada. El mismo comensal, un poco parlanchín, me advirtió:

-Esa de allá es la autora.

Ciertamente, al centro de la herradura, había una mujer sexagenaria. Traté de guardar la calma y alejé, lentamente, la cuchara de mi boca con el último bocado.

-¿La autora?

-Sí -señaló la pantalla frente a nosotros.

Leí con cuidado. Tras respirar profundamente volví a leer. Comprendí que estaba en un desayuno-presentación de un libro. Cosa digna de celebrarse, si estuviera yo invitado.

Me quité la servilleta del regazo y la puse sobre la mesa (mentiría si dijera que no estaba satisfecho). No puedo confiar en este asistente, me reproché. Ese infeliz, pensé, me las pagará.    

-Ya desayuné, pero no estaba invitado al desayuno, perdón -le dije a la señorita de la entrada, y salí corriendo.

Pregunté si había otro Salón Zapopan en la Canaco Guadalajara. Me dijeron que no.

Este imbécil se equivocó, inferí, culpando a ChatGPT Plus en su modalidad de Agente cuya actualización recibí apenas el miércoles de la semana pasada. Se supone que es el futuro de la IA: los Agentes actúan como si fueran humanos e interactúan con otras aplicaciones. No sólo conversa, actúa por ti.

Revisé mi agenda. Estaba yo en el salón correcto, pero en el recinto equivocado. La reunión era en el Salón Zapopan de la Expo Guadalajara. Lo leí claramente en mi agenda y en la invitación que envié descuidadamente -sin revisar a detalle- a mi nuevo asistente.

El bruto fui yo.

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