El desierto y los que en él claman
Versión del texto leído en el Foro Jaliscolectivo
Paz, libertad y justicia social. Ni más ni menos. Y por si no bastara, la pretensión es, conseguir entre todas, entre todos, que los partidos políticos atiendan y repiensen los programas que prometerán, con los que suelen armar la mercadotecnia de sus campañas electorales, aunque, paradójicamente, nunca se reflejen en los gobiernos que en los hechos los elegidos ponen en práctica. Y no es todo, es el momento de imponernos aportar a una propuesta nacional que mane de la sociedad: felicidades a los instigadores de Méxicolectivo y de su versión local, Jaliscolectivo, la iniciativa es loable, y más lo es el ánimo que muestran para que a estas alturas de la experiencia acumulada las elecciones los muevan a la muy mexicana esperanza, la que podemos resumir en dos expresiones: esta vez, a lo mejor sí, o en esta otra, más común, que a tantos sinsabores y descalabros nos ha llevado: no hay peor lucha… etcétera.
Pero no atiendan al sarcasmo implícito, la felicitación es sincera: la vida política del país se sostiene -si pensamos en la política no desde la acepción que mana del juego por el poder al que la clase dirigente la ha reducido- gracias a quienes no desmayan y ponen lo que tienen a la mano para tratar de que en el rumbo de los asuntos compartidos estén consideradas, por ejemplo, la libertad, la paz y la justicia social, y también la democracia y el estado de derecho, concebidos y añorados desde las y los ciudadanos. Concepciones que hoy no sólo conforman la utopía que toda sociedad debe tener, son exigencias que debemos enderezar a las autoridades, a los gobernantes, algunos por el afán de vivir con tranquilidad, y otras y otros, muchísimos, por la supervivencia diaria.
Ante la preeminencia que han ganado los jóvenes como luminoso objeto del deseo electoral, quizá convenga preguntarnos: para ellos, qué denotan esas nociones. Por lo pronto, hoy, no se trata de discurrir sobre semejante cuestión y no hay tiempo para que, mediante el llamado a la libertad, la paz y la justicia social consigamos conmover significativamente su conciencia; lo que sí podemos hacer es comenzar a desmontar algunos prejuicios nuestros. En 1999 el periodista inglés Jonathan Rutherford entrevistó al sociólogo alemán Ulrich Beck, el documento está en uno de los libros de este último, escrito junto con Elizabeth Beck: La individualización. En esa charla Beck afirma: “Debemos debatir: la necesidad de reconocer al individuo como la unidad básica de la democracia, de la república y la organización política.
Todas las viejas concepciones de la clase y de la política presuponían que el individuo y la individualización eran una falsa idea básica que tenía que superarse para poder reconstruir identidades colectivas, organizar la vida política y representar al individuo en la democracia política”. Ulrich Beck opinó en sentido contrario: “Los partidos políticos tienen, en nuestro tiempo, que reconocer la individualización, y no como algo que superar, sino como una nueva forma de democratización cultural y de autoconciencia de la sociedad. Una nueva forma de sociedad en la que la política se relaciona con la libertad individual y con las libertades y derechos políticos en su vida cotidiana. Si los partidos políticos no consiguen comprender esta situación sino que se empeñan en volver la vista a una colectividad o clase dadas [por ejemplo, el pueblo, los pobres o la clase media y los mismos jóvenes], no serán capaces de comprender las fuerzas e ideas políticas de esta sociedad.”
Beck se refiere a unos partidos, a una idea de partidos, que ya no existen, y menos en México, por lo que pedir que comprendan su reflexión es arrojar la simiente a una calera. Sin embargo, el tema no es menor y debemos cuestionarnos: ¿no será necesario, primero, poner por delante este modelo de la individualización -que no es lo mismo que individualismo, lo afirma el alemán- y entonces resignificar la libertad y la justicia social? Es decir, libertad y justicia: qué conmigo, qué con cada cual y así, qué con la sociedad en la que nos desarrollamos, o no. Y entonces la paz se presenta como lo que debe ser: senda y, a un tiempo, destino. En lo que el mismo autor llama: “situaciones colectivas de vida”.
Todo esto pasa por revisar conceptos que van siendo otros; la lista es también de Beck: la familia, la relación entre géneros, el vecindario, la religión, la flexibilidad en el trabajo, la identidad social. En situaciones de crisis sostenemos que debemos volver a valores pretéritos para recuperar el presente, tal vez esto ha contribuido a distanciar a las nuevas generaciones del orden democrático y político, en general, pero sobre todo de aquel según lo entendemos los urgidos por hacer que participen; al cabo, el daño causado por la indiferencia, de los jóvenes y de otro sectores (que asimismo se traduce en que las encuestas electorales en realidad sólo dan cuenta de la popularidad superficial de ciertos personajes), no ha sido únicamente que la calidad de los gobernantes mantenga su tendencia a la baja, sino que sin importar el grupo etario vivimos una libertad con matices grises, experimentamos como cosa casi normal, rutinaria, la ausencia de paz y aceptamos que la justicia social no sea una condición de la vida en común, sino una mercadería accesible a quienes la puedan adquirir o a los que se colocan en calidad de clientela política.
Al final, ¿qué buscamos? ¿Rentabilidad electoral, crear una agenda social? Tendrían que estar unidas. No lo están. Por ello debemos propiciar que un componente ciudadano en las campañas que ya tenemos encima como un alud, sea la memoria compartida, transgeneracional, válida de una narración que apele a individuos, mujeres y hombres, a su inteligencia, no a grupos que por facilismo acomodamos en estancos inconsistentes. Parte del reto es contar la historia de otra manera, para todos, en un entorno del que no acabamos de hacernos cargo.
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