Ecos de los festejos patrios
Recuerdo del poema de López Velarde que “la patria es impecable y diamantina”. Además, “Soy amigo de Platón, pero más amigo de la verdad”. Y, en ese sentido, no puedo dejar de comentar mis impresiones acerca del Grito y del desfile militar.
Es curioso que, sin pretender ser estelar, el Grito se lo llevó, de lejos, “Dulces nombres” (es Dulces nombres porque se llama Jesús María y no hay nombres más dulces que esos) y apellidado de Tarriba, aunque él no pertenezca a nadie. Pero fue la gran figura. Los burlescos establecieron que se parece a “Largo”, el de la Familia Addams, y lo criticaron por el tacuche y por sus gestos. Bola de criticones, porque, a cambio de eso, una muy querida amiga dijo que el sujeto era una guapura y, sin que se enoje la Presidenta, dijo que estaba enamorada de él. Pa’ que vean que, como dijo Rafael “El Gallo”, de todo tiene que haber.
En cambio, la Presidenta quiso convertir el Grito en un acto femenino, lo que me parece muy bien en tanto sean las propias mujeres las que lo hagan. Y así, entendiendo que a nuestra amada Presidenta la trajo de Bulgaria López Obrador, al igual que Pomuceno -hijo de un levantón de sotana que se dio el cura José María Morelos y Pavón también- fue por Maximiliano, pues es bastante entendida en cultura mexicana, desde luego porque a los extranjeros se les hace curiosa. Pero aquí empezamos con las notas, ya que, muy moderna, Claudita decidió quitarle el apellido de casada a doña Josefa Ortiz, que era corregidora no porque estuviera fregando, sino precisamente porque su marido era corregidor; pero, en fin, la fiesta es popular y hay que darle.
También sacó de la plaza de Pátzcuaro (que es la plaza más bonita del mundo, según creo) a Gertrudis Bocanegra y de las tropas del papá de Pomuceno a “La capitana”, que me da mucha pena corregir a la señora, pero debo decirle que casi todos los que anduvieron en ese arguende, con cierto mando, eran criollos; esto es, tenían un papi o mami gachupín/a, y el otro o la otra, de aquí. De tal manera que, si no se fija uno, las mujeres indígenas estuvieron citadas en genérico, pero, de ahí en más, fue un magnífico Grito. Las multitudes delirantes gozaron de un buen Café del Bienestar; las que pudieron, las que no, pues no.
Del desfile tan solo debo decir que, a pesar de que los altos mandos intentaron darle un tono femenino a sus discursos, yo les sugiero que, para la siguiente, pongan a mujeres a hacer discursos que van a ser escuchados por mujeres. Pero también ahí le robaron la escena a la señora Presidenta, ya que metieron a una declamadora que, con voz sonora y estrujada, dijo un poema cuyo autor no conozco, pero que me hizo recordar a mi maestro don Antonio Gómez Robledo, tan determinante en su sabiduría, que decía que lo cursi era lo sublime frustrado.
@enrigue_zuloaga