Ideas

Hacia un nuevo “milagro” de la zapopana

En junio de 1955 el lago de Chapala llegó al nivel más bajo de su historia. El registro marcó una cota de 90.8. La laguna parecía al borde de la extinción. Almacenaba apenas 12 por ciento de su capacidad. Era solo un charco en medio de grandes extensiones de arena. Había que caminar tres áridos kilómetros desde el muelle de Chapala para tocar el agua allá, detrás de la isla de los Alacranes, convertida en una loma. Se acabó la pesca y también el turismo.

Guadalajara no solo se quedó sin un lugar para el fin de semana o vacacionar. La sequía del lago acabó también con la electricidad. Las plantas que la Compañía Hidroeléctrica Chapala construyó en el cauce del río Santiago, ya para entonces en manos de la CFE, estaban secas. El salto de Juanacatlán era solo un muro de piedras áridas. No había energía eléctrica en Guadalajara, ni para los hogares ni para las fábricas. Obreros y amas de casa coincidían en plantones en la Plaza de Armas en demanda de luz. Las autoridades estatales y federales sacaron hasta la última gota de las presas del Lerma para generar algo de luz para Guadalajara. No era suficiente.

El entonces arzobispo de Guadalajara, José Garibi Rivera -un personaje destacado por su inteligencia política- tuvo una idea. Convocó a que todos los templos de la ciudad realizaran una jornada simultánea de oración para pedir a la Virgen de Zapopan, protectora de la ciudad de Guadalajara, patrona contra rayos, tempestades y epidemias, que llenara de nuevo el lago. Quid pro quo: el arzobispo le prometió a la Virgen que si llenaba Chapala, los tapatíos la acompañarían en procesión hasta la orilla del lago recuperado.

La zapopana cumplió; los tapatíos también. En cosa de cien días el lago subió tres metros y medio, un promedio de 3.5 centímetros diarios. Parecía que el lago caminaba, se veía cómo regresaba hora a hora, día a día, cuentan las crónicas de la época. Ese año la Virgen fue acompañada por decenas de miles de tapatíos y chapaltecos que, para agradecer el gesto milagroso -y cuya visita se repite cada año desde entonces-, aunque no fue hasta el 12 de julio de 2009 que se le otorgó el título “Reina y Soberana del Lago de Chapala”, uno más en su haber para esta imagen que concita la fe de los tapatíos.

El “milagro” de la zapopana fue tan reconocido que el ingeniero Enrique Flores Trishler, con toda la ironía que le caracterizaba, se atrevió a decir que llevar a la Virgen cada año al lago debería considerarse como una solución de carácter técnico, pues lo verdaderamente milagroso ocurriría el día que los tapatíos, y particularmente las autoridades, nos pusiéramos de acuerdo en políticas en beneficio del lago más grande del país. Ese sería el verdadero “milagro” porque, como bien dijo otro arzobispo de Guadalajara, está escrito en los Evangelios que Cristo hizo caminar a los paralíticos, ver a los ciegos, e incluso que fue capaz de resucitar muertos, pero no hay un solo testimonio de que haya logrado hacer entender a un diputado necio, o que fuera capaz de hacer que un empresario tarraco pagara el agua, o hiciera entender a los sabios del agua que lo importante no es tener la razón, sino resolver los problemas.

Oremos a la zapopana por un nuevo “milagro”.

diego.petersen@informador.com.mx

Temas

Sigue navegando