Censura blanda: Las voces y plumas no deben callar.
Nos quedamos cortos al decir que el ataque del presidente a la prensa es resultado de haber perdido zonas urbanas del país o por el mensaje recibido de la clase media y algunos sectores progresistas de la sociedad. Tampoco es culpa de la desinformación y la manipulación de los medios. Va más allá.
López Obrador perdió el control de la narrativa y de la agenda. Perdió parte del bono de paciencia de una sociedad que le entregó el beneficio de la duda o le concedía buenas intenciones. Estaba acostumbrado a dominar las conversaciones manejando la percepción por encima de la realidad.
Hoy la realidad está superando a la percepción. No hay forma de ocultarlo. Son malos resultados.
Es de esperar movimientos desesperados por retomar el control. Ataques desde la Unidad de Inteligencia Financiera, desde la Fiscalía General de la República o la constante estigmatización de sus adversarios.
Porque al perder el control de la percepción y de la realidad, el momento ahora es descalificar el hecho mismo, el portavoz, la fuente. No es la falta de medicamentos, son intereses golpistas. No importa que asesinen a 56 activistas en lo que va del sexenio, es un complot contra el gobierno. No importa que la pobreza aumente, son intereses intervencionistas. No son los sobres llenos de dinero en manos de sus hermanos, son los medios que están enojados.
La censura va más allá que apresar a periodistas o vetarlos de los espacios en los que publican. La censura también puede ser blanda cuando se estigmatiza la voz, la pluma o el puño levantado. Olviden el debate, el hecho y el resultado.
El agua del pozo viene contaminada porque lo digo yo.
No se trata de un ejercicio de libertad de expresión y réplica, lo que vemos es una caricatura grotesca de linchamientos y engaños.
Golpes en un entorno polarizado donde las palabras pueden traducirse en violencia. Donde los periodistas y activistas mueren. Lanzas de fuego en una sociedad de pastizales secos.
Es cierto que existen las noticias falsas y deben cuestionarse. Pero levantarse como todopoderoso es un atentado contra la libertad y la democracia.
Los periodistas debemos defender la palabra como búsqueda o acercamiento a la verdad. Debatir con argumentos. No como muestra de poderío. Sino como anhelo a encontrar consensos, abrir debates y despertar criterios.
No queremos la inquisición del periodismo. Ni quemar nuestras palabras en cortinas de humo. Porque todos terminaríamos incendiados y el país ahogándose en cenizas.
Los que tenemos la suerte y responsabilidad de publicar no debemos caer en provocaciones. Tenemos que ser objetivos. No caer en el resentimiento polarizador de ninguna fuerza y no representar consignas.
Si el gobierno tiene buenos resultados decirlo. Pero si hay temas que cuestionar, ahí tenemos que estar.
Las voces y plumas no deben callar.
@JoseiRasso