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Adiós al PES

Cada vez que un partido rémora, esos que existen sólo para existir y mamar dinero del erario, pierde el registro, me dan ganas de ir a La Minerva a festejar como si la selección hubiera derrotado a Alemania… en octavos de final. Celebro que salga del espectro político Nueva Alianza, el partido de “La maestra”, pero más aún la pérdida de registro del Partido Encuentro Social (PES) porque los partidos confesionales, sean evangélicos, católicos o budistas, no deben existir, y menos mientras se nutran de dinero público.

El PES es (muy pronto podremos decir “era”) aunque digan lo contrario, un partido confesional, evangélico que defiende sus causas religiosas en la arena pública. La cada vez mayor pluralidad religiosa en México es una muy buena noticia, habla de una diversidad y una libertad que nos enriquece como país, pero cuando los sistemas de creencias se convierten en grupos de presión política terminan, invariablemente, atentando contra las libertades, aunque en ocasiones sean, paradójicamente, minorías atentando contra otras minorías.

Salvo contadas excepciones, el mundo religioso es por naturaleza excluyente; de este lado la salvación, en el otro la perdición; la gloria acá el infierno allá

La alianza de López Obrador con el PES fue severamente cuestionada por sus propios seguidores, sobre todo los que venían de la izquierda perredista. Coaligarse con un partido confesional parecía a todas luces una contradicción a las ideas libertarias de la izquierda. Hubo todo tipo de interpretaciones sobre esta decisión, desde quienes veían en aquella alianza un acuerdo bajo la mesa con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong (quien, se decía, era la mano que mecía la cuna del PES) hasta quien pensaba que dos puntos serían decisivos en una elección, que en ese momento se veía cerrada y con final de fotografía, como había sido la de 2006. A la postre la alianza no le dio nada. Entregaron aquellos distritos que Morena nunca pensó ganar y hoy tendrá que lidiar con 56 diputados, muchos de ellos fervientes creyentes evangélicos, pero sin partido.

Salvo contadas excepciones, el mundo religioso es por naturaleza excluyente; de este lado la salvación, en el otro la perdición; la gloria acá el infierno allá; los buenos serán elegidos y todos los demás recibirán el castigo eterno, etcétera. La política, la buena política, es, por el contrario, esa gama de grises donde cabemos todos.

El arte de la política es la eterna e inacabada construcción de lo común. En la política deben de caber todas las creencias, pero ninguna por encima de otra, ninguna verdad dada sino acuerdos por construir. Las decisiones en la política deben estar cimentadas sobre el cálculo de los beneficios sociales y no desde la lógica de las creencias. Por eso cuando decimos adiós a un partido confesional como el PES, cuando un partido así pierde el registro es, con todo respeto, como diría el próximo Presidente, motivo para festejar nuestra democracia.

(diego.petersen@informador.com.mx)

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