Ideas

* ¡Para Ripley…!

Estas cosas, que antaño sucedían con bastante frecuencia, ahora son noticia... porque sólo se dan de cuándo en cuándo.

Ayer, en el estadio de las “Chivas”, cualquiera hubiera pensado que los equipos saltaron a la cancha con las camisetas cambiadas; que el tradicional intercambio de playeras, esta vez, se dio antes del partido, y no después, como de ordinario. Por el comportamiento futbolístico de las dos escuadras, cualquier despistado habría pensado que los rayados eran los campeones defensores, y los amarillos la personificación colectiva de la inoperancia.

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Como cuando quitaron lo invicto de 12 jornadas al León, en la penúltima fecha del precedente Torneo de Clausura, las “Chivas”, ayer, hicieron la chica. Dieron, con toda seguridad, la campanada de la jornada.

Los rojiblancos ganaron con autoridad en la cancha y con claridad en el marcador: como para que no quedara ninguna duda de la legitimidad de la victoria; como para que su triunfo no se interpretara como un mero accidente del futbol.

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Lo de menos fue que en el segundo tiempo declinaran notoriamente; que fueran pálida sombra del equipo irreconocible -gratísima sorpresa para sus legiones de seguidores- por el orden, pero principalmente por la disposición para hacer circular la pelota con sentido por toda la cancha, exhibido en la etapa inicial.

Aunque en la segunda parte fueron incapaces, en lo general, de reflejar en su funcionamiento la superioridad numérica que tuvieron durante más de una hora, los rayados se encontraron, como caído del cielo, el penalti que les permitió ganar el partido con nitidez en el marcador, y disipar de un plumazo, por un rato -que así de relativas son las verdades en el futbol-, los negros augurios de las semanas anteriores.

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A reserva de ahondar en los progresos -y, sobre todo, que no hayan sido flor de un día-, vale subrayar lo único criticable de ayer: el afán de Tomás Boy -impropio de un entrenador, de un profesional… y de un adulto- de querer ser la Novia de la Boda y el Niño Dios del Nacimiento.

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Para redondear una jornada excepcional por exitosa, que al mismísimo Ripley hubiera dejado anonadado, el Atlas ganó, el viernes, como visitante del Morelia.

En efecto: que los rojinegros figuren como líderes de la clasificación general (ex aequo con Santos Laguna y “Pumas”), no es error de imprenta ni ilusión de óptica… aunque parezca.

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