Ideas

- Lodo… y sangre

–¡Qué tiempos, señor Don Venancio, en que las guerras previas a las elecciones se limitaban a ser de lodo…!

–Bien dicho, señor Don Simón: ahora son de sangre.

-II-

Ya que el cambio es una ley de la vida, es una pena que dicho cambio, tantas veces, no siempre sea para avanzar…, y sí, muchas veces, para retroceder.

Es el caso. Las campañas deberían ser períodos propicios para confrontar las propuestas de los aspirantes a ocupar cargos de elección popular; propuestas elaboradas a partir de un honesto, serio, objetivo diagnóstico situacional sobre las necesidades, carencias y rezagos de la sociedad; propuestas –es  decir, posibles soluciones— planteadas a partir de la experiencia adquirida en el desempeño de otros cargos por los candidatos, al efecto de que el elector –cada elector— tenga una noción acerca de los destinos del municipio, el estado y el país, gobernados por uno u otro aspirante.

Por desgracia, el propósito de que así fuera se desvirtúa merced a discursos que parecerían partir de la premisa de que los electores son tontos, ingenuos o mentecatos, y pretenden convencerlos de que el candidato que intenta seducirlos con su labia endulzada, llegará al poder, gracias a su voto, provisto de una varita mágica capaz de erradicar –¡plin…!—, con su solo contacto, todas las lacras nacionales: pobreza, inseguridad, injusticia, delincuencia, abandono del campo, carencias en salud, rezagos escandalosos en educación… De que votar por Fulano de Tal implica la garantía, en cuanto su victoria en las urnas será un hecho consumado, de pasar de las penurias a la plenitud; de salir del Purgatorio y pasar  –¡aleluya, aleluya…!— a la Gloria.

-III-

Más allá de las promesas de milagros y portentos, las campañas, como consta en actas, se siguen significando por la eufemísticamente llamada “guerra sucia”: los afanes de desprestigiar a los del changarro de enfrente, lo mismo con calumnias que con difamaciones. No importa que el aludido sea un rata; basta con sembrar entre los electores la sospecha de que quizá lo sea... “Calumnia, que algo queda”, reza el adagio.

Y ahora, adicionalmente, la violencia. Lo que fue una excepción en las elecciones de 1994 –el asesinato de Luis Donaldo Colosio—, se ha replicado exponencialmente en el actual proceso. Ya con Fernando Purón Johnston, aspirante priista a una diputación federal por Coahuila, asesinado el viernes, la cifra de víctimas del actual proceso ronda la centena.

Por lo visto, avanzamos… hacia las cavernas.

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