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Mares y ríos de gente

Ya se respira el eco de FIL, las mareas de gente subieron hasta inhundar el asfalto que bordea los confines de la Expo, con ese ritmo lento y agresivo, distintivo de la aproximación de una gran tormenta.

Y comienza la historia de esta aventura en la que miles, millones de personas se convirtieron en parte del mar de libros. Encontré a demasiados lectores ávidos por descubrir el libro del día, el del año, cuando bien les iba, en el peor de los casos resultó suficiente salir lleno de folletos y con los pies hinchados, ¡ah! pero eso sí, con la satisfacción de haber sido parte de una edición más de la FIL.

La diversión es tomar toda la experiencia con calma. Cada año es exactamente lo mismo, aunque si bien el monstruo del saber es de los siete mares, ya no se puede decir que es un mar en calma, porque ya no es una pequeña feria local a la que se asistía porque no había otra cosa que hacer en “Guadaranch”, ahora es toda una experiencia digna del primer mundo. De ahí que sea llamada la número uno del mercado de habla hispana.

Sí, en esta edición nos quisimos zambullir de forma voluntaria en este océano, nos ha bastado ser peces para lanzarnos a la aventura, todo esto siendo parte del enorme cardumen que se amotina en un estand y luego en otro, para encontrar, ¿qué? todo: libros, gente, eventos, experiencias y un país con sus grandes bondades, su exquisita elegancia y su gente. Porque nos han traído un pedazo de Roma, otro de Milán, otro más de Florencia y un romántico recorrido por La Toscana.

Vivamos entonces con mucho gusto y orgullo estos dos días que nos quedan de FIL al máximo, vale la pena ir con la idea de convertirse en pez y unirse al grupo, separarse, buscar y comprar, y volver a nadar en este lugar.

jp

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