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Sale del mercado para entrar a la historia
El Chevrolet Chevy dejará de ser fabricado en este primer trimestre
GUADALAJARA, JALISCO (07/ENE/2012).- Un muchacho que cumpla 18 años de edad en este 2012, habrá vivido toda su vida al lado de este pequeño auto, el Chevy, que llegó para cambiar el escenario automotor mexicano de una manera que pocos hubieran imaginado.
En 1994, México era un país de autos grandes. Las pocas excepciones eran el Caribe y el Vocho, pero sólo éste último era asequible al gran público. Ni siquiera Nissan tenía un subcompacto que ofrecer, ya que el Tsuru, que cumplía sus primeros 10 años de vida, ocupaba el lugar en el que hoy está el Sentra. Ninguna marca se atrevía a poner un verdadero subcompacto en las calles llenas de Ford Galaxy, Buick Century y Dodge Dart. En esta tierra, los autos se vendían “por metro”. Al menos esto se creía.
Sólo la autoridad de un General para cambiar la voluntad de su tropa. Tal vez por esto General Motors de México se haya decidido a dar el primer paso, importando el Opel Corsa de España, que al arribar a tierras aztecas adoptó el apodo cariñoso de la marca Chevrolet en Estados Unidos y se transformó en Chevy.
Arrollador
El éxito fue tan arrollador, que un año más tarde el Chevy abandonó su acento aragonés (se producía en Figueruelas, cerca de Zaragoza) para adoptar el norteño mexicano, al salir el primero de la línea de producción de Ramos Arizpe, en Coahuila.
Desde entonces más de un millón de autos fueron producidos ahí. El Chevy pasó a ser tan nacional, que hasta tuvo el privilegio de tener un modelo rediseñado por el talento mexicano, cuando el C2 llegó al mercado en 2004.
Pero hay más de un millón de cocheras nacionales que abrigaron al menos una de las versiones del Chevy, ya que tuvimos el sedán, en un principio llamado Monza, luego el Station Wagon y hasta una pickup, nombrada Tornado en México e importada de Brasil.
Conducir un Chevy, empero, no fue un privilegio sólo de los mexicanos, ya que venezolanos, chilenos y colombianos también experimentaron las virtudes de este chico económico, espacioso y aguantador, un auto cuya mayor fortaleza resultó ser su sencillez, aunada a un buen manejo.
Un paisano más
El Chevy fue adoptado completamente por el consumidor nacional. Lo compraron jóvenes solteros, familias, taxis y empresas para sus flotillas. Los fabricantes de accesorios lo aman tanto como los fundadores de los múltiples clubes de Chevy en el país, quienes aún le rinden culto con blogs, revistas y reuniones muchas veces semanales.
El paso del tiempo, sin embargo, es implacable. Hoy, este mexicano de padres alemanes y madre española, más que querido por todos, dirá adiós para dar paso a la producción del moderno Sonic. Algún día, de aquí al 31 de marzo próximo, el último Chevy dejará la línea de producción de Ramos Arizpe. Tal vez lo haga hasta de una manera anónima, discreta como resulta hoy ver a uno de estos autos estacionado en nuestra calle. Es posible que su dueño ni siquiera sepa que no sólo estará manejando un coche lleno de virtudes, sino que estará conduciendo una parte importante e inolvidable de la historia de la industria automotriz en México.
En 1994, México era un país de autos grandes. Las pocas excepciones eran el Caribe y el Vocho, pero sólo éste último era asequible al gran público. Ni siquiera Nissan tenía un subcompacto que ofrecer, ya que el Tsuru, que cumplía sus primeros 10 años de vida, ocupaba el lugar en el que hoy está el Sentra. Ninguna marca se atrevía a poner un verdadero subcompacto en las calles llenas de Ford Galaxy, Buick Century y Dodge Dart. En esta tierra, los autos se vendían “por metro”. Al menos esto se creía.
Sólo la autoridad de un General para cambiar la voluntad de su tropa. Tal vez por esto General Motors de México se haya decidido a dar el primer paso, importando el Opel Corsa de España, que al arribar a tierras aztecas adoptó el apodo cariñoso de la marca Chevrolet en Estados Unidos y se transformó en Chevy.
Arrollador
El éxito fue tan arrollador, que un año más tarde el Chevy abandonó su acento aragonés (se producía en Figueruelas, cerca de Zaragoza) para adoptar el norteño mexicano, al salir el primero de la línea de producción de Ramos Arizpe, en Coahuila.
Desde entonces más de un millón de autos fueron producidos ahí. El Chevy pasó a ser tan nacional, que hasta tuvo el privilegio de tener un modelo rediseñado por el talento mexicano, cuando el C2 llegó al mercado en 2004.
Pero hay más de un millón de cocheras nacionales que abrigaron al menos una de las versiones del Chevy, ya que tuvimos el sedán, en un principio llamado Monza, luego el Station Wagon y hasta una pickup, nombrada Tornado en México e importada de Brasil.
Conducir un Chevy, empero, no fue un privilegio sólo de los mexicanos, ya que venezolanos, chilenos y colombianos también experimentaron las virtudes de este chico económico, espacioso y aguantador, un auto cuya mayor fortaleza resultó ser su sencillez, aunada a un buen manejo.
Un paisano más
El Chevy fue adoptado completamente por el consumidor nacional. Lo compraron jóvenes solteros, familias, taxis y empresas para sus flotillas. Los fabricantes de accesorios lo aman tanto como los fundadores de los múltiples clubes de Chevy en el país, quienes aún le rinden culto con blogs, revistas y reuniones muchas veces semanales.
El paso del tiempo, sin embargo, es implacable. Hoy, este mexicano de padres alemanes y madre española, más que querido por todos, dirá adiós para dar paso a la producción del moderno Sonic. Algún día, de aquí al 31 de marzo próximo, el último Chevy dejará la línea de producción de Ramos Arizpe. Tal vez lo haga hasta de una manera anónima, discreta como resulta hoy ver a uno de estos autos estacionado en nuestra calle. Es posible que su dueño ni siquiera sepa que no sólo estará manejando un coche lleno de virtudes, sino que estará conduciendo una parte importante e inolvidable de la historia de la industria automotriz en México.