Suplementos
Memorias de radio
Estas ruinas
GUADALAJARA, JALISCO (24/JUL/2016).- Debo reconocerlo: he sido un mal radioescucha. No me lo digan, porque sé de memoria que la radio es un medio fascinante, que ha hechizado a las audiencias por decenios. Sé que está asociada con la educación musical y sentimental de varias generaciones de mexicanos (alguna vez conocí a un catedrático que afirmaba que las notas características de las campanitas de la XEW le ponían la piel chinita). Voy más allá. Tengo amigos que han dedicado su vida, o al menos algunas tardecitas, a la mayor gloria de la radiodifusión, ya sea como productores, locutores, reporteros o profesores. Sin embargo algún gen torcido en mi mente me ha impedido engancharme al medio de sus sueños. Lo acepto como un defectazo. Pero qué quieren: a veces uno le toma cariño a sus defectos (hace unos minutos acabo de leer una entrevista con el buen escritor argentino Patricio Pron en la que acepta que la cinematografía no le interesa: para mí eso es una blasfemia, tal como, supongo, mi poco interés en la radio les parecerá a muchos).
Quizá mi poco apego a las ondas tenga que ver con el hecho de que mi madre era muy dada a escuchar programas al azar, a los que no les prestaba la menor atención. Manejaba su pequeña brasilia con tal concentración que se olvidaba que había encendido la radio y lo mismo escuchábamos los noticieros que los horóscopos y lo mismo una sinfonía de Beethoven que un programa de canciones dedicadas en Radio Ranchito (estación que, me parece, ya no existe, aunque no pienso recorrer el cuadrante para comprobarlo). Años después, en mi adolescencia, intenté recurrir a la radio para conocer música diferente a la que mis hermanos llevaban a la casa. Fue complicadísimo, por no decir que un fracaso total. Fuera de algunos programas de Radio Universidad (“El despeñadero” y “Submisión”, entre otros) casi nada de lo que topaba me provocaba el menor entusiasmo. Aunque durante fugaces épocas las estaciones populares transmitían música que me interesaba (la moda del “rock en tu idioma” o la llamarada del “rock alternativo”, a principios de los noventa), lo usual era que refrendaran el único truco que han escondido en la manga todos estos años: machacar la misma parrilla de pop desabrido, oldies apolillados y canciones “payoleadas”.
Capítulo aparte merecen los locutores. Sé (sí, también lo sé), que hemos tenido en el cuadrante local periodistas sensacionales, analistas estupendos, comentaristas agudos y cultos, abnegados evangelistas de la música y demás garbanzos de a libra. Pero debemos reconocer que han sido minoría. Lo abundante durante mi juventud fueron los merolicos que encimaban la voz a las canciones para decir lo primero que se les atravesaba por la lengua (no digo por la mente porque me temo que había varios encefalogramas planos por ahí). Por eso, porque casi no hallaba nada que oír que no fuera predecible, aburrido o tonto de capirote, dejé de escuchar radio hace más de veinte años.
Hace unos días, luego de discutir este asunto con un par de amigos apasionados, hice el experimento de volver al cuadrante. Pese a que hay excepciones musicales y de ideas (RMX me parece una mejor estación, en general, que el resto de las comerciales; Radio Universidad es, como desde hace años, el mejor refugio para quien no quiere oír puro pop romo; algunos héroes dan la lucha en programas aislados de diferentes estaciones…), es como si no hubiera pasado el tiempo. La mala radio sigue donde la dejé. Y la buena, que la hay, me parece que está cada vez más en otro lado: en las estaciones independientes de internet.
Quizá mi poco apego a las ondas tenga que ver con el hecho de que mi madre era muy dada a escuchar programas al azar, a los que no les prestaba la menor atención. Manejaba su pequeña brasilia con tal concentración que se olvidaba que había encendido la radio y lo mismo escuchábamos los noticieros que los horóscopos y lo mismo una sinfonía de Beethoven que un programa de canciones dedicadas en Radio Ranchito (estación que, me parece, ya no existe, aunque no pienso recorrer el cuadrante para comprobarlo). Años después, en mi adolescencia, intenté recurrir a la radio para conocer música diferente a la que mis hermanos llevaban a la casa. Fue complicadísimo, por no decir que un fracaso total. Fuera de algunos programas de Radio Universidad (“El despeñadero” y “Submisión”, entre otros) casi nada de lo que topaba me provocaba el menor entusiasmo. Aunque durante fugaces épocas las estaciones populares transmitían música que me interesaba (la moda del “rock en tu idioma” o la llamarada del “rock alternativo”, a principios de los noventa), lo usual era que refrendaran el único truco que han escondido en la manga todos estos años: machacar la misma parrilla de pop desabrido, oldies apolillados y canciones “payoleadas”.
Capítulo aparte merecen los locutores. Sé (sí, también lo sé), que hemos tenido en el cuadrante local periodistas sensacionales, analistas estupendos, comentaristas agudos y cultos, abnegados evangelistas de la música y demás garbanzos de a libra. Pero debemos reconocer que han sido minoría. Lo abundante durante mi juventud fueron los merolicos que encimaban la voz a las canciones para decir lo primero que se les atravesaba por la lengua (no digo por la mente porque me temo que había varios encefalogramas planos por ahí). Por eso, porque casi no hallaba nada que oír que no fuera predecible, aburrido o tonto de capirote, dejé de escuchar radio hace más de veinte años.
Hace unos días, luego de discutir este asunto con un par de amigos apasionados, hice el experimento de volver al cuadrante. Pese a que hay excepciones musicales y de ideas (RMX me parece una mejor estación, en general, que el resto de las comerciales; Radio Universidad es, como desde hace años, el mejor refugio para quien no quiere oír puro pop romo; algunos héroes dan la lucha en programas aislados de diferentes estaciones…), es como si no hubiera pasado el tiempo. La mala radio sigue donde la dejé. Y la buena, que la hay, me parece que está cada vez más en otro lado: en las estaciones independientes de internet.