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La raíz del pecado: pereza

Parece, en muchas ocasiones, que el trabajo se ve más como una maldición que como una bendición para el mundo en que vivimos

     Llegamos al final de la serie sobre vicios capitales con la pereza. En términos generales se entiende como negligencia, tedio o descuido para realizar acciones o trabajos; proviene del latín acedia o accidia, y Sócrates dijo que “no es perezoso sólo el que no hace nada, sino también el que pudiendo hacer algo mejor, no lo hace”.
     Tal forma de ver este vicio capital, da lugar a una ética laboral que se contrapone a muchas de las concepciones que nuestra sociedad tiene acerca del trabajo, las cuales podemos reconocer de frases como “gracias a dios es viernes” (nótese que está en minúscula), con lo que se hace alusión a que por fin se va a dejar de trabajar para pasar al “descanso” y a la diversión. Otra más dice: “El trabajo es tan malo, que hasta te pagan por hacerlo”; sin comentarios.
     Parece, en muchas ocasiones, que el trabajo se ve más como una maldición que como una bendición para el mundo en que vivimos, donde una forma de medir el éxito es con las horas de diversión que se pueden tener por semana; la productividad es secundaria, mientras que la diversión es prioritaria. Así es como se llega a la negligencia y a la segunda parte de la sentencia de Sócrates, que se compaginan perfectamente con lo que leemos en el libro de los Proverbios (18, 9): “El que es negligente en su trabajo es hermano del destructor”. Debemos entender que el trabajo es un privilegio y, para darle un sentido trascendente, como un “don de Dios y como participación en la creación, redención y servicio de la comunidad humana” (Art. 17 de la Regla de la Orden Franciscana Seglar).
     Otra versión de la pereza es la de las “personas del mañana”: dejamos el tornillo flojo de la puerta para cualquier otro día que no sea hoy, la montaña de platos sin lavar, el memorándum que hay que enviar, el cliente que quedamos de pasar a ver, etc. Y como dice el Eclesiastés (10, 18): “Por la holgazanería se cae la techumbre, y por falta de cuidado en casa hay goteras”. Las personas perezosas se acostumbran a una forma de vida de fracaso; si se analiza con objetividad a alguien que continuamente fracasa, lo más probable es que se encuentre ahí un perezoso o una perezosa. Pero el perezoso siempre tendrá una excusa y siempre estará lleno de habladurías, pues es hombre de lengua fácil y rápida, pero lento para la acción. En la educación, el holgazán reprueba, copia en exámenes y las tareas, pierde años y no se gradúa. La pereza lo lleva así a la mentira y al fraude.     
     En la vida de un cristiano auténtico no hay lugar para la pereza, pues, en primer lugar, a Dios sólo puede ofrecérsele lo mejor de todo. ¿Cómo ofrecer un trabajo mal hecho, o una negligencia o un “mañana lo hago”? Recordemos la parábola de los talentos (Mt 25, 14-30), en la que el siervo perezoso es condenado al castigo eterno. Y recordemos que la fe se demuestra con obras, pues “de la misma manera que el cuerpo sin el alma está muerto, así la fe sin las obras está muerta” (Sant 2, 26). Y qué decir de quiénes somos, ya que son nuestras obras las que nos definen, pues está escrito que “por sus frutos los conoceréis” (Mt 12, 33) y, en el plano humano, nada más cierto que eso.
     Como en casi todos los casos de defectos y vicios, el primer paso para salir de ello es reconocer su existencia. Si se piensa que solamente porque en algún lugar de la Escritura se dice que los lirios del campo no trabajan ni hilan, y entonces Dios proveerá, al creerse como el lirio del campo se ha llegado por soberbia a la pereza y esto es uno de los más seguros caminos a la pobreza (Prov 6, 9-11), entendida como privación voluntaria que en nada enaltece y se contrapone a la pobreza evangélica.
     El segundo paso es establecer prioridades y administrar correctamente el tiempo, pues hay tiempo para todo como lo dice el Eclesiastés (3, 1-8). El aprovechamiento adecuado del tiempo nos llevará, muy probablemente, al éxito. Las ideas que hay que recordar siempre son que primero es el trabajo y luego la diversión; primero el deber y luego el placer. Que el Señor nos bendiga y nos guarde.

Antonio Lara Barragán Gómez (OFS)
Escuela de Ingeniería Industrial
Universidad Panamericana
Campus Guadalajara
alara(arroba)up.edu.mx

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