Suplementos
Hacienda San Francisco
Un vieja casual adquiere tintes especiales cuando aparece en el horizonte esta maravillosa construcción
GUADALAJARA, JALISCO (17/MAY/2015).- Al Este del Cerro el Lobo y al Noreste del Cerro el Guajolote, se encuentra la hacienda llamada San Francisco, asentada en suelo potosino. Una fresca mañana, Marisol y yo partimos gustosos con dirección al cautivante Estado de San Luis Potosí.
El plan era acercarnos a algunos preciosos sitios del Sur de San Luis y luego a la capital. De Lagos de Moreno, nos seguimos por el autopista a San Luis y luego nos desviamos a Villa Arriaga para continuar por la carretera libre, pasando Tepetates, viramos a la derecha por el camino a San Francisco, en breve tiempo estábamos atravesando el poblado, que tomó el nombre de la hacienda, miramos la capilla del hermano de Asís, con puerta arqueada abrazada por dos campanarios de un solo cuerpo y cubiertos por cúpula.
Después seguimos por el camino a Bledos, y al salir, fuimos sorprendidos por un monumental e insólito arco escarzano, soportado por medias columnas dóricas, enmarcado por pilastras de igual orden. Arriba del arco, un ovalo revela el año 1864. El bizarro friso, dentado y con círculos con una flor y tres barras verticales entre ellos. Arriba de la cornisa hay vestigios de una barbicana, embellecida por almenas y volutas con flor. El arco comprende un cuarto a cada costado, con otro arco posterior, que enmarca con donaire a la casa grande, una pilastra dórica de por medio.
Nos adentramos al extenso potrero del casco, delimitado por un grueso y alto muro de adobe, del lado izquierdo daba paso a una puerta con marco de piedra rosa y rematada por una barbicana. Apreciamos las tapias de la mezcalera, reforzada por contrafuertes cuadrados y en medio circulo; una troja, con tres puertas, marcos de piedra rosa, arriba respiraderos horizontales, por remate una cruz, y reforzada por contrafuertes; al costado norte, la capilla, que es la misma del pueblo, pero su entrada original fue tapada, ladrillos aparentes figuran el arco, comprendido por medias columnas, que suben a la cornisa, arriba, la ventana coral, vertical, los campanarios similares o sea que cuenta con cuatro, uno sólo tiene campana. Enseguida, otras trojas y dan vuelta otras más.
La casa grande, es el corazón del casco, fue trazada con un fabuloso portal, de siete arcos, todos en medio punto, excepto el de en medio, que fue escarzano, soportados por columnas cuadradas con capiteles dóricos, arriba de cada columna sale una gárgola y sobre el cornisamento, posa una barbicana en el eje del arco escarzano, con volutas y entre ellas la inscripción: “1832 M M”. Cada arco corresponde con una ventana y el central, con la puerta principal, las ventanas, verticales, con forja y con elegante remate, con flores y hojas. La puerta alta y con un friso similar al del arco de la entrada, reforzada por unos arcos laterales. Los muros del pórtico fueron animado por pinturas de diversos parajes.
El romántico portal fue comprendido por una recámara a cada extremo, con una ventana vertical, con forja y postigo, embellecida por un elegante remate, con alcachofas suspendidas, una puerta abre al portal. Las dos grandes hojas de madera de la puerta principal estaban entreabiertas, nos invitaron a pasar. El amplio zaguán, con arco suspendido, decorado por alcachofas, nos mostró el fantástico patio de cuatro corredores, de cinco arcos en medio punto cada uno, sostenidos por capiteles dóricos y columnas redondas, donde varias puertas abren a varios cuartos, unos con entrepaños empotrados en sus gruesos muros.
La fachada este, luce una espadaña y la presa, fue nombrada Santa Matilde. La hacienda se dedicaba a la cría de ganado menor y al cultivo de mezcal, pues el alma del sitio era la activa y productiva mezcalera. En los inicios del siglo XIX, era de la familia Gándara, luego, pasó a la familia Soberón. Posteriormente la adquirió Deogracias Alonso, y en los albores del siglo XX, fue de la familia Lozano. “Rescatable joya arquitectónica”.
El plan era acercarnos a algunos preciosos sitios del Sur de San Luis y luego a la capital. De Lagos de Moreno, nos seguimos por el autopista a San Luis y luego nos desviamos a Villa Arriaga para continuar por la carretera libre, pasando Tepetates, viramos a la derecha por el camino a San Francisco, en breve tiempo estábamos atravesando el poblado, que tomó el nombre de la hacienda, miramos la capilla del hermano de Asís, con puerta arqueada abrazada por dos campanarios de un solo cuerpo y cubiertos por cúpula.
Después seguimos por el camino a Bledos, y al salir, fuimos sorprendidos por un monumental e insólito arco escarzano, soportado por medias columnas dóricas, enmarcado por pilastras de igual orden. Arriba del arco, un ovalo revela el año 1864. El bizarro friso, dentado y con círculos con una flor y tres barras verticales entre ellos. Arriba de la cornisa hay vestigios de una barbicana, embellecida por almenas y volutas con flor. El arco comprende un cuarto a cada costado, con otro arco posterior, que enmarca con donaire a la casa grande, una pilastra dórica de por medio.
Nos adentramos al extenso potrero del casco, delimitado por un grueso y alto muro de adobe, del lado izquierdo daba paso a una puerta con marco de piedra rosa y rematada por una barbicana. Apreciamos las tapias de la mezcalera, reforzada por contrafuertes cuadrados y en medio circulo; una troja, con tres puertas, marcos de piedra rosa, arriba respiraderos horizontales, por remate una cruz, y reforzada por contrafuertes; al costado norte, la capilla, que es la misma del pueblo, pero su entrada original fue tapada, ladrillos aparentes figuran el arco, comprendido por medias columnas, que suben a la cornisa, arriba, la ventana coral, vertical, los campanarios similares o sea que cuenta con cuatro, uno sólo tiene campana. Enseguida, otras trojas y dan vuelta otras más.
La casa grande, es el corazón del casco, fue trazada con un fabuloso portal, de siete arcos, todos en medio punto, excepto el de en medio, que fue escarzano, soportados por columnas cuadradas con capiteles dóricos, arriba de cada columna sale una gárgola y sobre el cornisamento, posa una barbicana en el eje del arco escarzano, con volutas y entre ellas la inscripción: “1832 M M”. Cada arco corresponde con una ventana y el central, con la puerta principal, las ventanas, verticales, con forja y con elegante remate, con flores y hojas. La puerta alta y con un friso similar al del arco de la entrada, reforzada por unos arcos laterales. Los muros del pórtico fueron animado por pinturas de diversos parajes.
El romántico portal fue comprendido por una recámara a cada extremo, con una ventana vertical, con forja y postigo, embellecida por un elegante remate, con alcachofas suspendidas, una puerta abre al portal. Las dos grandes hojas de madera de la puerta principal estaban entreabiertas, nos invitaron a pasar. El amplio zaguán, con arco suspendido, decorado por alcachofas, nos mostró el fantástico patio de cuatro corredores, de cinco arcos en medio punto cada uno, sostenidos por capiteles dóricos y columnas redondas, donde varias puertas abren a varios cuartos, unos con entrepaños empotrados en sus gruesos muros.
La fachada este, luce una espadaña y la presa, fue nombrada Santa Matilde. La hacienda se dedicaba a la cría de ganado menor y al cultivo de mezcal, pues el alma del sitio era la activa y productiva mezcalera. En los inicios del siglo XIX, era de la familia Gándara, luego, pasó a la familia Soberón. Posteriormente la adquirió Deogracias Alonso, y en los albores del siglo XX, fue de la familia Lozano. “Rescatable joya arquitectónica”.