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Estrellita de Manuel M. Ponce

Pirita y Jade

Estrellita de lejano cielo
Que sabes mi querer
Que miras mi sufrir


Si es cierto que el ojo sólo puede ver alrededor de dos mil estrellas en un determinado momento, entonces ¿cuál es la que dirige únicamente su mirada hacia mí? De todo ese mar infinito de luces colgadas en el firmamento, ¿cuál conoce lo que quiero y lo que sufro? Manuel María Ponce Cuellar, nacido en Fresnillo, Zacatecas, en 1886, compuso Estrellita, canción que lo hizo famoso en todo el mundo pero que, por negligencia, ni él ni su disquera la registraron a su nombre, como recuerda la Sociedad de Autores y Compositores de México.

 Lo cierto es que esa pieza es una más de las muchas que dejó uno de los músicos y compositores más importantes que ha dado nuestro país y que supo combinar el folklore mexicano “con el estilo romántico de su época”.

 Estrellita se convirtió en una de las preferidas de la producción de Ponce, y era interpretada en recitales, reuniones, convivencias familiares, tertulias entre amigos, y hasta por corazones súbitamente desamparados y afligidos. Particularmente encontró eco en muchas almas femeninas, identificadas por la poética contradicción que encierra esa esfera de gas caliente y brillante, que es una estrella, al estar rodeada de millones de ellas y tener su propia y única luz, para poder brillar solitaria, como alma errante, ciega e ignorante de su inmóvil transcurrir.  

Baja y dime si me quiere un poco
Porque ya no puedo sin su amor vivir


¿Y qué sucede cuándo nos colgamos de una estrella? ¿Alguien puede saber de nuestra existencia, acercar su aliento de amor o compañía tan sólo guiado por ella? Al menos así se escribe en el Evangelio de San Mateo, al hacer alusión a la Estrella de Oriente: “¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo”, se cuenta en el capítulo II, al mencionar la visita de los magos. Pero esa estrella, también nombrada Estrella de Belén ¿a quién ha escuchado para bajar y animar a quien tiene el dolor convertido en días grises? Nada más que el misterio y la fe para alcanzar a descifrar lo que no se puede nombrar, lo que no se puede explicar. Pero ¿se puede entender?


Tú eres estrella mi faro de amor
Tú sabes que pronto he de morir


Seguramente muchas agujas se gastaron al repetir una y otra vez, en aquellos fonógrafos de estructura portentosa, la versión de Estrellita interpretada por Federico Arturo Guízar Tolentino, mejor conocido como Tito Guízar, tapatío auténtico nacido el 8 de abril de 1908, 40 años antes de que, también en abril, muriera Manuel M. Ponce. ¿Cuántas de nuestras abuelas y bisabuelas no sentían en su pecho pequeños golpeteos de emoción cuando escuchaban a Tito? Porque, nadie lo puede negar, era alto, guapo, de ojos claros, y con esa simpatía y gallardía que hoy tanto escasea entre los caballeros. Además ¡qué bien cantaba! Estampa común era ver caer los suspiros como pájaros malheridos ante el buen y educado timbre de quien debutara en el Teatro Degollado (1924) a los 16 años, en la coincidencia de que el gobernador interino de Jalisco era nada más y nada menos que su tío Francisco Tolentino. Por otro lado, el alumno de Raffaele Attilio Amadeo Schipa, el gran tenor Tito Schipa, destacó ampliamente como actor. ¿En dónde puede ubicarse a esa espléndida pareja formada por José Francisco (Tito Guízar) y Crucita (Esther Fernández), que tantas emociones despertaron en la primera película mexicana que mereció estreno en Estados Unidos ¡y con subtítulos en inglés! realizada en 1936 con la dirección de Fernando de Fuentes, que conocemos como Allá en el rancho grande. No en vano se decía que Tito era la versión latina de Roy Rogers. Y así lo fue hasta su muerte, en 1999.


Baja y dime si me quiere un poco
Porque ya no puedo sin su amor vivir


Si, sea la estrella que sea, que venga y diga si ella me quiere un poco. ¿La estrella celeste? ¿La estrella de mar? Y si es esta última, que sea la de cinco brazos, de las pentámeras, para sentir multiplicados los abrazos, aunque la piel esté armada de espinas. ¿Que si es la estrella de mar? No importa, pues sabe que el amor tiene más existencia que sus 500 millones de años, y que es único y no se encuentra en ninguna de entre sus seis mil especies. Si en el universo se trata de millones, en el mar de tantas miles ¿cuántas tiene el corazón? Porque de algo estoy  seguro: que no quiero que sea una estrella de la música, ni estrella artística, ni estrella estrellada. Que sea la que dijo Ponce: “la que sabe mi querer y mira mi sufrir; esa, mi estrella, la mía, la que me mira, la que sabe mi deseo. Es esa. Ninguna otra más”.

davidguerrero.lemus@gmail.com

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