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Esouxia

La exousia de Jesús se manifiesta radicalmente al fin del Sermón del Monte

     La palabra exousia representa ciertamente un concepto difícil. En el Evangelio de San Marcos (1, 22) leemos que Jesús fue a la sinagoga y empezó a enseñar y “todos se maravillaban de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de la ley”. El evangelista le aplica la palabra exousia a Jesús de acuerdo con el significado de autoridad, facultad para hacer algo, libertad para obrar de una manera determinada. También se trata de una autoridad que no se impone, sino que se manifiesta en la entrega por medio de una acción que se pone al servicio de los demás.

     La exousia de Jesús se manifiesta radicalmente al fin del Sermón del Monte (Mt 5, 1-12) cada vez que expresa las palabras “Pero yo les digo”. En el mismo evangelio Jesús declara que no ha venido a derogar la ley ni los profetas, “sino a perfeccionarlas” (Mt 5, 17). Esta es la novedad que el Señor nos trae, pues confirma toda la Ley anterior, pero a su vez le da una nueva interpretación y con esto se coloca sobre la misma Ley (que no podía ser modificada ni alterada), y aún sobre Moisés (el gran legislador, que se aparece junto a Él en la transfiguración), revelando su identidad como el Hijo unigénito de Dios. Desde esta perspectiva, Jesús recalca la validez de la Ley en sí misma y enfatiza dos cosas: (1) Que la Palabra se cumplirá, que tiene matiz divino y que es revelación, pues “mientras no pasen el cielo y la tierra, ni un punto ni una coma desaparecerán de la ley hasta que todo se cumpla” (Mt 5, 18), lo que implica que (2) Su palabra es una norma que no se limita a una simple información. Por consiguiente, es preciso comprender y aceptar que la palabra escrita es un estilo de vida (Cfr. Mt 5, 19), que identifica nuestra manera de ser y de actuar con el propósito de entrar en el reino de Dios (Mt 5, 20).

     La exousia de Jesús la enfoca Benedicto XVI en su primer libro “Jesús de Nazaret” a través de sus palabras “Pero yo les digo”. Esta declaración es radical, y lo que Su Santidad nos enseña es lo que el estudioso judío Jacob Neusner afirma: “En cuando a la enseñanza sobre la ley, Jesús no añade nada nuevo; sin embargo, Jesús le añadió algo fundamentalmente trascendente: Él mismo”. Esto es, Jesús no vino a darnos una nueva ley, sino vino a darse a Sí mismo a nosotros. Y no nos vino a dar una nueva ley, porque la que ya existía y existe hasta el día de hoy, es la ley de Dios, la ley natural que el Señor ha inscrito en nuestros corazones (Rom 2, 15). Esta ley se puede encontrar en muchas partes: en las enseñanzas de Sócrates, Moisés, Buda, Lao Su, tanto como en las tradiciones de Egipto, Noruega y de los nativos americanos. Todos enseñan a no mentir, no matar, no cometer adulterio o deshonrar al padre o la madre. En ese sentido se puede decir que todas las religiones son iguales.

     La exousia de Jesús comienza con el “pero yo les digo que si su justicia no supera la de los maestros de la ley y la de los fariseos, no entrarán en el reino de Dios” (Mt 5, 20). En los versículos siguientes N.S. Jesucristo retoma tres mandamientos: no matarás (Mt 5, 21), no cometerás adulterio (Mt 5, 27), no levantarás falso testimonio (Mt 5, 33), y retoma la tradición mosaica sobre el divorcio (Mt 5, 31). Los confirma todos, pero les agrega el “Pero yo les digo” para darles un nuevo matiz, un nuevo espíritu que va más allá de la norma y la obligación a la intención y la motivación que se tiene al realizar alguna acción. Con esto se le da lo propio y específico de la fe cristiana.

     Ser cristiano significa seguir las enseñanzas de Jesús, tal como él las dio, sin quitar ni añadir. La recompensa es la felicidad verdadera, la paz y el gozo en el espíritu en esta vida y la corona de la vida eterna al transitar a la morada del Padre. Que el Señor nos bendiga y nos guarde.

Antonio Lara Barragán Gómez OFS
Escuela de Ingeniería Industrial
Universidad Panamericana
Campus Guadalajara
alara@up.edu.mx    

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