Suplementos

Entre las piernas

¡Brillante!

GUADALAJARA, JALISCO (07/AGO/2010).- El viernes pasado (30 de julio) fui al estreno de La Nueva Alejandría, puesta en escena dirigida por Lydia Margules y lo único que puedo decir de entrada, es que me pareció muy triste que hubiera asistido tan poca gente. Hubo quien lo atribuyo al partido de las Chivas, pero la verdad es que quién sabe cuál haya sido la razón.

Pena siento por los que no fueron, pues se perdieron de un trabajo rico, y cuando digo esto me refiero a todos los sentidos. El texto de Verónica Musalem es bastante interesante; se basa en cinco personajes de la mitología griega para mostrar que las mujeres hoy somos básicamente las mismas de hace siglos, aunque no seamos iguales.

La puesta en escena de Margules me pareció brillante, con una escenografía limpia, ligera y extremadamente atractiva.

Encontré sobre el escenario un estupendo cuadro plástico que cambiaba de un momento a otro, acentuando su transformación con luces rojas y verdes; figuras con movimientos cortos y repetitivos, que en ocasiones parecían planas sombras y, en otras, seres en tercera dimensión estáticos; diálogos interminables, y lo más hermoso de todo es que no había piernas que obstruyeran mi mirada.

Viviana Amaya (Penélope), Aurora Cano (Medusa), Mariana Gajá (Circe), Lourdes Echevarría (Clitemnestra) y Aída López (Eurídice) captaron mi atención desde el principio. Debo decir que me sentí más cercana a Cano, probablemente por tenerla casi enfrente o quizá por esa curiosidad que desde siempre ha provocado en mi Medusa, el ser monstruoso que convertía a los hombres en piedra con tan sólo mirarlos.

No hubo tercera llamada para dar inicio a la obra, sino un hombre en el lobby del Teatro Experimental de Jalisco con una especie de escenario móvil de títeres, que pasaba uno a uno recortes y pequeñas escenografías narrando una historia inaudible.

No alcancé a ver ni siquiera estirando el cuello, así que decidí hacer a un lado ese momento para intercambiar palabras con un par de amigos, en lo que se abría la puerta hacia el foro. Una vez dentro, tomé mi sitio en la segunda fila, lista para dejarme atrapar por esos seres mitológicos reunidos en un lugar, quizá un barco o un puerto.

El cuadro se completó con la presencia del hombre que minutos antes estaba fuera, entonces supimos que era Caronte, el barquero del Hades; un tipo cansado de la existencia de esos personajes risorios y dispuesto a reunirlos para que de una vez por todas se devoraran entre sí. No pasó. Penélope, Medusa, Circe, Clitemnestra y Eurídice continuaron repitiendo hasta el cansancio sus historias de vida, su hartazgo por lo que fue y permanece; la ira contenida sobre lo que nunca podrá ser cambiado.

Escuché todo... y eso me encanta. Siempre que asisto a ver una obra de teatro pongo especial atención en el tono de voz manejado por los actores, desde dentro, profundo e intenso. Así percibí el de las cinco mujeres sobre el escenario.


También suelo atorarme en la escenografía; estoy cansada de las mámparas con cuadros colgantes. Si en la pintura me brinca el abstraccionismo, debo decir que ésta es mi corriente favorita en el arte teatral, porque me da la oportunidad de recrear en mi pensamiento aquello que se encuentra sobre el escenario, y eso -gracias- me lo dio Lydia Margules con su propuesta escénica.
Creo que no vale la pena atorarme en la historia, ya la contaron los reporteros que cubrieron el estreno del montaje, aunque supongo que tendré que decir algunas cosas: los cinco personajes mitológicos coinciden en un paseo en barco hacia la Nueva Alejandría, la intención es enfrentarlos unos a otros, pero éstos, siendo mujeres, se encuentran y hasta comprenden el dolor de sus propios sufrimientos, hasta dejar de lado sus míticas caretas para transformarse en féminas de éste y todos los tiempos.

Quizá la Nueva Alejandría es el mismísimo Hades... ¿quién sabe?

**
Agradecí enormemente, al término de la obra, la oportunidad de charlar con Lydia Margules para preguntarle sobre eso que me impactó profundamente: el diseño del espacio escénico.

“En la concepción del espacio escénico yo trabajo en capas de profundidad. La primera es la que viene directamente del texto y ahí Verónica propone un espacio que no termina de definirse y eso es lo que me parece muy invitante: es un barco, pero también es un faro y un puerto en el texto. De ahí fui construyendo el espacio escénico, a la par que construía la historia interna de los personajes, y los fui situando en una especie de laberinto interno que se exterioriza en su deambular por el escenario. A partir de éstos, (está) un macro laberinto. Creo que ésa es la cuestión más esencial”.

Pregunté también sobre este asunto de dejar al escenario sin piernas, lo cual me encantó, y Margules dijo que ello tiene qué ver con el hecho de que normalmente sus trabajos son presentados en espacios alternativos y la posibilidad de volver al teatro es al mismo tiempo la oportunidad de mostrarlo tal cual es.

“Lo último que quise fue esconder el teatro o vestirlo con las piernas y las bambalinas; al contrario, lo que quise fue mostrar el edificio, los aparatos y eso finalmente se fusiona con la idea de la panza de un barco, donde ves las maquinarias, las cuerdas, todo. Ésa es mi manera de disfrutar estar dentro de un teatro”.

La producción, me dijo, tuvo un costo de 200 mil pesos; lo cual demuestra que con poco dinero se puede hacer un trabajo de gran calidad.

lexeemia@gmail.com

Temas

Sigue navegando