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Encontrarlo no es tan fácil como antes
El Libro Vaquero da sus últimos trotes en Guadalajara
GUADALAJARA, JALISCO (28/ABR/2013).- Y entonces llegó el día en que El Libro Vaquero, como los vaqueros de verdad, comenzó a desaparecer. Llegó el tiempo en que, pese a proclamar que tienen un tiraje de 400 mil ejemplares semanales, el Libro Vaquero da sus últimos trotes en Guadalajara.
Encontrarse con un Libro Vaquero ya no es tan fácil como antes. “Es que depende la Zona donde lo busquen”, afirma Don Mario, antes de pegarle un mordisco a su lonche de carne, con tantas ganas, que se alcanzó a llevar el papel de la envoltura. Es sábado por la mañana y la venta en su puesto de revistas, montado en la confluencia de Américas y Morelos, va lenta. “Aquí la gente no lo busca, pero, ¡huy!, vaya a los puestos del Centro, ¡y allá si hay todavía!”.
Pero ¿Por qué no lo tiene? “Porque aquí casi no lo piden, y aparte, casi no sale. Era semanas, luego mensual y ahora, ¡pues sabe!”.
“Hay cosas que están de moda, y cosas que no. El Libro Vaquero ya hace mucho que no lo está”, reflexiona Vicente, mejor conocido como “el Brujo”, cuyo puesto de revistas está en Libertad y Enrique Díaz de León.
La barba canosa, los brazos cruzados y los movimientos extremadamente lentos, hacen que el Brujo parezca, más que un vendedor de periódicos parezca un venerable sabio de pueblo, uno de esos que salían, por irónico que se lea, en El Libro Vaquero.
Su voz apenas se escucha, pero las ideas del Brujo son claras. “La gente ya no compra casi nada de revistas, no nada más El Libro Vaquero. Se vende cada vez menos de todo. La gente no podría imaginar lo duro que se ha vuelto tener un puesto de revistas”.
Antes de terminar con la plática, el Brujo abre una luz de esperanza entre los nubarrones. “Vaya al Centro, a preguntar, seguro allá venden”.
Avenida Vallarta se transforma en Juárez conforme se aproxima al Centro de la ciudad. Pero en los puestos de revistas, la respuesta sigue siendo parecida cuando se pregunta si tienen a la venta El Libro Vaquero. “¿El libro qué?”, responde la muchacha del puesto que está a un costado del Expiatorio. “No, ese no me llega”, responde el joven que atiende el local que está afuera de la estación de Tren Ligero de Plaza Universidad. “Pero tengo una revista de Zudokus”, trata de enmendar, para no perder la venta.
En otro local, sobre Juárez y Pavo, sí hay un Libro Vaquero, perdido en un mar de sexy-revistas. Pero el ejemplar ya está muy maltratado, más similar a un manuscrito del Mar Muerto, y no tanto a la revistita que antaño entretenía a medio México.
“La gente casi no lo pide, y por eso casi no lo trabajamos”. Quien habla es Lucio Canales, cuyo puesto está sobre Pedro Moreno y 16 de Septiembre. Si, en el meritito Centro de la ciudad, y no, tampoco tiene El Libro Vaquero.
“Hubo una época donde se vendía, y se vendía muy bien. Hasta 50 revistas por semana”, recuerda Lucio. “Ahora ya no. El que si se vende todavía, aunque no tanto, es el Libro Semanal (otra historieta, aunque esta de corte romántico). Esa la compran mucho las señoras”.
Antes de terminar la plática, Lucio recomienda buscar el libro en la Calzada Independencia “allí si se sigue vendiendo”, dice, con la misma convicción con la que los vendedores de otras zonas, decían que se vendía en el Centro.
El Informador/ Francisco González
Encontrarse con un Libro Vaquero ya no es tan fácil como antes. “Es que depende la Zona donde lo busquen”, afirma Don Mario, antes de pegarle un mordisco a su lonche de carne, con tantas ganas, que se alcanzó a llevar el papel de la envoltura. Es sábado por la mañana y la venta en su puesto de revistas, montado en la confluencia de Américas y Morelos, va lenta. “Aquí la gente no lo busca, pero, ¡huy!, vaya a los puestos del Centro, ¡y allá si hay todavía!”.
Pero ¿Por qué no lo tiene? “Porque aquí casi no lo piden, y aparte, casi no sale. Era semanas, luego mensual y ahora, ¡pues sabe!”.
“Hay cosas que están de moda, y cosas que no. El Libro Vaquero ya hace mucho que no lo está”, reflexiona Vicente, mejor conocido como “el Brujo”, cuyo puesto de revistas está en Libertad y Enrique Díaz de León.
La barba canosa, los brazos cruzados y los movimientos extremadamente lentos, hacen que el Brujo parezca, más que un vendedor de periódicos parezca un venerable sabio de pueblo, uno de esos que salían, por irónico que se lea, en El Libro Vaquero.
Su voz apenas se escucha, pero las ideas del Brujo son claras. “La gente ya no compra casi nada de revistas, no nada más El Libro Vaquero. Se vende cada vez menos de todo. La gente no podría imaginar lo duro que se ha vuelto tener un puesto de revistas”.
Antes de terminar con la plática, el Brujo abre una luz de esperanza entre los nubarrones. “Vaya al Centro, a preguntar, seguro allá venden”.
Avenida Vallarta se transforma en Juárez conforme se aproxima al Centro de la ciudad. Pero en los puestos de revistas, la respuesta sigue siendo parecida cuando se pregunta si tienen a la venta El Libro Vaquero. “¿El libro qué?”, responde la muchacha del puesto que está a un costado del Expiatorio. “No, ese no me llega”, responde el joven que atiende el local que está afuera de la estación de Tren Ligero de Plaza Universidad. “Pero tengo una revista de Zudokus”, trata de enmendar, para no perder la venta.
En otro local, sobre Juárez y Pavo, sí hay un Libro Vaquero, perdido en un mar de sexy-revistas. Pero el ejemplar ya está muy maltratado, más similar a un manuscrito del Mar Muerto, y no tanto a la revistita que antaño entretenía a medio México.
“La gente casi no lo pide, y por eso casi no lo trabajamos”. Quien habla es Lucio Canales, cuyo puesto está sobre Pedro Moreno y 16 de Septiembre. Si, en el meritito Centro de la ciudad, y no, tampoco tiene El Libro Vaquero.
“Hubo una época donde se vendía, y se vendía muy bien. Hasta 50 revistas por semana”, recuerda Lucio. “Ahora ya no. El que si se vende todavía, aunque no tanto, es el Libro Semanal (otra historieta, aunque esta de corte romántico). Esa la compran mucho las señoras”.
Antes de terminar la plática, Lucio recomienda buscar el libro en la Calzada Independencia “allí si se sigue vendiendo”, dice, con la misma convicción con la que los vendedores de otras zonas, decían que se vendía en el Centro.
El Informador/ Francisco González