Suplementos

El servicio es un don de Dios

No podemos nosotros hacer nada en beneficio de Dios

     A  Dios no le hace falta nada, no necesita de nadie, no podemos nosotros hacer nada en su beneficio, no necesita ningún favor.

     Pero nosotros sí necesitamos, nosotros sí necesitamos sentirnos incluidos, partícipes de su obra creadora y salvadora.

     Por eso nos da la posibilidad de compartir.

     Existe una tradición prehispánica que  habla de cómo los dioses crearon el mundo en que vivimos.

     La tierra y el cielo estaban pegados, no había un espacio en donde pudiera habitar la humanidad. Entonces los dioses quisieron levantar el cielo, pero buscaron la colaboración de los hombres y, juntos, subieron el cielo como un techo y entre la tierra y el cielo hubo un lugar donde pudo desarrollarse la vida.

     No faltará quien diga:

     -- ¡Cuentos!

     Ciertamente, pero cuentos que llevan una enseñanza implícita. Dios puede hacer lo que quiera, y puede hacerlo solo, sin ayuda de nadie, pero quiere darnos la oportunidad de ayudarle a construir y a embellecer el mundo, quiere que tengamos el privilegio de cultivarlo, de participar en su obra creadora.

     El hecho de comunicar la vida, de cultivar la tierra y hacerla producir, es una muestra de la capacidad que ha puesto en los humannos para hacer un poco de lo que Él hace, sólo que Dios lo hace simplemente con querer y decirlo, y a los humanos nos cuesta sudor y lágrimas para regar con ellas la tierra.

     Otro aspecto del quehacer de Dios es el amor, es lo que más le gusta y lo que mejor sabe hacer.

    Y Jesús pide a cada uno que imitemos a Dios en su amor generoso, incondicional, universal e ilimitado. Y nos enseña que por amor a Dios amemos a nuestros semejantes, a la naturaleza y a todo cuanto existe.

     Nosotros ponemos barreras y condiciones: “a este lo amo porque es de mi raza; a aquel no, porque no es de los míos; y sin embargo, todos, nosotros y ellos, somos de Dios.

     Servir a Dios es, pues, hacer algo de su quehacer, ayudarle a amar, ayudarle a crear, a salvar, a liberar. Todo lo demás es fantasía.

     Quien se empeña en comunicar a Dios para que otros le conozcan y amen, está sirviendo a Dios; quien está cultivando la vida, como la madre que tiene en sus brazos al hijo recién nacido, o el padre que ayuda a que los niños crezcan sanos y alegres, están sirviendo a Dios.

     Quienes cultivan la tierra, quienes estudian para hacer nuestro mundo más habitable, los que se empeñan por la superación humana y espiritual de sus semejantes, están haciendo un servicio a Dios, porque eso es precisamente lo que Él quiere hacer.

     Todo cuanto damos y hacemos en nombre de Dios es una expresión del servicio, y recordemos que Dios quiere nuestra colaboración y nuestra acción:

“Necesito tus pies para seguir andando, necesito tus labios para seguir hablando, necesito tus manos para seguir bendiciendo”.

María Belén Sánchez fsp    

Temas

Sigue navegando