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De Brooklyn a San Ismael

El protagonista vive en Nueva York, con una incipiente carrera literaria

GUADALAJARA, JALISCO (30/ABR/2017).- La nueva novela de Naief Yehya, “Las cenizas y las cosas”, narra las desventuras de Niarf Yahamadi. El protagonista vive en Nueva York, con una incipiente carrera literaria, aunque recibe una misteriosa invitación para ser homenajeado en San Ismael, localidad en el México profundo. Su viaje y otros episodios de su vida se leen en el libro publicado por Random House.

Naief Yehya platicó en entrevista sobre el libro. En cuanto a las referencias biográficas de su personaje, comentó:

-Vivo en Nueva York desde hace 25 años, me tocaron los procesos de gentrificación y el 9/11, de lo que hablo en el libro. Me he vuelto uno más de los locales adoptivos: NY es prácticamente eso, una ciudad de una gran diversidad con gente de todas partes del mundo. Ya tengo mi derecho de antigüedad.

-También hay ciertos guiños biográficos con el personaje con el nombre y su origen, al ser iraní-mexicano.

-Sí, es un poco un juego, obviamente. No se trata de revelar las pocas o muchas claves que pueda haber: compartimos nombres similares, orígenes parecidos, el mismo barrio y demás. Estamos conectados de esa manera, es una especie de eco de mí, una especie de caricatura mía, o yo soy la suya. Es un recurso que utilicé de una manera un poco efectista, quizá. Me parecía interesante reflexionar sobre todos esos momentos no en una persona real ni en un personaje totalmente inventado, sino con una especie de híbrido.

-Hay pasajes donde con humor caricaturizas circunstancias de la vida cultural, como el homenaje en San Ismael. Allí hay un tono onírico, un tando de pesadilla con una pátina kafkiana.

-No niego la cruz de mi parroquia: creo que el aspecto kafkiano es inevitable, es como una cojera, algo que no puedo combatir. Soy kafkiano por naturaleza, es una referencia inevitable: cuando lo leo a la distancia claro que veo que me hizo daño leer a Rulfo, pensar en Comala, o Ibargüengoitia y Cuévano. Son pueblos míticos, artificiales, pero a la vez muy reales, muy presentes y que influyen en San Ismael. Puede tener muchos significados, lo pensé en los años que me tomó escribir esta novela: es un lugar artificial, pero es un collage. Por un lado es un pueblo más progresista, cercano a las ciudades del Norte de México: pueblos desprovistos de historia que han erradicado las evidencias de su pasado y las han sustituido por refaccionarias o concesionarias de comida chatarra. Hay un poco de eso en esa ciudad, que sigue siendo un México profundo. Además es el lugar donde el protagonista regresa a México. Choca con un país diferente, que se comunica de una manera distinta aunque utiliza la misma lengua, la usa de forma distinta. Es el mismo idioma: es algo en los códigos de comunicación lo que está roto. A eso me refiero. No pienso que se encuentre con otro idioma, sino que son códigos de comunicación transformados, que van cambiando.

-Mencionas los años en que escribiste la novela: ¿cómo fue regresar a escribir en el género? Fueron más de 20 años desde que no publicabas novela.

-Empecé a escribir profesionalmente como novelista: mis primeros libros son tres pequeñas novelas. Después empecé a escribir ensayos y luego en ficción sólo publiqué cuento. No había vuelto a escribir una novela primero por razones pragmáticas: tuve hijos. Uno descubre que el privilegio de tener muchas horas juntas de trabajo es demasiado costoso para alguien que tiene una familia. Podemos robar una hora allí, otra allá, pero nunca ocho horas de golpe. Más yo, que trabajo en casa y estuve con mis hijos desde que nacieron hasta ahora que uno tiene 21 años y la otra 17. Para mí era muy difícil embarcarme en un proyecto de largo aliento. Podía escribir ensayos, que me parecen más manejables. No requiere de una búsqueda de un elemento orgánico, algo que tiene la novela. Es algo que genera que aunque se hable de cosas muy distintas haya una fluidez que nos lleva de una cosa a otra sin tropiezos. No sé cómo llamarlo, pienso que es algo orgánico. Esa característica es resultado de muchas horas de trabajo y de mucha concentración. Hay quien sí es novelista por naturaleza, yo creo que no lo soy. Me siento más cuentista, con ambiciones quizá fuera de proporción. Mi propósito es escribir relatos que puedan crear un universo, ofrecer un mundo.

-Una de las reflexiones que haces en la novela es sobre el idioma español en las diferentes condiciones del migrante.

-Me ha tocado ver cómo el idioma se transforma. A los hispanos el idioma nos va separando, crea unas fronteras invisibles para la propia comunidad. Nos une pero también nos separa: entre puertorriqueños y dominicanos, dominicanos y mexicanos… Es inevitable. Además la lengua va cambiando: el inmigrante que lleva más de viente años habla un idioma diferente que el que lleva cinco. Son diferentes niveles de español con niveles de códigos complicados que tiene relación con todas esas variantes. Es una riqueza que podemos ver también como pobreza. En la novela el escritor está en un océano de lectores que no son sus lectores porque no hablan español, o los que sí conocen el idioma están demasiado ocupados en sobrevivir, y además comparten códigos distintos.

-Al tener un personaje escritor hay cierta sátira de la llamada “república de las letras”.

-Siempre hago un poco de sarcasmo de la “república de las letras”. Aunque sea algo maravilloso y genial en lo que he vivido y le tengo gran respeto y cariño. A la vez es un emporio un poco fatuo, lleno de falsedades y de frivolidades y problemas inexistentes. Es una manera socarrona de respetarlo.

-¿Qué autores frecuentas?

-Tengo una grave deficiencia: me he dedicado mucho al ensayo, y mis referencias son más de ensayistas, pocas de novelistas. Por fin pude leer la nueva novela de Álvaro Enrigue, “La historia de mis dientes” de Valeria Luiselli, un par de libros de Levrero, me parecen maravillosos. Yuri Herrera, me gusta muchísimo.

-¿En inglés?

-En ensayo he estado muy interesado en el trabajo de Yuval Harari, un israelí muy interesante. Sigue un poco la vena de los ensayistas muy ambiciosos, expansivos, que tocan todos los ámbitos de la cultura: son antropológicos, ideológicos y tecnológicos a la vez. O Alexander Weinstein, su colección de cuentos “Children of the New World”, es fenomenal. Una última recomendación sería Ted Chiang, autor chino-estadounidense que escribió “Story of Your Life”, en el que se basaron para la película “Arrival”. Lo recomiendo muchísimo, es un cuento que realmente me dejó muy sacudido.

Palmarés

Naief Yehya nació en la Ciudad de México en 1963. Es autor de los ensayos “Guerra y propaganda: medios masivos y el mito bélico en Estados Unidos” (2003), “Pornografía. Obsesión sexual y tecnológica” (2012), “Pornocultura. El espectro de la violencia sexualizada en los medios” (2013), entre otros, además de cuatro novelas y dos libros de cuentos.

EL INFORMADOR / JORGE PÉREZ

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