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Creyentes y crédulos
La siguiente es una encuesta hipotética que podría llevarse a cabo en cualquier lugar de nuestra amada república
La siguiente es una encuesta hipotética que podría llevarse a cabo en cualquier lugar de nuestra amada república, y donde estoy seguro que obtendríamos los mismos resultados. Pregunta: ¿Usted cree en Dios? Respuesta “Sí”. Pregunta: ¿Conoce sus mandamientos? Respuesta: “Más o menos” Pregunta: ¿Obedece los mandamientos de Dios? Respuesta: “Más o menos”. Pregunta: ¿Cómo se cataloga usted en cuanto a conocer y obedecer a Dios? Respuesta: “Más o menos: no robo, no mato y no le hago mal a nadie”.
Considero que la mayoría de los mexicanos podríamos considerarnos como “personas normales”, “ni tan buenas ni tan malas”, y que “más o menos conocemos los mandamientos de Dios y tratamos de seguirlos”. La pregunta, además, de considerar lo que pensamos acerca de Dios, es ¿Qué piensa Dios acerca de esto?
La respuesta la dio el Hijo de Dios, el día que contó una historia que el evangelista Mateo capturó en el capítulo 21, 28-32. Ahí Jesús cuenta de un hombre que pidió a sus dos hijos que fueran a trabajar a su viña; uno le dijo que no iría, pero después recapacitó y fue, mientras que el otro hizo lo contrario: le dijo a su padre que iría, pero a la hora de la hora no fue. Fueron entonces los propios líderes religiosos quienes consideraron que el hijo que verdaderamente honró a su padre, fue aquel que a fin de cuentas cumplió el deseo de quien le mandó a trabajar en su viña.
De manera que, como conclusión de la historia del padre y sus dos hijos, para Dios no basta con decirle “si”, sino que también es necesario hacer su voluntad. Eso hace la diferencia entre un creyente y un crédulo. El creyente toma muy en serio aquello que cree, mientras que el crédulo es rápido para creer, pero lo que ha creído no forma parte de sus valores y fundamentos para su vida.
Imagine que usted va viajando en su auto por la carretera, y al llegar a una curva es detenido por un oficial de la policía de caminos, que le dice: “Más adelante hay un derrumbe en la carretera, por lo que debe bajar la velocidad y circular con mucho cuidado para no tener un accidente”. Usted, como buen creyente, le dice: “De acuerdo, oficial, gracias por la información”, y a continuación hace usted exactamente lo que el policía le dijo: baja su velocidad y circula con mucho cuidado, por lo que no tiene usted ningún accidente.
El crédulo que pasa por la misma situación dice: “De acuerdo, oficial, gracias por la información, creo lo que usted dice”, pero decide seguir manejando a la misma velocidad que viajaba antes de ser detenido. El resultado es que esta persona termina accidentada, a un lado del derrumbe. El problema de este crédulo fue que, aunque dijo creer, sus acciones demostraron que en realidad no tomó muy en serio lo que dijo haber creído.
En el camino de nuestra vida, hay “señales de Dios” que nos advierten “no dependas de la mentira, porque puedes tener un accidente”, o “no engañes a tu esposa ni siquiera con el pensamiento, porque tu matrimonio puede tener un derrumbe”, o “pon atención en la formación de tus hijos, para que al crecer ellos escojan el buen camino”. El creyente toma muy en serio estos mandamientos de Dios y ajusta su vida a éstas y muchas otras indicaciones; el crédulo entiende las indicaciones, dice creer en ellas, pero no las obedece; como consecuencia, los “accidentes” y las “infracciones” son frecuentes en su vida.
Creyentes y crédulos. ¿A cuál grupo pertenece usted?
Angel Flores Rivero
“mailto:iglefamiliar@hotmail.com"
Considero que la mayoría de los mexicanos podríamos considerarnos como “personas normales”, “ni tan buenas ni tan malas”, y que “más o menos conocemos los mandamientos de Dios y tratamos de seguirlos”. La pregunta, además, de considerar lo que pensamos acerca de Dios, es ¿Qué piensa Dios acerca de esto?
La respuesta la dio el Hijo de Dios, el día que contó una historia que el evangelista Mateo capturó en el capítulo 21, 28-32. Ahí Jesús cuenta de un hombre que pidió a sus dos hijos que fueran a trabajar a su viña; uno le dijo que no iría, pero después recapacitó y fue, mientras que el otro hizo lo contrario: le dijo a su padre que iría, pero a la hora de la hora no fue. Fueron entonces los propios líderes religiosos quienes consideraron que el hijo que verdaderamente honró a su padre, fue aquel que a fin de cuentas cumplió el deseo de quien le mandó a trabajar en su viña.
De manera que, como conclusión de la historia del padre y sus dos hijos, para Dios no basta con decirle “si”, sino que también es necesario hacer su voluntad. Eso hace la diferencia entre un creyente y un crédulo. El creyente toma muy en serio aquello que cree, mientras que el crédulo es rápido para creer, pero lo que ha creído no forma parte de sus valores y fundamentos para su vida.
Imagine que usted va viajando en su auto por la carretera, y al llegar a una curva es detenido por un oficial de la policía de caminos, que le dice: “Más adelante hay un derrumbe en la carretera, por lo que debe bajar la velocidad y circular con mucho cuidado para no tener un accidente”. Usted, como buen creyente, le dice: “De acuerdo, oficial, gracias por la información”, y a continuación hace usted exactamente lo que el policía le dijo: baja su velocidad y circula con mucho cuidado, por lo que no tiene usted ningún accidente.
El crédulo que pasa por la misma situación dice: “De acuerdo, oficial, gracias por la información, creo lo que usted dice”, pero decide seguir manejando a la misma velocidad que viajaba antes de ser detenido. El resultado es que esta persona termina accidentada, a un lado del derrumbe. El problema de este crédulo fue que, aunque dijo creer, sus acciones demostraron que en realidad no tomó muy en serio lo que dijo haber creído.
En el camino de nuestra vida, hay “señales de Dios” que nos advierten “no dependas de la mentira, porque puedes tener un accidente”, o “no engañes a tu esposa ni siquiera con el pensamiento, porque tu matrimonio puede tener un derrumbe”, o “pon atención en la formación de tus hijos, para que al crecer ellos escojan el buen camino”. El creyente toma muy en serio estos mandamientos de Dios y ajusta su vida a éstas y muchas otras indicaciones; el crédulo entiende las indicaciones, dice creer en ellas, pero no las obedece; como consecuencia, los “accidentes” y las “infracciones” son frecuentes en su vida.
Creyentes y crédulos. ¿A cuál grupo pertenece usted?
Angel Flores Rivero
“mailto:iglefamiliar@hotmail.com"