Suplementos

Ciencia

La familia de este gran químico, fundador de la Facultad Nacional de Química, contacta a Tapatío

“Fue por ser culto, creyente, por ser creyente fue honesto, y fue por ser todo esto, un mexicano excelente”

Así leía la trémula de Josefina Fernández Agraz de Chávez, en un obituario escrito por el periodista Tomas Perrín sobre su abuelo, el gran químico tapatío Juan Salvador Agraz: “Por su patria luchó Agraz” continuaba, “tanto en la paz como en la guerra, enriqueciendo su tierra, no se enriqueció él jamás, modestamente vivió, no tuvo bienes ni haciendas. Su patriotismo, su ciencia, su cristiana caridad, son sus prendas en verdad”.
Luego se vuelve sobre unas cartas escritas a su abuela con motivo de sus bodas de plata, dibujando un perfil quizás poco común para un científico: “¿Te acuerdas de esa noche felicísima para mí en que te conocí, cuando al pasar por tu casa en mi amada Guadalajara, ví pasar a una gentilísima mujer entrar al comedor y tomar un vaso con agua? Aquel ángel eras tú”.

Mensaje en la botella

Aquello que se publica, conmemora ineludiblemente al mensaje en la botella; separados por el tiempo y la distancia, su autor puede llegar a los receptores menos esperados con efectos al menos tan insospechados. La nieta del químico había llamado a Tapatío para anunciarnos cómo había leído nuestro artículo sobre su abuelo, y cómo quería dar su propia versión. Días más tarde, sentado en la estancia de su casa, también fui recibido por su hermano, el ingeniero Carlos Alberto Fernández Agraz, y por su esposo Carlos Chávez Palacios (quien se define como un fiel lector de EL INFORMADOR).

Agraz el investigador

“Al ingeniero Agraz se le conoce básicamente por la fundación de la primera escuela de química en México”, explica Don Carlos Alberto. “Pero él tuvo una trayectoria muy interesante como investigador. En aquella época no había industria farmacéutica y química en México, entonces él es autor sobre todo de muchos procedimientos para la obtención de sales, de algunos metales; trabajó mucho en la química de laboratorio. La mayoría de sus procedimientos él los tuvo que vender a empresas europeas, porque ni siquiera la industria americana se había desarrollado todavía. Entonces eran para las industrias francesas y alemanas. Bayer, en ese entonces, estuvo trabajando con muchos procedimientos diseñados por el ingeniero Agraz. También química Merk trabajó bastantes procedimientos de obtención. Me acuerdo –así como una cosa muy rápida- de nitritos de sodio, de potasio”.
Es así que se nos desvela el Agraz emprendedor, un tanto separado de su perfil más público como académico: “Él siempre tuvo su medio particular para trabajar, independientemente de las instituciones para las que trabajó”, abunda el ingeniero Fernández Agraz. “Petróleos Mexicanos y Ferrocarriles Nacionales de México. Estuvo al frente de los laboratorios de análisis de materiales. Es interesante, porque se comenzaron a analizar calidades del acero para rieles, para remaches, para piezas de ferrocarril, ya no solamente el recibir las piezas sino hacer todo el procedimiento el muestreo de los elementos. Él montó laboratorios a lo largo de las obras de construcción de los ferrocarriles. Auténticamente fue un desarrollador de la química práctica; no solamente se desenvolvió en el ámbito teórico sino que también en el ámbito práctico”.
Aquella fascinante colección de textos y artefactos alrededor mío sin duda me hacían lamentar no haberlos tenido en mi alcance cuando escribí el texto original, haciéndome pensar de nuevo en la tremenda importancia de mantener a las universidades públicas y privadas con departamentos especializados en apoyar a la prensa sobre estos particulares. Hablamos de facilitadores entre los medios y los expertos en un intercambio donde ambas partes, públicos e instituciones, se ven beneficiados. Los primeros al recibir el inapreciable obsequio del conocimiento aderezado con la certeza de que sus impuestos de algo están sirviendo; la segunda parte, al fortalecer la continuación de su labor merced de un apoyo público hacia el mismo, el cual es mucho más probable de obtener cuando se explica y entiende que cuando permanece cual artefacto para especialistas.
El papá de doña Josefina y de don Carlos fue “el muchachito”, el alumno que el gran químico invitara a trabajar en su laboratorio personal, en vista del talento demostrado como estudiante. Ahí conoció a Josefina Suárez Real de Agraz, hija de Juan Salvador Agraz: el resto, como dicen, es historia.

Un perfil no muy político

Brillante, como era, el futuro político de Juan Salvador Agraz no prometía mucho futuro en el termómetro de los tiempos que le tocó vivir. “Pues había en México la efervescencia por una parte religiosa -observa el ingeniero Fernandez Agraz- y por otra parte la política oficial que era separar lo que era la Iglesia de lo que era el gobierno, cosa que era por cierto muy acertada, don Plutarco Elías Calles le pisó el cayo al episcopado mexicano y tuvo la cristiada encima; lo que sucede es que mi abuelo siempre se presentó como un profundo católico, entonces cuando él iniciaba sus intervenciones, iniciaba siempre con una a Jesucristo, a Dios nuestro señor. Eso no acomodaba muy bien para la época”, termina con humor.
El resto de la tarde transcurrió comentando cartas del ingeniero Agraz con grandes científicos de la época y fotos, innumerables fotos.

por: josé langarica  fotos: a.c.

Temas

Sigue navegando