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Chorros de charros

Me pregunto en qué despachos se decidió que todo deba ocurrir en avenida Chapultepec

GUADALAJARA, JALISCO (04/SEP/2016).- Me pregunto en qué despachos (y francamente me da lo mismo si son municipales, estatales, federales o mundiales) se ha decidido que todo lo que se organiza en la ciudad deba ocurrir en avenida Chapultepec. Quizá porque es una de las últimas calles de Guadalajara en la que queda algo que pueda llamarse pavimentación, o quizá porque en los años recientes la zona ha “resucitado” en la estima popular, el hecho es que Chapultepec se ha convertido en la terracita en la que rompemos todas nuestras piñatas.

Allí se celebra todo: lo que sale bien (como la Vía RecreActiva y algunos festivales de música), lo que sale mal (como otros festivales, peor organizados, en los que no se para casi nadie) y lo que a pocos les importa (como el listado entero de ceremonias cívicas, que antes se efectuaban en 16 de Septiembre y que a raíz de los cierres por los trabajos de la Línea 3 del Tren, pasaron sin escalas a la pobre y abarrotada Chapultepec).

No quiero decir que nada se lo que se realiza en la avenida sea interesante o necesario, sino solamente que se ha vuelto una solución demasiado fácil. Vivimos en una inercia que hace que cualquier cosa termine ocurriendo en Chapultepec. Tanto así que ya nadie se toma la molestia de informar a los vecinos de la zona de los cierres de calles aledañas ni mucho menos de los horarios en que ocurrirán. Tanto así que nadie toma la previsión de enviar agentes viales a establecer cierto orden: los viales se concentran tras las barricadas con las que cierran las calles, destapan sus cocacolas y se acomodan a disfrutar el caos. Ninguno se va a los cruces para organizar el tránsito de los automóviles.

¿Cómo es que Chapultepec concentra esa cantidad de eventos y en otras zonas, en especial en el sur y el oriente de la ciudad, nunca pasa nada? ¿Qué de malo tendría un festival musical en Circunvalación Norte, por ejemplo? ¿O un desfile de charros en avenida Patria Sur? Pregunto lo de los charros porque hace una semana tuvieron su desfile en Chapultepec y el caos fue tal que varios, con todo y caballos, acabaron extraviados, dando vueltas por la zona sin que nadie les echara, literalmente, un pial…

Uno de ellos, don Rogelio, acabó con toda su hueste charra en mi calle, a varias cuadras del punto de Chapultepec en el que tendría que sumarse a su contingente. Como no suelo escuchar más cascos de animal frente a mi casa que los de unos vecinos basquetbolistas bastante brutos, me asomé a ver qué resonaba así y me topé con once cuacos.  

Don Rogelio ha desfilado, según refirió, más de veinte veces, acompañado por sus hijos y nietos (el más pequeño de los cuales iba a su lado, en pony, acomodándose un sombrerazo que le quedaba grande). “Yo no le sé a este barrio”, declaró el patriarca, mientras su caballo daba pasitos nerviosos. “Pero por las obras nos mandaron para acá desde el año pasado ¿o el otro?, así que hay que amolarse”.

A don Rogelio le gusta más el escenario del centro: la catedral, la Rotonda, la plaza de armas. Allí se siente pletórico de civismo y tradición. En avenida Chapultepec, en cambio, nomás lo admirarán los que salieron a correr a la Vía RecreActiva y ahora se desayunan unos waffles en los cafecitos cercanos al monumento de los Niños Héroes y que, cuando aparecen los charros, se creen que están teniendo visiones.

“Ojalá que ya nos regresen”, dijo, antes de irse. Su caballo dejó la constancia de su inconformidad en la banqueta y hubo que salir, ay, a barrerla.

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