Suplementos
Cerro Huehuentón
La Sierra de Quila ostenta de un bello cerro, localizado al Sureste del Cerro el Campanario y al Noroeste del Picacho las Vigas
GUADALAJARA, JALISCO (22/MAR/2015).- La Sierra de Quila ostenta de un bello cerro, localizado al Sureste del Cerro el Campanario y al Noroeste del Picacho las Vigas y del Cerro los Lobos, el cerro fue llamado, “Huehuentón”, ‘huehue’, anciano, viejo; ‘to’, nuestro: “sitio de nuestros ancianos”.
Gabriel García de Alba nos platica de los manantiales: Manantiales termales: El de “La Salitrera” sin explotar. De agua fría: En la sierra Quila están los de la “Ciénaga”, “Disciplina” y “Agua Fría”; este último nace al pie del cerro del “Huehuentón” y surte de agua al poblado de Quila; en la misma sierra tiene su origen el de “Los Cantaritos”, “El Ahogado” y el del “Rincón”; éste proviene de las derivaciones del mismo cerro ”Huehuentón”, y van a unirse con las aguas del Río “La Joya” o “Atengo”, que es uno de los principales afluentes del “Armería”. La “Ciénaga” de Tenextitilán, situada en la misma hacienda; varios ojos de agua en la hacienda de Tamazulita el Alto, el de Tepetate, en el rancho de su nombre; el de “La Joya” en el rancho de su nombre…
De las fantásticas Piedras Blancas, regresamos por el sendero de coníferas, para luego seguir el que conduce al Huehuentón. Fuimos mirando encinas tapizadas con musgo, troncos y ramas verdes. De cuando en cuando se dejaban ver hongos yemitas y robustos pinos centenarios, de gran grosor y altura, más de una vez nos detuvimos a acariciarlos.
Otro árbol que nos cautivó, fue el madroño, que se distinguía por su color blanco y cáscara rojiza. Tras un bosquecillo de madroños, la brecha se empinó para llegar casi a la cima del cerro, que nos fue mostrando y sorprendiendo con su admirable corona de rocas grises, salpicadas por musgos multicolor: blancos, verdes, amarillos y ocres, detalle que las hace más atractivas.
Ascendimos por una vereda y enseguida trepamos unas piedras hasta llegar a la expresiva cima, conformada por grandes piedras, la mayor, algo fracturada y curveada, con antenas en su cresta, las piedras aledañas, la componen unos insólitos bloques que apenas se tocan, unas grietas los delimitan. Estábamos a 2,560 metros de altura, la mayor elevación de la sierra.
La vista, simplemente fabulosa, se dejaban ver: el Picacho las Vigas y su fiel vecino, el Cerro los Lobos; poblados: Santa Cruz de las Flores, San Martín de Hidalgo, Crucero de Santa María y Cocula.
Algo fascinante fue contemplar las copas de los pinos, ramilletes verdes que oscilaban acorde a los niveles del suelo. Un fantástico bosque abrazaba el Huehuentón, unas nubecillas bajas se esparcían en el manto verde. Más piedras cubrían el resto de la cima, brindando preciosas formas, unas con puntas planas y otras curveadas.
Había una inclinada, que parecía una ballena, otra figuraba la cabeza de un gorila y una cercana, semejaba la cabeza de un cebú. Unas rocas estaban divididas completamente por cortes verticales, como rebanadas de pastel, otras tenían cortes horizontales y parecían sobrepuestas.
Al bajar de la corona, unos jóvenes subieron por el lado de las antenas, para cambiar unas baterías. De regreso, un claro nos enseñó el caserío del largo poblado de Tecolotlán, circundado por el Cerro la Sombrilla, el Picacho Áspero, La Cuchilla y El Calahiste.
Poco antes de entrar al pueblo apreciamos el bizarro acueducto, conformado por dieciséis arcos en medio punto y de ladrillo aparente, el acueducto alimentaba un tanque grande de piedra aparente, de planta arquitectónica rectangular, reforzado por contrafuertes y un arco botarel en uno de los lados largos, y en el lado corto que mira al camino vimos una cautivadora escalera sobre tres arcos de punto encontrado, escalera que permite ver el nivel de agua, un grueso tubo sale del tanque para saciar el asentamiento.
Aguas del Arroyo Santa Rosa alimentan el tanque. Cenamos en el Restaurante la Virgencita, un rico pozole y de postre un monjil pastel de zanahoria. Unas fotos de las cascadas nos evocaron nuestro inolvidable paseo.
Gabriel García de Alba nos platica de los manantiales: Manantiales termales: El de “La Salitrera” sin explotar. De agua fría: En la sierra Quila están los de la “Ciénaga”, “Disciplina” y “Agua Fría”; este último nace al pie del cerro del “Huehuentón” y surte de agua al poblado de Quila; en la misma sierra tiene su origen el de “Los Cantaritos”, “El Ahogado” y el del “Rincón”; éste proviene de las derivaciones del mismo cerro ”Huehuentón”, y van a unirse con las aguas del Río “La Joya” o “Atengo”, que es uno de los principales afluentes del “Armería”. La “Ciénaga” de Tenextitilán, situada en la misma hacienda; varios ojos de agua en la hacienda de Tamazulita el Alto, el de Tepetate, en el rancho de su nombre; el de “La Joya” en el rancho de su nombre…
De las fantásticas Piedras Blancas, regresamos por el sendero de coníferas, para luego seguir el que conduce al Huehuentón. Fuimos mirando encinas tapizadas con musgo, troncos y ramas verdes. De cuando en cuando se dejaban ver hongos yemitas y robustos pinos centenarios, de gran grosor y altura, más de una vez nos detuvimos a acariciarlos.
Otro árbol que nos cautivó, fue el madroño, que se distinguía por su color blanco y cáscara rojiza. Tras un bosquecillo de madroños, la brecha se empinó para llegar casi a la cima del cerro, que nos fue mostrando y sorprendiendo con su admirable corona de rocas grises, salpicadas por musgos multicolor: blancos, verdes, amarillos y ocres, detalle que las hace más atractivas.
Ascendimos por una vereda y enseguida trepamos unas piedras hasta llegar a la expresiva cima, conformada por grandes piedras, la mayor, algo fracturada y curveada, con antenas en su cresta, las piedras aledañas, la componen unos insólitos bloques que apenas se tocan, unas grietas los delimitan. Estábamos a 2,560 metros de altura, la mayor elevación de la sierra.
La vista, simplemente fabulosa, se dejaban ver: el Picacho las Vigas y su fiel vecino, el Cerro los Lobos; poblados: Santa Cruz de las Flores, San Martín de Hidalgo, Crucero de Santa María y Cocula.
Algo fascinante fue contemplar las copas de los pinos, ramilletes verdes que oscilaban acorde a los niveles del suelo. Un fantástico bosque abrazaba el Huehuentón, unas nubecillas bajas se esparcían en el manto verde. Más piedras cubrían el resto de la cima, brindando preciosas formas, unas con puntas planas y otras curveadas.
Había una inclinada, que parecía una ballena, otra figuraba la cabeza de un gorila y una cercana, semejaba la cabeza de un cebú. Unas rocas estaban divididas completamente por cortes verticales, como rebanadas de pastel, otras tenían cortes horizontales y parecían sobrepuestas.
Al bajar de la corona, unos jóvenes subieron por el lado de las antenas, para cambiar unas baterías. De regreso, un claro nos enseñó el caserío del largo poblado de Tecolotlán, circundado por el Cerro la Sombrilla, el Picacho Áspero, La Cuchilla y El Calahiste.
Poco antes de entrar al pueblo apreciamos el bizarro acueducto, conformado por dieciséis arcos en medio punto y de ladrillo aparente, el acueducto alimentaba un tanque grande de piedra aparente, de planta arquitectónica rectangular, reforzado por contrafuertes y un arco botarel en uno de los lados largos, y en el lado corto que mira al camino vimos una cautivadora escalera sobre tres arcos de punto encontrado, escalera que permite ver el nivel de agua, un grueso tubo sale del tanque para saciar el asentamiento.
Aguas del Arroyo Santa Rosa alimentan el tanque. Cenamos en el Restaurante la Virgencita, un rico pozole y de postre un monjil pastel de zanahoria. Unas fotos de las cascadas nos evocaron nuestro inolvidable paseo.