Suplementos
50 años de la Arena Coliseo de Guadalajara
Ser testigo de la confrontación de los gladiadores en un escenario que en momentos se convierte como en un campo de batalla de los antiguos y belicosos dioses
Hablar de la lucha libre es hablar de un “ritual en el que se juegan los valores morales de una sociedad”, un “espectáculo de masas que deviene en tradición”, y que en Guadalajara es ya un deporte de casa. Si bien en sus inicios fue difícil popularizar este deporte, pocos años bastaron para que se convirtiera en un evento favorito de los tapatíos, perfecto para vaciar las emociones más intensas como un espectador que grita intensamente desde las gradas como si deseara estar entre las cuerdas del ring.
El antecedente de la lucha libre más directo que hoy conocemos, lo encontramos en las viejas crónicas de mediados del siglo XIX, aunque fue a principios del siglo XX cuando llegó a México para ocupar un lugar que nunca ha dejado, pues penetró con “plenitud la cultura popular mexicana”.
Ser testigo de la confrontación de los gladiadores en un escenario que en momentos se convierte como en un campo de batalla de los antiguos y belicosos dioses, ahora enmascarados, es como presenciar las más hondas contradicciones que el propio espectador no se atreve a confrontar en otras situaciones. La lucha libre, tanto para el luchador como para el espectador, puede ofrecer esa mítica confrontación entre las fuerzas ocultas que todos poseemos.
Pero los orígenes de esta manifestación de fuerza, técnica, astucia e inteligencia, en México y en Guadalajara, tienen nombre y apellido: Salvador Lutteroth González, quien nació en marzo de 1897, en Colotlán, Jalisco. La breve historiografía existente sobre el tema lo señala como el impulsor de la lucha libre en México, del establecimiento de varias arenas a lo largo del país.
En septiembre de 1933 el señor Lutteroth fundó la Empresa Mexicana de Lucha Libre, asociado con Francisco Ahumada, y como programador a Miguel Corona, según datos proporcionados por Ileana Amezcua Díaz, nieta del célebre luchador Al Amezcua. Con esto daba inicio un espectáculo que sigue gozando de fuerte popularidad entre los tapatíos.
En Guadalajara
Hacia finales de los años cincuenta, la lucha libre en Guadalajara se realizaba en algunas arenas improvisadas y armadas para una presentación en particular. La “Arena Oblatos”, la “Plaza de Gallos”, la “Canadá Dry”, Plaza de toros El Progreso, entre otras, eran los espacios donde se presentaba lo más sobresaliente de la lucha tapatía y nacional de aquellos años. La visión empresarial y promotora de espectáculos del señor Lutteroth, le permitió descubrir que en Guadalajara hacía falta un espacio exclusivo para este tipo de eventos, que fuera más cómodo y amplio, y que pudiera albergar a mayor cantidad de personas; en pocas palabras, que fuera el más grande que se tuviera en la ciudad. Esto era clara señal de que la popularidad de estas luchas iba en aumento, por lo que las arenas existentes eran cada vez más pequeñas para el creciente público, el que en su mayoría correspondía a la clase media tapatía.
El inmueble y la inauguración
Empresarios y promotores pusieron manos a la obra, y en 1956 empezó la construcción de la Arena, concluida dos años después e inaugurada en 1959. Según su actual administrador, Apolo Dantés, los materiales utilizados en su construcción fueron los mejores que se conocían en la época, pues el señor Lutteroth “no escatimaba en gastos, sobre todo en los materiales”.
Se construyó en concreto colado el sótano y el primer piso, y del segundo hacia arriba “todo es estructura metálica, que en ese tiempo no era muy común”, explica Dantés.
La prensa anunció con anticipación el magno evento y la ciudadanía esperó con ansias el gran día. Un fin de semana fue necesario para el programa inaugural. El sábado 20 de junio de 1959, se presentó una función de box conformada por cinco peleas con boxeadores locales y fuereños. Joe Medel contra “Chiquis” Rosales; Enrique Castillo contra Reyes González, y tres peleas más, según lo anunció un cartel de la época.
El público abarrotó la arena para ver pelear a sus héroes y formar parte del novedoso suceso. El lleno fue total aun cuando ese mismo día hubo otras peleas de lucha libre en la Plaza de Toros El Progreso y otros lugares.
El día siguiente, 21 de junio, se presentó la lucha libre estelar entre Blue Demon y El Espectro, augurando un inicio prometedor para la Arena; el lleno también fue total. El cronista deportivo de EL INFORMADOR de 1959, comentó brevemente lo sucedido en aquella función. Primero destacó que al acto inaugural estuvieron presentes algunas personalidades de la vida política de entonces, como Luis Macías Meléndez, representante del gobernador Juan Gil Preciado, así como el presidente municipal Juan I. Menchaca y varios regidores del cabildo tapatío, quienes se encontraban en primera fila disfrutando de la función.
El lugar, la Arena Coliseo, había quedado en “magníficas condiciones tanto en comodidad como de visibilidad, pues… tiene amplias y bien distribuidas butacas y… desde cualquier ángulo de la arena se ve perfectamente bien el escenario”. Era la Arena más grande que había en Guadalajara, y pronto se convirtió en el centro de atracciones de miles de aficionados a la lucha libre.
La ciudad se transforma
Tal vez no alcancemos a distinguir la magnitud de lo que significó el evento para la Guadalajara de fines de la década de 1950, pero lo cierto es que la Arena Coliseo contribuyó al desarrollo de una identidad cultural de una buena parte de la sociedad tapatía de aquellos años. Consideremos que la ciudad se estaba transformando y en esa década se realizaron muchos cambios importantes, en su aspecto arquitectónico y urbano:
w Ampliación de la avenida Juárez y desplazamiento del edificio de la Compañía Telefónica (1950).
w Cruz de plazas, que incluyó la transformación del centro histórico: Plaza Liberación (1952); Rotonda de los jalisciense ilustres (1951); Plaza Guadalajara frente a la Catedral, donde se encontraba el cine Lux, demolido en 1952-54.
w Construcción del Palacio municipal (1952)
w Pavimentación de la Avenida Hidalgo (1958)
w Ampliación de la Avenida 16 de Septiembre y demolición de varios edificios.
w Demolición de la vieja estación de ferrocarril que estaba atrás del templo Aránzazu.
w Construcción del estadio Jalisco (1960)
Seguramente la construcción de la Arena Coliseo (1959), vino a contribuir al cambio de rostro de la ciudad, especialmente porque se encontraba en el centro de la ciudad, en el área donde se llevaban a cabo todas estas transformaciones urbanas.
La finca era un terreno con una larga historia, pues había sido sede del gobierno virreinal, de la Real Audiencia, conocida después como Casa Medrano; posteriormente fue mesón para los viajeros y arrieros, hasta que en 1931 el edificio se demolió, para dar paso años después a la Arena Coliseo de Occidente, sobre la calle Medrano número 67.
Algunas empresas locales felicitaron a los directivos de la Arena Coliseo, principalmente las que proveyeron los materiales para la construcción del inmueble, como asbesto, cementos, electricidad, estructuras metálicas y demás.
Luchadores
En aquella década de los años cincuenta, surgieron luchadores como Rito Romero, uno de los mejores de la historia de la lucha, Gory Guerrero, Loco Sandokan, el “Diablo” Velasco, el Indio Mejía, The Black Demon, Torbellino Negro y Al Amezcua, quien fuera el “primer enmascarado tapatío conocido como el The Golden Terror”, incluso peleando en Estados Unidos.
Varios luchadores fueron surgiendo de la cantera tapatía, sobre todo porque Cuauhtémoc “El Diablo” Velasco, un año después de inaugurada la Arena, fue invitado por el propietario Lutteroth para trabajar con él y encargarse de la preparación de luchadores, entonces instaló su gimnasio en la parte alta de la Arena y se dedicó a formar deportistas que después fueron célebres a nivel mundial, como el Gran Cochiss, Alfonso Dantés, Ángel Blanco, la Pantera Blanca, entre otros. Pocos años más tarde, la nueva generación de luchadores incluyó nombres como El Rayo de Jalisco, el Perro Aguayo, Mil Máscaras, El Solitario, entre otros no menos importantes.
Muchos de ellos en sus inicios se dedicaron a la lucha por amor al deporte y a la adrenalina, pues tenían otras ocupaciones como tablajeros, carniceros, mecánicos y demás, lo cual no les restaba tiempo para entrenar, muy al contrario, siempre buscaron los momentos para prepararse, y la inauguración de la Arena significó una inmejorable oportunidad para dedicarse a la lucha de manera profesional.
Evolución
Del mismo modo en que las ciudades crecen y se modifican sus reglamentos, la exigencia del público hacia la lucha libre también ha marcado los derroteros de este deporte, y la propia Arena Coliseo ha estado a la altura de esos cambios.
En el aspecto material, desde aquella inauguración, la Arena ha crecido en espacio, aunque no ha requerido modificaciones importantes a la estructura, pues, como ya se dijo, fue construida pensando en un gran recinto de lucha; la Arena nació siendo la más grande e importante de todas las que había en la ciudad, y fue ubicada en el lugar donde aún se encuentra puesto que su dueño siempre buscó los lugares céntricos de las ciudades donde instaló una Arena, como en Puebla y en la Ciudad de México. La estructura y el techo son los mismos desde que fue inaugurada, gracias a un acertado mantenimiento que sus administradores han propiciado.
Una rampa contigua al estacionamiento propio, al igual que el gimnasio para box, fueron fincas que se compraron posteriormente y se acondicionaron al inmueble. Los baños, según las normas que marca la ley, se fueron acondicionando y funcionan de manera efectiva, de igual manera en que les fue requerido instalar rampas para personas discapacitadas, y hasta convertir la Arena en área de no fumar, por ser un espacio cerrado.
En el aspecto técnico del espectáculo de la lucha también ha evolucionado en las llaves y en las acrobacias que los mismos deportistas muestran en el ring. El ejercicio y el fisicoculturismo son un atractivo visual que antes no se tenía tan desarrollado; los coloridos atuendos le otorgan al luchador una personalidad mítica y misteriosa, como los nombres que adoptan para su propia identificación, o bien, el diseño de las máscaras modernas, elaboradas con licras y materiales especiales desarrollados por la medicina deportiva.
También se han incorporado los elementos que el espectáculo gladiador exige en los tiempos modernos: luces, sonidos, colorido, efectos visuales, edecanes, todo lo cual es luminoso y atractivo pero debe ser sólo un plus a la lucha, pues, en palabras del administrador Dantés, esos aderezos no deben superar “la técnica o el talento humano”, que en la Arena Coliseo es algo que siempre se ha cuidado, siempre pensando en un espectáculo de calidad al publico tapatío.
El antecedente de la lucha libre más directo que hoy conocemos, lo encontramos en las viejas crónicas de mediados del siglo XIX, aunque fue a principios del siglo XX cuando llegó a México para ocupar un lugar que nunca ha dejado, pues penetró con “plenitud la cultura popular mexicana”.
Ser testigo de la confrontación de los gladiadores en un escenario que en momentos se convierte como en un campo de batalla de los antiguos y belicosos dioses, ahora enmascarados, es como presenciar las más hondas contradicciones que el propio espectador no se atreve a confrontar en otras situaciones. La lucha libre, tanto para el luchador como para el espectador, puede ofrecer esa mítica confrontación entre las fuerzas ocultas que todos poseemos.
Pero los orígenes de esta manifestación de fuerza, técnica, astucia e inteligencia, en México y en Guadalajara, tienen nombre y apellido: Salvador Lutteroth González, quien nació en marzo de 1897, en Colotlán, Jalisco. La breve historiografía existente sobre el tema lo señala como el impulsor de la lucha libre en México, del establecimiento de varias arenas a lo largo del país.
En septiembre de 1933 el señor Lutteroth fundó la Empresa Mexicana de Lucha Libre, asociado con Francisco Ahumada, y como programador a Miguel Corona, según datos proporcionados por Ileana Amezcua Díaz, nieta del célebre luchador Al Amezcua. Con esto daba inicio un espectáculo que sigue gozando de fuerte popularidad entre los tapatíos.
En Guadalajara
Hacia finales de los años cincuenta, la lucha libre en Guadalajara se realizaba en algunas arenas improvisadas y armadas para una presentación en particular. La “Arena Oblatos”, la “Plaza de Gallos”, la “Canadá Dry”, Plaza de toros El Progreso, entre otras, eran los espacios donde se presentaba lo más sobresaliente de la lucha tapatía y nacional de aquellos años. La visión empresarial y promotora de espectáculos del señor Lutteroth, le permitió descubrir que en Guadalajara hacía falta un espacio exclusivo para este tipo de eventos, que fuera más cómodo y amplio, y que pudiera albergar a mayor cantidad de personas; en pocas palabras, que fuera el más grande que se tuviera en la ciudad. Esto era clara señal de que la popularidad de estas luchas iba en aumento, por lo que las arenas existentes eran cada vez más pequeñas para el creciente público, el que en su mayoría correspondía a la clase media tapatía.
El inmueble y la inauguración
Empresarios y promotores pusieron manos a la obra, y en 1956 empezó la construcción de la Arena, concluida dos años después e inaugurada en 1959. Según su actual administrador, Apolo Dantés, los materiales utilizados en su construcción fueron los mejores que se conocían en la época, pues el señor Lutteroth “no escatimaba en gastos, sobre todo en los materiales”.
Se construyó en concreto colado el sótano y el primer piso, y del segundo hacia arriba “todo es estructura metálica, que en ese tiempo no era muy común”, explica Dantés.
La prensa anunció con anticipación el magno evento y la ciudadanía esperó con ansias el gran día. Un fin de semana fue necesario para el programa inaugural. El sábado 20 de junio de 1959, se presentó una función de box conformada por cinco peleas con boxeadores locales y fuereños. Joe Medel contra “Chiquis” Rosales; Enrique Castillo contra Reyes González, y tres peleas más, según lo anunció un cartel de la época.
El público abarrotó la arena para ver pelear a sus héroes y formar parte del novedoso suceso. El lleno fue total aun cuando ese mismo día hubo otras peleas de lucha libre en la Plaza de Toros El Progreso y otros lugares.
El día siguiente, 21 de junio, se presentó la lucha libre estelar entre Blue Demon y El Espectro, augurando un inicio prometedor para la Arena; el lleno también fue total. El cronista deportivo de EL INFORMADOR de 1959, comentó brevemente lo sucedido en aquella función. Primero destacó que al acto inaugural estuvieron presentes algunas personalidades de la vida política de entonces, como Luis Macías Meléndez, representante del gobernador Juan Gil Preciado, así como el presidente municipal Juan I. Menchaca y varios regidores del cabildo tapatío, quienes se encontraban en primera fila disfrutando de la función.
El lugar, la Arena Coliseo, había quedado en “magníficas condiciones tanto en comodidad como de visibilidad, pues… tiene amplias y bien distribuidas butacas y… desde cualquier ángulo de la arena se ve perfectamente bien el escenario”. Era la Arena más grande que había en Guadalajara, y pronto se convirtió en el centro de atracciones de miles de aficionados a la lucha libre.
La ciudad se transforma
Tal vez no alcancemos a distinguir la magnitud de lo que significó el evento para la Guadalajara de fines de la década de 1950, pero lo cierto es que la Arena Coliseo contribuyó al desarrollo de una identidad cultural de una buena parte de la sociedad tapatía de aquellos años. Consideremos que la ciudad se estaba transformando y en esa década se realizaron muchos cambios importantes, en su aspecto arquitectónico y urbano:
w Ampliación de la avenida Juárez y desplazamiento del edificio de la Compañía Telefónica (1950).
w Cruz de plazas, que incluyó la transformación del centro histórico: Plaza Liberación (1952); Rotonda de los jalisciense ilustres (1951); Plaza Guadalajara frente a la Catedral, donde se encontraba el cine Lux, demolido en 1952-54.
w Construcción del Palacio municipal (1952)
w Pavimentación de la Avenida Hidalgo (1958)
w Ampliación de la Avenida 16 de Septiembre y demolición de varios edificios.
w Demolición de la vieja estación de ferrocarril que estaba atrás del templo Aránzazu.
w Construcción del estadio Jalisco (1960)
Seguramente la construcción de la Arena Coliseo (1959), vino a contribuir al cambio de rostro de la ciudad, especialmente porque se encontraba en el centro de la ciudad, en el área donde se llevaban a cabo todas estas transformaciones urbanas.
La finca era un terreno con una larga historia, pues había sido sede del gobierno virreinal, de la Real Audiencia, conocida después como Casa Medrano; posteriormente fue mesón para los viajeros y arrieros, hasta que en 1931 el edificio se demolió, para dar paso años después a la Arena Coliseo de Occidente, sobre la calle Medrano número 67.
Algunas empresas locales felicitaron a los directivos de la Arena Coliseo, principalmente las que proveyeron los materiales para la construcción del inmueble, como asbesto, cementos, electricidad, estructuras metálicas y demás.
Luchadores
En aquella década de los años cincuenta, surgieron luchadores como Rito Romero, uno de los mejores de la historia de la lucha, Gory Guerrero, Loco Sandokan, el “Diablo” Velasco, el Indio Mejía, The Black Demon, Torbellino Negro y Al Amezcua, quien fuera el “primer enmascarado tapatío conocido como el The Golden Terror”, incluso peleando en Estados Unidos.
Varios luchadores fueron surgiendo de la cantera tapatía, sobre todo porque Cuauhtémoc “El Diablo” Velasco, un año después de inaugurada la Arena, fue invitado por el propietario Lutteroth para trabajar con él y encargarse de la preparación de luchadores, entonces instaló su gimnasio en la parte alta de la Arena y se dedicó a formar deportistas que después fueron célebres a nivel mundial, como el Gran Cochiss, Alfonso Dantés, Ángel Blanco, la Pantera Blanca, entre otros. Pocos años más tarde, la nueva generación de luchadores incluyó nombres como El Rayo de Jalisco, el Perro Aguayo, Mil Máscaras, El Solitario, entre otros no menos importantes.
Muchos de ellos en sus inicios se dedicaron a la lucha por amor al deporte y a la adrenalina, pues tenían otras ocupaciones como tablajeros, carniceros, mecánicos y demás, lo cual no les restaba tiempo para entrenar, muy al contrario, siempre buscaron los momentos para prepararse, y la inauguración de la Arena significó una inmejorable oportunidad para dedicarse a la lucha de manera profesional.
Evolución
Del mismo modo en que las ciudades crecen y se modifican sus reglamentos, la exigencia del público hacia la lucha libre también ha marcado los derroteros de este deporte, y la propia Arena Coliseo ha estado a la altura de esos cambios.
En el aspecto material, desde aquella inauguración, la Arena ha crecido en espacio, aunque no ha requerido modificaciones importantes a la estructura, pues, como ya se dijo, fue construida pensando en un gran recinto de lucha; la Arena nació siendo la más grande e importante de todas las que había en la ciudad, y fue ubicada en el lugar donde aún se encuentra puesto que su dueño siempre buscó los lugares céntricos de las ciudades donde instaló una Arena, como en Puebla y en la Ciudad de México. La estructura y el techo son los mismos desde que fue inaugurada, gracias a un acertado mantenimiento que sus administradores han propiciado.
Una rampa contigua al estacionamiento propio, al igual que el gimnasio para box, fueron fincas que se compraron posteriormente y se acondicionaron al inmueble. Los baños, según las normas que marca la ley, se fueron acondicionando y funcionan de manera efectiva, de igual manera en que les fue requerido instalar rampas para personas discapacitadas, y hasta convertir la Arena en área de no fumar, por ser un espacio cerrado.
En el aspecto técnico del espectáculo de la lucha también ha evolucionado en las llaves y en las acrobacias que los mismos deportistas muestran en el ring. El ejercicio y el fisicoculturismo son un atractivo visual que antes no se tenía tan desarrollado; los coloridos atuendos le otorgan al luchador una personalidad mítica y misteriosa, como los nombres que adoptan para su propia identificación, o bien, el diseño de las máscaras modernas, elaboradas con licras y materiales especiales desarrollados por la medicina deportiva.
También se han incorporado los elementos que el espectáculo gladiador exige en los tiempos modernos: luces, sonidos, colorido, efectos visuales, edecanes, todo lo cual es luminoso y atractivo pero debe ser sólo un plus a la lucha, pues, en palabras del administrador Dantés, esos aderezos no deben superar “la técnica o el talento humano”, que en la Arena Coliseo es algo que siempre se ha cuidado, siempre pensando en un espectáculo de calidad al publico tapatío.