México
Superar deficiencias crónicas
Felipe Calderón Hinojosa tiene en 2011 retos mayúsculos en materia de seguridad, pero aún no sabemos hasta dónde llega su capacidad o voluntad para resolverlos
El Gobierno del Presidente Felipe Calderón Hinojosa tiene en 2011 retos mayúsculos en materia de seguridad, pero aún no sabemos hasta dónde llega su capacidad o voluntad para resolverlos. No se trata en este momento de cuestionar si es un éxito o no el haber asesinado o detenido a 19 de los 37 líderes criminales más buscados del país. Se trata de pensar en cuáles son las deficiencias de fondo en materia de seguridad y cómo enfrentarlas.
Uno de los retos principales a superar es la descoordinación en los sistemas de operación e inteligencia. Ya los cables del Departamento de Estado difundidos por WikiLeaks han revelado al mundo la profunda desconfianza, antagonismo y rivalidad que imperan en las instituciones de seguridad mexicanas. Aunque los criminales han demostrado una incapacidad casi estructural para labrar alianzas sólidas y duraderas, la desunión que impera en el Gobierno le impide capitalizar el divisionismo fratricida en la delincuencia organizada. Hay bandas criminales que están aprovechando ese ambiente de caos y turbiedad.
No existe un intercambio fluido de inteligencia ni estratégica ni táctica en el Gobierno federal. Las tropas del Ejército entran a las ciudades a ciegas, sin inteligencia operativa. Las fuerzas especiales de la Armada de México han actuado solas, como si no existiera la Policía Federal.
Las bajas colaterales se multiplican, los agentes federales sufren emboscadas frecuentes, y los agentes del Cisen batallan en una institución que carece del respaldo político y presupuestario para encabezar a toda la comunidad de inteligencia. Sería difícil hablar de una política de seguridad adecuada sin medidas que tiendan a solucionar estos problemas históricos.
Los retos del año 2011 también alcanzan al Poder Legislativo, pero tampoco sabemos hasta dónde llega su voluntad reformadora en materia de seguridad pública y nacional. de seguridad, civiles o militares.
Muchas necesidades ni siquiera existen en el imaginario legislativo: Falta una Ley de Defensa Nacional que termine con el divisionismo burocrático en las Fuerzas Armadas y permita la creación de un Estado Mayor de la Defensa que coordine al Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea. Falta una reforma real a la justicia militar que la saque de la cadena de mando castrense, la integre al Poder Judicial y acabe con la sospecha de impunidad que ahora priva en los tribunales militares.
Falta una reforma a los sistemas de inteligencia que refuerce al Cisen e integre a los aparatos de inteligencia militar y naval. Y falta también una reforma de Seguridad y Defensa que limite la discrecionalidad del Ejecutivo federal para emplear la fuerza militar en tareas que en rigor pertenecen a la jurisdicción policial.
Los retos, como se puede ver, son de gran magnitud, pero falta ver de qué madera están hechos tanto el Gobierno federal como los estatales y los legisladores. Ellos han proclamado que la seguridad es su principal objetivo en 2011. Falta ver si aprovechan su nueva oportunidad.
Uno de los retos principales a superar es la descoordinación en los sistemas de operación e inteligencia. Ya los cables del Departamento de Estado difundidos por WikiLeaks han revelado al mundo la profunda desconfianza, antagonismo y rivalidad que imperan en las instituciones de seguridad mexicanas. Aunque los criminales han demostrado una incapacidad casi estructural para labrar alianzas sólidas y duraderas, la desunión que impera en el Gobierno le impide capitalizar el divisionismo fratricida en la delincuencia organizada. Hay bandas criminales que están aprovechando ese ambiente de caos y turbiedad.
No existe un intercambio fluido de inteligencia ni estratégica ni táctica en el Gobierno federal. Las tropas del Ejército entran a las ciudades a ciegas, sin inteligencia operativa. Las fuerzas especiales de la Armada de México han actuado solas, como si no existiera la Policía Federal.
Las bajas colaterales se multiplican, los agentes federales sufren emboscadas frecuentes, y los agentes del Cisen batallan en una institución que carece del respaldo político y presupuestario para encabezar a toda la comunidad de inteligencia. Sería difícil hablar de una política de seguridad adecuada sin medidas que tiendan a solucionar estos problemas históricos.
Los retos del año 2011 también alcanzan al Poder Legislativo, pero tampoco sabemos hasta dónde llega su voluntad reformadora en materia de seguridad pública y nacional. de seguridad, civiles o militares.
Muchas necesidades ni siquiera existen en el imaginario legislativo: Falta una Ley de Defensa Nacional que termine con el divisionismo burocrático en las Fuerzas Armadas y permita la creación de un Estado Mayor de la Defensa que coordine al Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea. Falta una reforma real a la justicia militar que la saque de la cadena de mando castrense, la integre al Poder Judicial y acabe con la sospecha de impunidad que ahora priva en los tribunales militares.
Falta una reforma a los sistemas de inteligencia que refuerce al Cisen e integre a los aparatos de inteligencia militar y naval. Y falta también una reforma de Seguridad y Defensa que limite la discrecionalidad del Ejecutivo federal para emplear la fuerza militar en tareas que en rigor pertenecen a la jurisdicción policial.
Los retos, como se puede ver, son de gran magnitud, pero falta ver de qué madera están hechos tanto el Gobierno federal como los estatales y los legisladores. Ellos han proclamado que la seguridad es su principal objetivo en 2011. Falta ver si aprovechan su nueva oportunidad.