México
Indígenas danzan para que regrese la seguridad
Tepehuanos en Durango denuncian ataques armados a sus pueblos por parte del crimen organizado
DURANGO (20/JUN/2011).- El baile que es el clímax de su ritual más sagrado, la danza llamada El Mitote, se ha vuelto una constante en los patios comunales de los tepehuanos para pedir a sus deidades que les devuelvan la tranquilidad; esa seguridad que se llevaron hombres armados que les han quemado casas, escuelas, tiendas y los han orillado a dormir en el bosque para sentirse un poco más a salvo.
Hace tres meses, los 30 mil tepehuanos que conforman 88% de la población del municipio de El Mezquital —uno de los 10 más pobres del país— decidieron bailar de manera simultánea en todas sus comunidades, aunque no sea la fecha de su Mitote tradicional, que llevan a cabo en los meses de octubre, mayo y enero.
Esta vez bailaron todo marzo, todo abril, y ahora no descartan volverlo a hacer en estos días para pedir con fervor esa paz, si así lo indican las autoridades tradicionales. La decisión la tomaron porque la violencia les pegó en todas sus comunidades, señala el presidente municipal de esa demarcación boscosa, Faustino Reyes Flores.
Reyes es un tepehuano originario de Santa María de Ocotán, quien desde el 31 de agosto del año pasado asumió el cargo, y a quien le tocó a partir del 28 de diciembre del año pasado atender los ataques a las comunidades como Tierras Coloradas, El Ranchito, San Francisco, Canoas y Charcos.
El alcalde no se explica cómo pueden seguir viviendo los pobladores indígenas de El Mezquital; ante tanta violencia les han quemado casas, escuelas, tiendas Diconsa, camionetas, y su única explicación de que sigan vivos es “(el indígena) vive porque Dios quiere”.
El sentido de la vida ha variado por la violencia; Mariano Soto Caldera, maestro bilingüe y ex diputado por esta etnia, dice que en las comunidades no queda más antídoto que bailar, porque ahí “ya ni siquiera se vive”.
Faustino Reyes detalla que no se trata de cualquier baile, “no es cualquier pachanga, hay que estar benditos”.
Estar bendito significa que durante el tiempo del mitote ayunan, no tienen relaciones sexuales, no consumen alcohol y se guardan su enojo para ser escuchados por sus dioses.
Hacer estos mitotes extraordinarios, y bailar lo que sus mayordomos y gobernadores tradicionales les manden, es una forma de alejar el peligro, un remedio, “para que esa violencia no nos llegue”, dice Faustino Reyes. “Tenemos que bailar todos a un sólo tiempo para ser escuchados”.
El Mitote tradicional dura cinco días —una danza moderada en la que se baila moviendo el dorso, pies y manos—, pero la violencia provocó que ahora hayan estado benditos por dos meses y esto se puede repetir en pronto, asegura el alcalde.
Duermen en el bosque por seguridad
Los indígenas decidieron recurrir a la celebración de mitotes extraordinarios porque las comunidades tepehuanas han sido atacadas por grupos armados que viajan en grupos de 10 camionetas en promedio, en las cuales van entre 40 y 50 hombres. Quienes se llevaron su tranquilidad llegaron el año pasado, el Día de los Inocentes (28 de diciembre) a Tierras Coloradas, quemaron las casas de 300 comuneros, prendieron fuego a dos escuelas, la tienda de Diconsa y el sitio donde se pagaban los apoyos de Oportunidades. A su paso dejaron 27 camionetas destrozadas.
Los delincuentes asolaron al pueblo dos días después de un enfrentamiento entre dos grupos de presuntos narcos. Al llegar incendiaron dos camionetas. Las llamas alertaron a los pobladores, quienes se resguardaron detrás del cerro para no ser vistos. A la intemperie, en plena sierra con frío extremo, sin techo, sin bienes y sin comida, durante 13 días, porque los apoyos del gobierno estatal llegaron hasta el lunes 11 de enero.
De diciembre a junio, los ataques contra comuneros no han cesado: San Francisco, El Ranchito, Canoas, Platanitos y Charcos. Además Carboneras y San Manuel, éstas dos también pobladas por indígenas tepehuanos pertenecientes al municipio de Pueblo Nuevo, colindante con El Mezquital y el poblado Las Bayas, perteneciente al municipio de Durango.
Uno de los flancos de ataque de los grupos de presuntos narcotraficantes son los maestros. A nueve de ellos los plagiaron, pero a otros los han amenazado dentro las escuelas para robarles las carteras, dice Mariano Soto, lugareño de Tierras Coloradas.
A tres fuegos
El municipio del Mezquital tiene una orografía plagada de cerros, de brechas y de algunas partes boscosas, y desde hace décadas ha sido sitio de siembra de mariguana y amapola. Sus pobladores cuentan que anteriormente los indígenas sólo se dedicaban a sembrar, pero ahora que los grupos armados se instalaron en sus tierras las cosas han cambiado porque no sólo compran y se van, sino que provocan miedo entre la gente, y hacen que muchos migren hacia Durango capital.
Informes proporcionados hace unas semanas por el Ejército, en una reunión con autoridades estatales y municipales, establecen que El Mezquital es una zona disputada entre Los Zetas y Los Emes —grupo del Cártel de Sinaloa. A este conflicto entre esos dos cárteles se suma un tercer elemento, hay hombres armados que han entrado por la zona limítrofe con Nayarit, y hasta el momento ninguna autoridad ha dicho a qué grupo armado pertenecen, pero ya se han instalado en la región de Huasamota —una de las dos poblaciones mestizas de este municipio.
Así los tepehuanes quedaron en medio de tres fuegos: el grupo que está en las comunidades que colindan con Zacatecas, identificados como zetas; el de Los Emes, en la zona cercana a Pueblo Nuevo y en otras comunidades del centro de esta municipalidad, y el que se instaló en la colindancia con Nayarit.
En busca de la paz
El Mitote tradicional dura cinco días —una danza moderada en la que se baila moviendo el dorso, pies y manos—, es una herencia de los antepasados que empleaban en tiempos de guerra como forma de resguardo.
Para formar parte de la danza se debe estar bendito, lo que significa que durante el tiempo del Mitote se ayuna, no se tienen relaciones sexuales, no se consume alcohol y se guarda el enojo para ser escuchados por sus dioses.
En El Mezquital bailaron todo marzo, abril, y ahora no descartan volverlo a hacer en estos días para pedir con fervor que se reinstaure la paz.
Hace tres meses, los 30 mil tepehuanos que conforman 88% de la población del municipio de El Mezquital —uno de los 10 más pobres del país— decidieron bailar de manera simultánea en todas sus comunidades, aunque no sea la fecha de su Mitote tradicional, que llevan a cabo en los meses de octubre, mayo y enero.
Esta vez bailaron todo marzo, todo abril, y ahora no descartan volverlo a hacer en estos días para pedir con fervor esa paz, si así lo indican las autoridades tradicionales. La decisión la tomaron porque la violencia les pegó en todas sus comunidades, señala el presidente municipal de esa demarcación boscosa, Faustino Reyes Flores.
Reyes es un tepehuano originario de Santa María de Ocotán, quien desde el 31 de agosto del año pasado asumió el cargo, y a quien le tocó a partir del 28 de diciembre del año pasado atender los ataques a las comunidades como Tierras Coloradas, El Ranchito, San Francisco, Canoas y Charcos.
El alcalde no se explica cómo pueden seguir viviendo los pobladores indígenas de El Mezquital; ante tanta violencia les han quemado casas, escuelas, tiendas Diconsa, camionetas, y su única explicación de que sigan vivos es “(el indígena) vive porque Dios quiere”.
El sentido de la vida ha variado por la violencia; Mariano Soto Caldera, maestro bilingüe y ex diputado por esta etnia, dice que en las comunidades no queda más antídoto que bailar, porque ahí “ya ni siquiera se vive”.
Faustino Reyes detalla que no se trata de cualquier baile, “no es cualquier pachanga, hay que estar benditos”.
Estar bendito significa que durante el tiempo del mitote ayunan, no tienen relaciones sexuales, no consumen alcohol y se guardan su enojo para ser escuchados por sus dioses.
Hacer estos mitotes extraordinarios, y bailar lo que sus mayordomos y gobernadores tradicionales les manden, es una forma de alejar el peligro, un remedio, “para que esa violencia no nos llegue”, dice Faustino Reyes. “Tenemos que bailar todos a un sólo tiempo para ser escuchados”.
El Mitote tradicional dura cinco días —una danza moderada en la que se baila moviendo el dorso, pies y manos—, pero la violencia provocó que ahora hayan estado benditos por dos meses y esto se puede repetir en pronto, asegura el alcalde.
Duermen en el bosque por seguridad
Los indígenas decidieron recurrir a la celebración de mitotes extraordinarios porque las comunidades tepehuanas han sido atacadas por grupos armados que viajan en grupos de 10 camionetas en promedio, en las cuales van entre 40 y 50 hombres. Quienes se llevaron su tranquilidad llegaron el año pasado, el Día de los Inocentes (28 de diciembre) a Tierras Coloradas, quemaron las casas de 300 comuneros, prendieron fuego a dos escuelas, la tienda de Diconsa y el sitio donde se pagaban los apoyos de Oportunidades. A su paso dejaron 27 camionetas destrozadas.
Los delincuentes asolaron al pueblo dos días después de un enfrentamiento entre dos grupos de presuntos narcos. Al llegar incendiaron dos camionetas. Las llamas alertaron a los pobladores, quienes se resguardaron detrás del cerro para no ser vistos. A la intemperie, en plena sierra con frío extremo, sin techo, sin bienes y sin comida, durante 13 días, porque los apoyos del gobierno estatal llegaron hasta el lunes 11 de enero.
De diciembre a junio, los ataques contra comuneros no han cesado: San Francisco, El Ranchito, Canoas, Platanitos y Charcos. Además Carboneras y San Manuel, éstas dos también pobladas por indígenas tepehuanos pertenecientes al municipio de Pueblo Nuevo, colindante con El Mezquital y el poblado Las Bayas, perteneciente al municipio de Durango.
Uno de los flancos de ataque de los grupos de presuntos narcotraficantes son los maestros. A nueve de ellos los plagiaron, pero a otros los han amenazado dentro las escuelas para robarles las carteras, dice Mariano Soto, lugareño de Tierras Coloradas.
A tres fuegos
El municipio del Mezquital tiene una orografía plagada de cerros, de brechas y de algunas partes boscosas, y desde hace décadas ha sido sitio de siembra de mariguana y amapola. Sus pobladores cuentan que anteriormente los indígenas sólo se dedicaban a sembrar, pero ahora que los grupos armados se instalaron en sus tierras las cosas han cambiado porque no sólo compran y se van, sino que provocan miedo entre la gente, y hacen que muchos migren hacia Durango capital.
Informes proporcionados hace unas semanas por el Ejército, en una reunión con autoridades estatales y municipales, establecen que El Mezquital es una zona disputada entre Los Zetas y Los Emes —grupo del Cártel de Sinaloa. A este conflicto entre esos dos cárteles se suma un tercer elemento, hay hombres armados que han entrado por la zona limítrofe con Nayarit, y hasta el momento ninguna autoridad ha dicho a qué grupo armado pertenecen, pero ya se han instalado en la región de Huasamota —una de las dos poblaciones mestizas de este municipio.
Así los tepehuanes quedaron en medio de tres fuegos: el grupo que está en las comunidades que colindan con Zacatecas, identificados como zetas; el de Los Emes, en la zona cercana a Pueblo Nuevo y en otras comunidades del centro de esta municipalidad, y el que se instaló en la colindancia con Nayarit.
En busca de la paz
El Mitote tradicional dura cinco días —una danza moderada en la que se baila moviendo el dorso, pies y manos—, es una herencia de los antepasados que empleaban en tiempos de guerra como forma de resguardo.
Para formar parte de la danza se debe estar bendito, lo que significa que durante el tiempo del Mitote se ayuna, no se tienen relaciones sexuales, no se consume alcohol y se guarda el enojo para ser escuchados por sus dioses.
En El Mezquital bailaron todo marzo, abril, y ahora no descartan volverlo a hacer en estos días para pedir con fervor que se reinstaure la paz.