Entretenimiento
Mejor el caldo…
También en la música sucede que, en efecto, a veces sale mejor el caldo que las albóndigas.
GUADALAJARA, JALISCO.- También en la música sucede que, en efecto, a veces sale mejor el caldo que las albóndigas.
En el quinto programa de la temporada de conciertos "Festival Blanco y Negro" de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ), en el Teatro Degollado, el plato fuerte sería, teóricamente, el Concierto en Re menor para dos pianos y orquesta, de Poulenc. En la práctica, sin embargo, le robaron cámara las dos obras complementarias: la "suite" del ballet El Cid, de Massenet, con que se abrió la velada, pese a que los impuntuales entraban a la sala en los breves intervalos entre las danzas, y, sobre todo, la Sinfonía Número 1 en Do mayor, de Bizet, que lo epilogó y que fue interrumpida por los entusiastas al término del tercer movimiento.
Antonio Manzo y Alfredo Arjona, mexicanos ambos, fungieron como solistas en el Concierto para dos pianos, de Poulenc. Obra de corte moderno (fue estrenada en 1932), el concierto acusa la anarquía rítmica y el desdén por la melodía característicos de su época. Aunque ocasionalmente insinúa pasajes seductores, nunca los desarrolla; no consigue dejar ninguno en la memoria del escucha. Se limita a ser, por tanto, una colcha de parches sonoros.
Las muy conocidas siete danzas de El Cid, de Massenet, tuvieron una versión descafeinada, desprovista del brillo y el color característicos de la música de corte español, bajo la batuta, eficaz aunque anodina, de José Gorostiza. Las palmas del respetable para el ensamble y los solistas fueron de mera cortesía.
Lo mejor, con mucho, fue la Sinfonía en Do Mayor, de Bizet. Obra de juventud -su autor la compuso a los 17 años y nunca la estrenó-, de corte menor, convertida en caballo de batalla de la OFJ en los tiempos de Guillermo Salvador, tuvo sus pasajes más logrados en los solos de oboe y en la fuga a cargo de las cuerdas en el segundo movimiento (adagio), aunque el respetable se identificó más, como ya se apuntó, en el tercero (scherzo).
La noche del viernes, el programa fue saboteado a medias por un festival de rock que se perpetró simultáneamente -pese al compromiso formal de las autoridades municipales de que esa barbaridad no volvería a cometerse- en la Plaza de la Liberación. Es de esperarse que hoy, en la repetición, el público, en ese aspecto, tenga mejor suerte.
Jaime García Elías
En el quinto programa de la temporada de conciertos "Festival Blanco y Negro" de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ), en el Teatro Degollado, el plato fuerte sería, teóricamente, el Concierto en Re menor para dos pianos y orquesta, de Poulenc. En la práctica, sin embargo, le robaron cámara las dos obras complementarias: la "suite" del ballet El Cid, de Massenet, con que se abrió la velada, pese a que los impuntuales entraban a la sala en los breves intervalos entre las danzas, y, sobre todo, la Sinfonía Número 1 en Do mayor, de Bizet, que lo epilogó y que fue interrumpida por los entusiastas al término del tercer movimiento.
Antonio Manzo y Alfredo Arjona, mexicanos ambos, fungieron como solistas en el Concierto para dos pianos, de Poulenc. Obra de corte moderno (fue estrenada en 1932), el concierto acusa la anarquía rítmica y el desdén por la melodía característicos de su época. Aunque ocasionalmente insinúa pasajes seductores, nunca los desarrolla; no consigue dejar ninguno en la memoria del escucha. Se limita a ser, por tanto, una colcha de parches sonoros.
Las muy conocidas siete danzas de El Cid, de Massenet, tuvieron una versión descafeinada, desprovista del brillo y el color característicos de la música de corte español, bajo la batuta, eficaz aunque anodina, de José Gorostiza. Las palmas del respetable para el ensamble y los solistas fueron de mera cortesía.
Lo mejor, con mucho, fue la Sinfonía en Do Mayor, de Bizet. Obra de juventud -su autor la compuso a los 17 años y nunca la estrenó-, de corte menor, convertida en caballo de batalla de la OFJ en los tiempos de Guillermo Salvador, tuvo sus pasajes más logrados en los solos de oboe y en la fuga a cargo de las cuerdas en el segundo movimiento (adagio), aunque el respetable se identificó más, como ya se apuntó, en el tercero (scherzo).
La noche del viernes, el programa fue saboteado a medias por un festival de rock que se perpetró simultáneamente -pese al compromiso formal de las autoridades municipales de que esa barbaridad no volvería a cometerse- en la Plaza de la Liberación. Es de esperarse que hoy, en la repetición, el público, en ese aspecto, tenga mejor suerte.
Jaime García Elías