Cultura
¡Viva el talento...!
El cuarto concierto del ciclo Beethoven y sus Nueve Sinfonías, en el Degollado tuvo como platillo fuerte el Concierto para clarinete y orquesta en La mayor, K. 622, de Mozart, con Xóchitl García
GUADALAJARA, JALISCO (27/JUN/2010).- Si los hados son propicios, el programa del cuarto concierto del ciclo Beethoven y sus Nueve Sinfonías, en el Teatro Degollado, puede resultar de colección.
Aunque Beethoven es el leit motiv de la temporada, el platillo fuerte de la velada fue el Concierto para clarinete y orquesta en La mayor, K. 622, de Mozart, con Xóchitl García Verdugo como solista. La joven concertista tapatía dio un promisorio anticipo de su debut, en septiembre próximo, con la Orquesta Mozart de Viena, precisamente con esa obra, la más lograda que se ha escrito para ese instrumento.
Pulcra en la ejecución, impecable en el fraseo, solvente en agilidad, digitación, precisión y volumen, la solista (ataviada con un elegante traje rosa, a tono con su edad y con el respeto que la música y el público merecen) resolvió magistralmente los solos, pero también supo disciplinarse en los pasajes en que su instrumento se incorpora a la masa orquestal. En el segundo movimiento (adagio), dulce, expresivo y cadencioso, estuvo simplemente fascinante. La orquestación de la Filarmónica de Jalisco, con Héctor Guzmán en el pódium, salvo un par de casi imperceptibles asincronías, estuvo a la altura.
La velada (con buena respuesta de público, aunque sin aproximarse al lleno) comenzó con Las Hébridas (también conocida como La Caverna de Fingal), Op, 62, de Mendelssohn. Salvo mínimas disonancias y ocasionales excesos en los metales, la interpretación de esta obertura, casi un poema sinfónico, fue un buen principio de un programa confeccionado con evidente buen gusto.
De Beethoven, para cerrar la función, se puso la Sinfonía No. 4 en Si bemol mayor, Op. 60. Menospreciada por encontrarse entre dos de las cimas de la música (la tercera --Eroica-- y la quinta sinfonía del mismo autor), la cuarta (como la séptima) es, sin embargo, una joya del repertorio de las mejores orquestas del mundo.
Consabida y todo, la OFJ se limitó a resolverla aceptablemente. La lectura de la partitura, correcta y todo, se fue sobre la melodía sin pasar con delicadeza sobre los detalles. Vaya: como si se tratara de pintar a brochazos lo que un director más exigente hubiera pintado con pinceles finos. Como quiera, las salvas de aplausos finales fueron justas.
La repetición, como de costumbre, este mediodía (12:30 horas), “en el mismo lugar… pero con otras gentes”.
INFORMADOR REDACCIÓN/ Jaime García Elías
Aunque Beethoven es el leit motiv de la temporada, el platillo fuerte de la velada fue el Concierto para clarinete y orquesta en La mayor, K. 622, de Mozart, con Xóchitl García Verdugo como solista. La joven concertista tapatía dio un promisorio anticipo de su debut, en septiembre próximo, con la Orquesta Mozart de Viena, precisamente con esa obra, la más lograda que se ha escrito para ese instrumento.
Pulcra en la ejecución, impecable en el fraseo, solvente en agilidad, digitación, precisión y volumen, la solista (ataviada con un elegante traje rosa, a tono con su edad y con el respeto que la música y el público merecen) resolvió magistralmente los solos, pero también supo disciplinarse en los pasajes en que su instrumento se incorpora a la masa orquestal. En el segundo movimiento (adagio), dulce, expresivo y cadencioso, estuvo simplemente fascinante. La orquestación de la Filarmónica de Jalisco, con Héctor Guzmán en el pódium, salvo un par de casi imperceptibles asincronías, estuvo a la altura.
La velada (con buena respuesta de público, aunque sin aproximarse al lleno) comenzó con Las Hébridas (también conocida como La Caverna de Fingal), Op, 62, de Mendelssohn. Salvo mínimas disonancias y ocasionales excesos en los metales, la interpretación de esta obertura, casi un poema sinfónico, fue un buen principio de un programa confeccionado con evidente buen gusto.
De Beethoven, para cerrar la función, se puso la Sinfonía No. 4 en Si bemol mayor, Op. 60. Menospreciada por encontrarse entre dos de las cimas de la música (la tercera --Eroica-- y la quinta sinfonía del mismo autor), la cuarta (como la séptima) es, sin embargo, una joya del repertorio de las mejores orquestas del mundo.
Consabida y todo, la OFJ se limitó a resolverla aceptablemente. La lectura de la partitura, correcta y todo, se fue sobre la melodía sin pasar con delicadeza sobre los detalles. Vaya: como si se tratara de pintar a brochazos lo que un director más exigente hubiera pintado con pinceles finos. Como quiera, las salvas de aplausos finales fueron justas.
La repetición, como de costumbre, este mediodía (12:30 horas), “en el mismo lugar… pero con otras gentes”.
INFORMADOR REDACCIÓN/ Jaime García Elías