Cultura

Tamborazos a Dios dar

El programa se complementó con una Romanza para violín, de Shostakovich, como obsequio de Jolanta Michalewicz

GUADALAJARA,JALSICO.- Sala llena desde el principio y ovaciones estentóreas al final. Se trata, en efecto, de las medidas exactas del éxito que acompañó, de cabo a rabo, a la Orquesta Filarmónica de Jalisco ( OFJ) en su concierto del viernes, tercero del ciclo “El canto, la ópera y la zarzuela”, en el Teatro Degollado.

El programa fue confeccionado con una extraordinaria puntería. Por una parte, muy del gusto del público local (metales y timbales a Dios dar); por la otra, muy a la medida para que resplandezcan las riquezas y se soslayen las carencias de la OFJ.

Fue un programa rico en sonoridades brillantes: desde la filigrana y el virtuosismo que abundan en la partitura del Concierto para violín y orquesta en Re Mayor, Op. 35, de Tchaikowsky (“imposible de tocar”, decían algunos violinistas antes de su estreno), hasta las espectaculares Danzas Polovetsianas de la ópera El Príncipe Igor, de Borodin, pasando por La Gran Pascua Rusa, igualmente grandiosa, de Rimsky-Korsakov.

El programa se complementó con una Romanza para violín, de Shostakovich, como obsequio de Jolanta Michalewicz, a quien se homenajeó “por sus primeros 30 años” como violinista de la OFJ y como tapatía por adopción.

El joven violinista polaco Marek Dumicz tuvo a su cargo el rol de solista en la ejecución del Concierto para violín y orquesta de Tchaikowsky. Dumicz leyó, lo que no va en detrimento de la ejecución cuando se toca bien. El violinista que lee, además, ahorra al público el show de contorsionismo, de dudoso buen gusto, de algunos “virtuosos”. Fue el caso. Hubo indicios de que a Dumicz aún le falta madurez -algo que sólo da el tiempo-; a cambio, es obvio que hay técnica (digitación, agilidad, seguridad, afinación, sonoridad…), disciplina y, lo más importante, talento. La cadenza del primer movimiento, por ejemplo, estuvo muy cercana a la perfección, aunque sin hacer olvidar alguna ejecución, relativamente reciente, de Mariusz Patyra. La orquestación aportó algunas impurezas: disonancias de los fagotes en el primer movimiento y cierto desajuste rítmico con el solista en el tercero.

La Gran Pascua Rusa se prestó al lucimiento de la masa orquestal, muy equilibrada esta vez en las aportaciones de maderas y metales. Otro tanto sucedió con las Danzas Polovetsianas de El Príncipe Igor: ni los metales ahogaron a las cuerdas, ni la orquesta eclipsó al Coro del Estado, que aportó con gran solvencia la parte vocal. La ejecución fue de estupenda factura. Ahí alcanzó la OFJ -con su titular, Héctor Guzmán, en el pódium-, plenamente, su nivel de competencia.

El programa se repite esta tarde, como parte de la clausura de las Fiestas de Octubre, en la Plaza Fundadores -a espaldas del Teatro Degollado-, a partir de las 18:00 horas.

Jaime García Elías

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