Cultura
Tabucchi regresa al cuento con crónicas del pasado
El autor italiano echa mano de “la libertad y la creatividad” de la memoria en su nuevo libro
GUADALAJARA, JALISCO (09/MAY/2010).-En agosto de 1983, Antonio Tabucchi (Vecchiano, Italia, 1943) estaba sentado en un pequeño restaurante de una localidad costera de la Toscana. Siempre iba allí para relajarse después de una larga jornada escribiendo. De pronto, se encontró con un agente literario, especialista en marketing. Intentó hacer que no le veía, pero fue directo a saludarle. “Me interrogó sobre lo que estaba escribiendo. Le conté que estaba en medio de una novela sin argumento, una historia interior sobre un personaje gordo, viudo, católico, viejo e infeliz. El especista en marketing me dijo enseguida que lo dejara, que ese libro no lo leería nadie”. Cuenta el autor que ese libro era Sostiene Pereira, la más célebre de sus novelas.
Tabucchi regresa ahora al cuento con El tiempo envejece deprisa (Anagrama), un conjunto de nueve relatos en torno a las diferentes realidades de la nueva Europa y su capacidad para convivir al mismo tiempo.
Con este volumen, el escritor italiano muestra que continúa disfrutando con el cuento y que el tiempo es un tema que no ha dejado de fascinarle. “El cuento siempre es un desafío -dice-. Sus claves son el tiempo y la atmósfera que puedas crear. Haciendo un símil, la novela sería como tu casa, siempre te espera, y el cuento sería un departamento alquilado, que si te vas puedes perderlo para siempre”.
Con títulos como Nubes, con personajes capaces de leer el futuro en los dibujos de los “cumulus nimbus”, o Entre generales, que relata el encuentro entre dos oficiales superiores de ejércitos contrapuestos, la fabulación de Tabucchi consigue sublimar la idea de perplejidad instaurada en el hombre contemporáneo. “Nos ha tocado vivir momentos complejos. La literatura sólo intenta captar su temperatura, los indicios y señales de lo que ocurre, no un análisis. En este sentido, lo sé, la literatura es como un heroísmo inútil, pero me gusta”, señala.
El autor de El tiempo envejece deprisa rinde homenaje con este libro al escritor estadounidense recientemente fallecido J. D. Salinger y a su célebre Nueve cuentos, “el mejor libro de relatos del siglo XX”.
El libro está conectado con la época actual, que es como “una quinta estación, que probablemente no tiene nada que ver con las cuatro clásicas: primavera, verano, otoño e invierno”.
Para Tabucchi, es difícil calibrar la temperatura y el rumbo del presente, por lo que fabula a su antojo con el pasado y el futuro.
La mitad de los relatos de El tiempo envejece deprisa se desarrollan en Hungría, Polonia y Rumanía. “Me he centrado en una Europa que estuvo en el congelador hasta la caída del Muro de Berlín, en unos países que, cuando se reincorporaron a Europa, volvieron con otro calendario, con un tempo distinto”, comenta este escritor obsesionado con la idea de no repetirse.
A su juicio, la literatura es un termómetro que capta señales, pero no analiza los indicios. Con esa idea conecta la fotografía de Philippe Ramatte que ilustra la cubierta del libro, una versión moderna del cuadro Viajero ante un mar de niebla de Friedrich: “El heroísmo inútil, así titularía esa imagen. Hacer literatura es ponerse de puntillas para intentar ver un poquito más allá”.
– ¿Algún doctor, como le ocurre a uno de los personajes de sus cuentos, le ha llegado a diagnosticar la enfermedad de la literatura?
– Todos los escritores estamos enfermos de literatura, igual que los músicos de música y los pintores de pintura. Son enfermedades ontológicamente profesionales.
– En su obra se reflexiona mucho sobre la guerra y sobre si tiene sentido diferenciar entre las que presuntamente son justas y las que no lo son. ¿Tiene sentido esta distinción?
– Todas las guerras son éticamente injustas, porque niegan la belleza de la vida, sólo conducen a la muerte. Pero hay algunas que son flagrantemente injustas, porque violan las normas internacionales establecidas para la convivencia. El militar italiano de mi cuento, que estuvo en misión de paz en los Balcanes y allí sufrió las radiaciones del uranio, siente el deber de explicar a la niña la inutilidad de tal distinción.
– ¿Cree en la capacidad de la literatura para incidir sobre la realidad?
– Soy muy escéptico al respecto. Puede ser un marco para la reflexión, pero no es ni una manifestación callejera ni una investigación periodística, que sí pueden tener una influencia directa e inmediata sobre la realidad. La literatura, en cambio, tiene menos fuerza en este sentido.
– ¿Son los cuentos de “El tiempo envejece deprisa” una reivindicación de la memoria?
– Sí, se puede decir, entre comillas, que es una reivindicación de la memoria, pero más bien de sus infinitos juegos. La memoria subjetiva posee una gran libertad y, por tanto, una gran creatividad. Hoy, en los tiempos de la posmodernidad, vivimos en un presente eterno, como lo ha llamado Marc Augé, en el que la memoria está en encefalograma plano.
– Dice que el ser humano es un 80% de agua y el resto memoria.
– Sí, pero si el mundo sigue así acabaremos siendo todo agua, el 100%.
– ¿Siente que su tiempo ha envejecido demasiado deprisa?
– Yo tomo el título de un misterioso fragmento de un filósofo presocrático, que dice que “persiguiendo la sombra el tiempo envejece deprisa”. Es difícil saber a qué se refiere con esa sombra: ¿las ilusiones, los deseos, falsas imágenes…? La verdad es que el tiempo nos envejece a todos deprisa, porque todos realizamos estas persecuciones. Más si cabe a los que hemos vivido el siglo XX, que algunos historiadores denominan el siglo breve, por ser el de las ilusiones perdidas y el de las grandes tragedias. La verdad es que todos los personajes del libro, aunque viven en este siglo, en realidad pertenecen y miran al anterior.
– ¿Escribir no es, en cierto modo, perseguir sombras?
– Sin duda. La literatura, como cualquier arte, es una forma de ilusión, porque es una realidad paralela. Sus personajes tienen la fuerza del símbolo, pero no son tangibles ni concretos. No se puede abrazar a Madame Bovary ni llevarle flores a su tumba. Ella sólo vive en nuestra memoria y ahí goza de una vida eterna.
El autor y su obra
Considerado uno de los escritores italianos contemporáneos más importantes, Antonio Tabucchi ha conseguido crear en sus obras un mundo reservado a los sueños y a las especulaciones freudianas. Sus novelas gozan de gran predicamento entre el público y la crítica en general, gracias, en buena medida, a su capacidad para idear historias totalmente diferentes en cada libro escrito, siendo fiel a su idea obsesiva de no repetirse.
Entre sus títulos figuran:
Piazza d’Italia (1975)
El juego del revés (1981)
Dama de Poerto Pim (1983)
Nocturno Hindú (1984)
Pequeños equívocos sin importancia (1985)
Réquiem. Una alucinación (1992)
Sostiene Pereira (1994)
Un bául lleno de gente (1996)
La cabeza perdida de Damasceno Monteiro (1997)
El ángel negro (1997)
La línea del horizonte (1998)
Los volátiles del beato Angélico (1999)
La gastritis de Platón (1999)
Se está haciendo cada vez más tarde (2000)
Tristano muere (2004)
Autobiografías ajenas. Poéticas a posteriori (2006)
El tiempo envejece deprisa (2010)
“La literatura es como un heroísmo inútil, pero me gusta”
Antonio Tabucchi, escritor.
Tabucchi regresa ahora al cuento con El tiempo envejece deprisa (Anagrama), un conjunto de nueve relatos en torno a las diferentes realidades de la nueva Europa y su capacidad para convivir al mismo tiempo.
Con este volumen, el escritor italiano muestra que continúa disfrutando con el cuento y que el tiempo es un tema que no ha dejado de fascinarle. “El cuento siempre es un desafío -dice-. Sus claves son el tiempo y la atmósfera que puedas crear. Haciendo un símil, la novela sería como tu casa, siempre te espera, y el cuento sería un departamento alquilado, que si te vas puedes perderlo para siempre”.
Con títulos como Nubes, con personajes capaces de leer el futuro en los dibujos de los “cumulus nimbus”, o Entre generales, que relata el encuentro entre dos oficiales superiores de ejércitos contrapuestos, la fabulación de Tabucchi consigue sublimar la idea de perplejidad instaurada en el hombre contemporáneo. “Nos ha tocado vivir momentos complejos. La literatura sólo intenta captar su temperatura, los indicios y señales de lo que ocurre, no un análisis. En este sentido, lo sé, la literatura es como un heroísmo inútil, pero me gusta”, señala.
El autor de El tiempo envejece deprisa rinde homenaje con este libro al escritor estadounidense recientemente fallecido J. D. Salinger y a su célebre Nueve cuentos, “el mejor libro de relatos del siglo XX”.
El libro está conectado con la época actual, que es como “una quinta estación, que probablemente no tiene nada que ver con las cuatro clásicas: primavera, verano, otoño e invierno”.
Para Tabucchi, es difícil calibrar la temperatura y el rumbo del presente, por lo que fabula a su antojo con el pasado y el futuro.
La mitad de los relatos de El tiempo envejece deprisa se desarrollan en Hungría, Polonia y Rumanía. “Me he centrado en una Europa que estuvo en el congelador hasta la caída del Muro de Berlín, en unos países que, cuando se reincorporaron a Europa, volvieron con otro calendario, con un tempo distinto”, comenta este escritor obsesionado con la idea de no repetirse.
A su juicio, la literatura es un termómetro que capta señales, pero no analiza los indicios. Con esa idea conecta la fotografía de Philippe Ramatte que ilustra la cubierta del libro, una versión moderna del cuadro Viajero ante un mar de niebla de Friedrich: “El heroísmo inútil, así titularía esa imagen. Hacer literatura es ponerse de puntillas para intentar ver un poquito más allá”.
– ¿Algún doctor, como le ocurre a uno de los personajes de sus cuentos, le ha llegado a diagnosticar la enfermedad de la literatura?
– Todos los escritores estamos enfermos de literatura, igual que los músicos de música y los pintores de pintura. Son enfermedades ontológicamente profesionales.
– En su obra se reflexiona mucho sobre la guerra y sobre si tiene sentido diferenciar entre las que presuntamente son justas y las que no lo son. ¿Tiene sentido esta distinción?
– Todas las guerras son éticamente injustas, porque niegan la belleza de la vida, sólo conducen a la muerte. Pero hay algunas que son flagrantemente injustas, porque violan las normas internacionales establecidas para la convivencia. El militar italiano de mi cuento, que estuvo en misión de paz en los Balcanes y allí sufrió las radiaciones del uranio, siente el deber de explicar a la niña la inutilidad de tal distinción.
– ¿Cree en la capacidad de la literatura para incidir sobre la realidad?
– Soy muy escéptico al respecto. Puede ser un marco para la reflexión, pero no es ni una manifestación callejera ni una investigación periodística, que sí pueden tener una influencia directa e inmediata sobre la realidad. La literatura, en cambio, tiene menos fuerza en este sentido.
– ¿Son los cuentos de “El tiempo envejece deprisa” una reivindicación de la memoria?
– Sí, se puede decir, entre comillas, que es una reivindicación de la memoria, pero más bien de sus infinitos juegos. La memoria subjetiva posee una gran libertad y, por tanto, una gran creatividad. Hoy, en los tiempos de la posmodernidad, vivimos en un presente eterno, como lo ha llamado Marc Augé, en el que la memoria está en encefalograma plano.
– Dice que el ser humano es un 80% de agua y el resto memoria.
– Sí, pero si el mundo sigue así acabaremos siendo todo agua, el 100%.
– ¿Siente que su tiempo ha envejecido demasiado deprisa?
– Yo tomo el título de un misterioso fragmento de un filósofo presocrático, que dice que “persiguiendo la sombra el tiempo envejece deprisa”. Es difícil saber a qué se refiere con esa sombra: ¿las ilusiones, los deseos, falsas imágenes…? La verdad es que el tiempo nos envejece a todos deprisa, porque todos realizamos estas persecuciones. Más si cabe a los que hemos vivido el siglo XX, que algunos historiadores denominan el siglo breve, por ser el de las ilusiones perdidas y el de las grandes tragedias. La verdad es que todos los personajes del libro, aunque viven en este siglo, en realidad pertenecen y miran al anterior.
– ¿Escribir no es, en cierto modo, perseguir sombras?
– Sin duda. La literatura, como cualquier arte, es una forma de ilusión, porque es una realidad paralela. Sus personajes tienen la fuerza del símbolo, pero no son tangibles ni concretos. No se puede abrazar a Madame Bovary ni llevarle flores a su tumba. Ella sólo vive en nuestra memoria y ahí goza de una vida eterna.
El autor y su obra
Considerado uno de los escritores italianos contemporáneos más importantes, Antonio Tabucchi ha conseguido crear en sus obras un mundo reservado a los sueños y a las especulaciones freudianas. Sus novelas gozan de gran predicamento entre el público y la crítica en general, gracias, en buena medida, a su capacidad para idear historias totalmente diferentes en cada libro escrito, siendo fiel a su idea obsesiva de no repetirse.
Entre sus títulos figuran:
Piazza d’Italia (1975)
El juego del revés (1981)
Dama de Poerto Pim (1983)
Nocturno Hindú (1984)
Pequeños equívocos sin importancia (1985)
Réquiem. Una alucinación (1992)
Sostiene Pereira (1994)
Un bául lleno de gente (1996)
La cabeza perdida de Damasceno Monteiro (1997)
El ángel negro (1997)
La línea del horizonte (1998)
Los volátiles del beato Angélico (1999)
La gastritis de Platón (1999)
Se está haciendo cada vez más tarde (2000)
Tristano muere (2004)
Autobiografías ajenas. Poéticas a posteriori (2006)
El tiempo envejece deprisa (2010)
“La literatura es como un heroísmo inútil, pero me gusta”
Antonio Tabucchi, escritor.