Cultura
Las obsesiones de Eduardo Antonio Parra
La construcción de los personajes y la frontera son temas que el escritor aglutina en su reciente libro: Desterrados
GUADALAJARA, JALISCO (15/AGO/2013).- Eduardo Antonio Parra escribe a mano, lo que le obliga pensar muy bien la frase antes de soltarla. Una de las obsesiones del escritor nacido en Guanajuato es la construcción de los personajes. ¿Por qué? Porque como lector se dio cuenta que los personajes fuertes secuestran el texto, se vuelven inolvidables y sugestivos. Por eso le interesa buscar a los personajes hacia el interior, darles densidad psicológica y emocional.
“Los tengo que imaginar de cuerpo entero y de vida entera, aunque en el texto vayan a aparecer por un pedacito de tiempo. Más o menos me tengo que imaginar desde su infancia hasta el momento en que estoy trabajándolo en el texto. Y luego me interesa mucho la construcción literaria del personaje. Tengo que tomar en cuenta al personaje como una persona. Siempre que los imagino me pongo en su lugar y empiezo a pensar que tenemos cinco sentidos y quiero que estén presentes en el texto. Tenemos un presente, un pasado, y quizás, anhelamos un futuro. Siempre me estoy preguntando qué es lo quiere, qué es lo que teme, qué es lo que recuerda, qué es lo que siente, qué es lo que anhela. A la hora de irte respondiendo estas preguntas de alguna manera le vas dando cierta densidad y vas trazando una personalidad bastante coherente, bastante lógica para el texto”.
El narrador mexicano habla del armado de sus personajes como uno de los temas importantes que aborda en su nuevo libro Desterrados (Era, 2013), un volumen de 15 cuentos que escribió en los últimos siete años y que al principio no fueron escritos para cumplir con una idea de unidad; pero que después de una revisión y relectura gozaban de características comunes.
Otro tema que siempre ha estado presente en la obra de Parra es la frontera y el Norte de México, en donde el escritor vivió en varias etapas de su vida.
Los personajes de la vida
Cuando llegó por primera vez a Nuevo Laredo, a los 13 años de edad, le impactó la forma de vivir de los habitantes. En ese entonces no estaba al tanto de su vocación literaria, pero ya observaba a sus compañeros de la secundaria, su forma de pensar, de vivir.
En la adolescencia, etapa en la que ya tenía intención de ser escritor, vivió en Ciudad Juárez. Allí descubrió que la frontera era un crisol en el que se podían encontrar todo tipo de pensamientos, culturas y personajes.
“Todo el Norte también es la parte del México que conozco. Yo soy un convencido, lo he dicho varias veces, que lo que vive un escritor en la infancia y en la adolescencia le sirve para escribir toda la vida. Te da atmósferas, te da espacios, te da personajes para toda la existencia”.
Aunque en Desterrados ya hay algunos cuentos situados en el Distrito Federal, el narrador afirma que la mayoría giran en torno de un escenario fronterizo: “Son los espacios que considero naturales para mis personajes; pero ya llevo 13 años viviendo en la Ciudad de México y algo tenía que pegárseme de repente de los espacios de esta urbe caótica e inagotable”.
Desde que comenzó a escribir sus primeros cuentos adquirió un vicio: tener presente el final de la historia. Ese detalle le ayudaba a facilitar algunos de los elementos que contiene un cuento logrado: economía y tensión.
“Si no conozco el final, el cuento no va a ser económico, porque va a estar dando vueltas y yo voy a estar dando vueltas sin dirección y voy incluso hasta aburrir al lector. Y no va a haber tensión, si no sabemos a dónde vamos, no podemos construir esa tensión, ese choque de personajes, esos conflictos que se tienen que dar para que haya una historia fuerte”.
El autor de Sombras detrás de la ventana (2009) está convencido de que un buen cuento debe tener un final contundente que sacuda al lector y que le revele algo de su existencia. En las últimas líneas, dice, se debe anudar todo lo que se ha contado en la narración. El final de un cuento debe contener algo inesperado para el lector, debe ganar por nocaut, como decía Julio Cortázar.
“No me gustan los textos que quedan demasiado abiertos, porque creo que se diluye esa tensión que uno iba amarrando desde el principio. La novela gana por puntos y es un género que me gusta mucho, pero prefiero el cuento en el sentido de que siempre es mucho más contundente, es como un trancazo, un mazazo en la cabeza cuando es bueno”
FRAGMENTO
Mal día para un velorio
Las cosquillas de los dedos encontraron eco en la parte superior de sus muslos y emprendían un ascenso rápido, pero al ver de nuevo a Ofelia, esta vez conduciendo a un par de ancianos lacrimosos hacia el féretro para que depositaran sobre él una corona, se sintió avergonzado y sacudió la cabeza en un intento por reprimir los recuerdos. No lo conseguía. Se reacomodó en el asiento, miró a los hombres arrebujados en sus abrigos junto a las paredes recubiertas de duela, trató sin éxito de interpretar los comentarios en voz baja, y al fin se puso en pie con objeto de acercarse al cuerpo de Lorena por vez primera esa noche. Había avanzado apenas dos pasos cuando una dama gorda más o menos de la edad de Ofelia se le cruzó en el camino.
—Señor Del Fierro, qué pena —dijo en tanto le echaba encima un abrazo viscoso que lo devolvió de inmediato a la realidad—. Lo acompaño en su dolor. Qué desgracia, una mujer tan joven, tan bella, quién lo iba a pensar. Y en un día como hoy...
“Los tengo que imaginar de cuerpo entero y de vida entera, aunque en el texto vayan a aparecer por un pedacito de tiempo. Más o menos me tengo que imaginar desde su infancia hasta el momento en que estoy trabajándolo en el texto. Y luego me interesa mucho la construcción literaria del personaje. Tengo que tomar en cuenta al personaje como una persona. Siempre que los imagino me pongo en su lugar y empiezo a pensar que tenemos cinco sentidos y quiero que estén presentes en el texto. Tenemos un presente, un pasado, y quizás, anhelamos un futuro. Siempre me estoy preguntando qué es lo quiere, qué es lo que teme, qué es lo que recuerda, qué es lo que siente, qué es lo que anhela. A la hora de irte respondiendo estas preguntas de alguna manera le vas dando cierta densidad y vas trazando una personalidad bastante coherente, bastante lógica para el texto”.
El narrador mexicano habla del armado de sus personajes como uno de los temas importantes que aborda en su nuevo libro Desterrados (Era, 2013), un volumen de 15 cuentos que escribió en los últimos siete años y que al principio no fueron escritos para cumplir con una idea de unidad; pero que después de una revisión y relectura gozaban de características comunes.
Otro tema que siempre ha estado presente en la obra de Parra es la frontera y el Norte de México, en donde el escritor vivió en varias etapas de su vida.
Los personajes de la vida
Cuando llegó por primera vez a Nuevo Laredo, a los 13 años de edad, le impactó la forma de vivir de los habitantes. En ese entonces no estaba al tanto de su vocación literaria, pero ya observaba a sus compañeros de la secundaria, su forma de pensar, de vivir.
En la adolescencia, etapa en la que ya tenía intención de ser escritor, vivió en Ciudad Juárez. Allí descubrió que la frontera era un crisol en el que se podían encontrar todo tipo de pensamientos, culturas y personajes.
“Todo el Norte también es la parte del México que conozco. Yo soy un convencido, lo he dicho varias veces, que lo que vive un escritor en la infancia y en la adolescencia le sirve para escribir toda la vida. Te da atmósferas, te da espacios, te da personajes para toda la existencia”.
Aunque en Desterrados ya hay algunos cuentos situados en el Distrito Federal, el narrador afirma que la mayoría giran en torno de un escenario fronterizo: “Son los espacios que considero naturales para mis personajes; pero ya llevo 13 años viviendo en la Ciudad de México y algo tenía que pegárseme de repente de los espacios de esta urbe caótica e inagotable”.
Desde que comenzó a escribir sus primeros cuentos adquirió un vicio: tener presente el final de la historia. Ese detalle le ayudaba a facilitar algunos de los elementos que contiene un cuento logrado: economía y tensión.
“Si no conozco el final, el cuento no va a ser económico, porque va a estar dando vueltas y yo voy a estar dando vueltas sin dirección y voy incluso hasta aburrir al lector. Y no va a haber tensión, si no sabemos a dónde vamos, no podemos construir esa tensión, ese choque de personajes, esos conflictos que se tienen que dar para que haya una historia fuerte”.
El autor de Sombras detrás de la ventana (2009) está convencido de que un buen cuento debe tener un final contundente que sacuda al lector y que le revele algo de su existencia. En las últimas líneas, dice, se debe anudar todo lo que se ha contado en la narración. El final de un cuento debe contener algo inesperado para el lector, debe ganar por nocaut, como decía Julio Cortázar.
“No me gustan los textos que quedan demasiado abiertos, porque creo que se diluye esa tensión que uno iba amarrando desde el principio. La novela gana por puntos y es un género que me gusta mucho, pero prefiero el cuento en el sentido de que siempre es mucho más contundente, es como un trancazo, un mazazo en la cabeza cuando es bueno”
FRAGMENTO
Mal día para un velorio
Las cosquillas de los dedos encontraron eco en la parte superior de sus muslos y emprendían un ascenso rápido, pero al ver de nuevo a Ofelia, esta vez conduciendo a un par de ancianos lacrimosos hacia el féretro para que depositaran sobre él una corona, se sintió avergonzado y sacudió la cabeza en un intento por reprimir los recuerdos. No lo conseguía. Se reacomodó en el asiento, miró a los hombres arrebujados en sus abrigos junto a las paredes recubiertas de duela, trató sin éxito de interpretar los comentarios en voz baja, y al fin se puso en pie con objeto de acercarse al cuerpo de Lorena por vez primera esa noche. Había avanzado apenas dos pasos cuando una dama gorda más o menos de la edad de Ofelia se le cruzó en el camino.
—Señor Del Fierro, qué pena —dijo en tanto le echaba encima un abrazo viscoso que lo devolvió de inmediato a la realidad—. Lo acompaño en su dolor. Qué desgracia, una mujer tan joven, tan bella, quién lo iba a pensar. Y en un día como hoy...