Cultura

La música de Schubert; el show, de Marzocchi

El segundo espectáculo de la primera temporada del 2011 con la Orquesta Filarmónica de Jalisco fue recibido con agrado

GUADALAJARA, JALISCO (27/FEB/2011).- Fueron las dos caras de una misma moneda: primero, la música químicamente pura, con tres obras de Schubert en el programa; después, el “show” por cuenta de Paolo Marzocchi. Todo ello, en el segundo concierto de la primera temporada del 2011 con la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ), la noche del viernes en el Teatro Degollado.

Sala llena y público renovado. Esto último fue notorio porque el entusiasmo –o el desconocimiento del protocolo— llevó a la concurrencia a aplaudir con emoción entre cada movimiento de las dos sinfonías que se ejecutaron. Marzocchi lo captó. Fue por ello, probablemente, que obsequió dos “encores” a la medida, propicios para hacer alarde de agilidad y destreza: una pieza de Liszt y una obra de su propia autoría, basada en un tema popular de Albania.

En la primera parte del programa, la aceptable interpretación de las obras de Schubert desmereció por cinco pifias de Leonardo Gasparini, director titular interino de la OFJ: primera, haber empezado la interpretación cuando en la sala retumbaba aún la estampida de los impuntuales; segunda, no haber sabido acallar desde el principio los aplausos impertinentes, lo que hubiera abonado, de paso, a favor de la educación de los “dilettantis” primerizos; tercera, una entrada en falso en la interpretación de la Quinta Sinfonía de Schubert; cuarta, las notorias desmesuras en volumen de los trombones en la Octava Sinfonía (“Inconclusa”) del mismo Schubert, y de los timbales en el tercer movimiento del Concierto para piano; quinta, la pérdida de la batuta en la parte más intensa del primer movimiento de la misma “Inconclusa”. Conformes: pecados veniales todos ellos; empero, en suma, demasiadas piedritas –por pequeñas que fueran– en un mismo guiso.

Entre lo plausible, la inclusión en el programa de una obertura poco conocida (“Der Teufel als Hydraulicus”: el diablo y la hidráulica), breve y chispeante, de Schubert. Además, la soltura de Gasparini, más acoplado con la orquesta y con la sala; los matices mejor dosificados, el buen fraseo y el equilibrio entre las secciones del ensamble en los movimientos lentos de las dos sinfonías; el desempeño sobresaliente de los alientos (corno inglés, flauta y oboe, muy especialmente) en esas mismas obras…

Paolo Marzocchi, solista en el Concierto No. 1 para piano y orquesta, de Liszt, estupendo: enjundioso en los fortes, tierno en los pianos: pasó con maestría, calidad interpretativa y técnica irreprochable, del vigor a la ternura. Por si hiciera falta, con los “encores” se llevó la noche.

El programa se repite este mediodía, a partir de las 12:30 horas, en el mismo escenario.
EL INFORMADOR/ Jaime García Elías

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